

"OVO Cirque du Soleil" regresó a la Ciudad de México después de 13 años, invitando al público a volver a su mágico ecosistema en el Palacio de los Deportes, donde levantó el telón anoche y permanecerá por dos semanas.
Al entrar al recinto, el público se encontró con una gran roca rodeada de vegetación, ambientada con un concierto de sonidos nocturnos como el canto de grillos y cigarras.
Mientras los asistentes se acomodaban en sus butacas, entre ellos comenzaron a caminar simpáticos personajes que representaban insectos como arañas, escarabajos y catarinas. Sonreían, jugaban e incluso interactuaron con el público usando un lenguaje propio, sin palabras reconocibles pero perfectamente comprensible.

Al centro del escenario se encontraba un enorme huevo, protagonista del espectáculo, que sería transportado de un lado a otro por los particulares habitantes de este ecosistema. Dos inquietas abejas se mecían sobre rosas gigantes, mientras en el suelo grillos y escarabajos ejecutaban una curiosa danza.
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Las primeras criaturas en entrar en acción fueron cinco hormigas rojas que cargaban rebanadas de kiwi. Comenzaron a equilibrarlas con sus patas y, posteriormente, las más grandes se recostaron sobre el escenario para estirar las piernas y permitir que las más pequeñas subieran y pasaran de un lado a otro sin caer, todo esto mientras giraban y equilibraban enormes morrones.

A lo largo del espectáculo se hicieron presentes diversas disciplinas circenses. Un brillante personaje azul realizó pulsadas desde una enredadera, flexionando su cuerpo en todas direcciones sin esfuerzo aparente. Más adelante, una espigada criatura ejecutó acrobacias aéreas con sedas, enrollándose, haciendo splits y dejándose caer sin tocar el suelo.
Una pareja danzó en las alturas sostenida únicamente por dos cuerdas, mientras que malabaristas manipulaban clavas y luciérnagas compartían su brillo con diábolos luminosos que, al ser lanzados, resplandecían en el aire y parecían moverse por voluntad propia.
Entre acto y acto, un escarabajo, una catarina y un azotador pusieron el toque humorístico y se ganaron la simpatía del público.
Los números más espectaculares fueron reservados para el final, donde un grupo de trapecistas dejó al público sorprendidos, realizadas únicamente con la fuerza de sus brazos y el impulso de sus cuerpos.
Después de dos horas llenas de emoción y sorpresas, la aventura de “OVO” llegó a su fin. Más de 50 artistas aparecieron sobre el escenario para agradecer los aplausos del público, que reconoció con entusiasmo la magia y precisión del espectáculo.
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