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Cannes.— Le llevó 12 años y una treintena de películas como actor decidir volverse a poner detrás de cámaras. Desde que lo hizo con Déficit (2007) a la actualidad no sólo pasó el tiempo, también la experiencia, las canas, las preguntas y la evolución de la mirada porque si algo ha podido hacer García Bernal es estar en los sets de directores visionarios como Walter Salles, Pablo Larraín, Michel Gondry, González Iñárritu y eso se queda en la piel.
“Afortunadamente como actor tengo el chance de estar en esta puerta giratoria de sets, de diferentes dinámicas, universos y posturas ante el trabajo y eso lo aprendes”, dice a EL UNIVERSAL en la terraza del Hotel Majestic horas después de que su película se estrenó en el Festival de Cannes.
Ese motor sólo llegó con la idea de hacer Chicuarotes, que se estrena el 27 de junio en México.
“El primer impulso vino al leer el guión de Augusto Mendoza, una historia increíble que cambió mucho a lo largo del proceso pero en la que se mantuvieron muchos de los rasgos originales como la comedia y el drama”, explica.
“Algo que también me llamó mucho la atención fue la posibilidad de internarme en un mundo muy diferente al mío, entenderlo y explorarlo. Y es que en realidad siento que es como si hubiera hecho una película en Finlandia porque hay algo que no dejó de sorprenderme y es que nunca paré de decirme a mí mismo: ‘¡carajo! Esto sucede en la misma ciudad en la que vivo y no conocemos esto’. Y lo digo así, generalizando, porque muy poca gente tiene idea de ese lugar”, reflexionó el cineasta, cuya película se sitúa en San Gregorio Atlapulco —uno de los pueblos originarios de la delegación Xochimilco— en donde la necesidad empuja a sus dos protagonistas a idear un peligroso plan para salir de su situación que tomará caminos inesperados.
A Gael, hacer esta cinta le cambió la vida en muchos sentidos, dice.
“Primero entendimos el lugar y luego hicimos un casting abierto al que llegaron 800 chicos y ahí empezaron a surgir los diferentes personajes y varias cosas que nos dieron el chance de entender más la película, jugar con las particularidades del lugar y con lo que queríamos contar. Ha sido un proceso gozoso y libre”, explicó.
Lo que le encanta de la película, señala, es que logra navegar por la comedia negra con mucho equilibrio y tiene muchas sutilezas.
“Es una cinta que se disfruta pero que a la vez tiene intensidad y profundidad. Aquí lo que queríamos hacer era algo desde dentro, que fuera completamente plausible pero que a la vez tuviese un tufo de realidad. Queríamos hacer una fábula juvenil, original, en este caso anfibia en la que la pérdida de la inocencia no fuera solamente de cómo el mundo te condiciona o cómo el contexto condiciona a los personajes para ser de tal o cual manera, sino también de cómo, al final del día, es una decisión de los personajes hacer lo que hacen. Y eso creo que también hay que afrontarlo”.
Para Bernal, la película puede gustar o no pero siente que lograron hacer algo muy original.
“Eso me da mucho orgullo porque siento que sólo en México podemos contar este tipo de historias de esta forma. Y creo que es interesante porque trae luz a temas importantes”, finaliza.