Es martes en la noche en El círculo teatral, se prepara para dar una función de la obra Pic-nic, que reflexiona sobre lo absurdo de la guerra, así que debe enfundarse en un uniforme militar.

El vienes en La Teatrería cambia ese uniforme por una sotana y diserta con una abogada sobre el perdón y la venganza en Requiem, y finalmente el sábado y el domingo, si hay funciones privadas, vuelve a su recinto a hablar de la relación de pareja y los desencuentros, en Los errantes o ese amor.

Esto es posible, explica Estrella, gracias a la experiencia que ha obtenido en sus 43 años en la actuación, donde ha aprendido que un actor que no memoriza no puede explorar y experimentar, algo fundamental para entender el carácter, la manera de expresarse y la intención del personaje.

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En la puesta Los errantes, Alberto habla de la relación de pareja. Foto: Alberto Estrella
En la puesta Los errantes, Alberto habla de la relación de pareja. Foto: Alberto Estrella

“Soy el único actor en México que tiene tres personajes distintos en una sola semana, tres obras distintas, y estoy ensayando una cuarta; descubrí que, a la mente, cuando se le obliga, va a responder, hace una especie de puertas donde uno entra y sabe que el texto va a responder al trabajo que se ha realizado, y puedes cambiar de puerta en puerta y estar seguro de que no te vas a equivocar, que no vas a mezclar textos de una obra con otra”.

Cada obra le da un personaje muy diferente y tuvo una gran ventaja para trabajar con cada uno de ellos, pues se dio tiempo entre una obra y otra para entender la forma de pensar y actuar de cada uno, de saber cómo ven la vida y el mundo, qué los acciona, los valores que tienen y no mezclar los propios, para no imponer lo que él cree que está bien.

El reto, volver a bailar

Lo más complicado que hizo para estos personajes fue para el de Pic-nic, porque tuvo que aprender a bailar en puntas, y aunque tiene formación como bailarín clásico, los hombres en ballet no hacen este movimiento, además de que es muy corpulento.

“Cuando la directora Marta Luna me dijo que quería que mi soldado bailara ballet, contraté una bailarina profesional para que me entrenara para bailar en puntas y fue un reto, me agarraba de las paredes, luego de las sillas, me puse unas muletas”.

Pero los otros papeles no se quedan atrás, aunque su dificultad radica más en la introspección y en lo emocional, por ejemplo, en Los errantes su personaje no sabe estar en pareja y anda de una mujer a otra; ahí, de manera involuntaria, fueron apareciendo sus propias rupturas.

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En Pic-nic, como militar, reflexiona sobre lo absurdo de la guerra. Foto: Berenice Fregoso / EL UNIVERSAL
En Pic-nic, como militar, reflexiona sobre lo absurdo de la guerra. Foto: Berenice Fregoso / EL UNIVERSAL

En Requiem, para saber cómo actúa un sacerdote, fue a confesarse con uno real y le planteó situaciones que tienen que ver con la crianza de un hijo, para descubrir cómo reaccionaría o cómo lo aconsejaría.

“Prestar las emociones y el cuerpo me parece formal, yo vivo esas nuevas emociones y en un momento se mezclan con las propias, por eso es tan importante leer de todo, poesía, novela, etcétera, se empapa uno de todo ese mundo para entender otras formas de pensar y ser; conforme uno va madurando se convierte en mejor actor, porque comprendes mejor la vida y al ser humano”.

Estrella afirma sentirse privilegiado de tener un espacio teatral y la libertad de elegir qué obras quiere montar, algo que no sucede en televisión, donde la mayoría de sus personajes son villanos aunque, aseguró, no todos son iguales.

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“Yo he procurado que cada uno sea distinto, porque no es lo mismo hacer a un caminero, a un carnicero, o un narcotraficante o a un padre de familia que es muy machista; a cada uno, aunque tiene una tendencia a ser malo, procuro ponerles una parte humana y cosas agradables”.

Hay gente que lo conoce por las telenovelas, señala, y al verlo haciendo estas tres obras se sorprende, pero quiere que entiendan que eso es ser actor.

“Es que tengo farsa, melodrama, pieza y tragedia, es un gran ejercicio actoral y estoy muy feliz, porque este año me propuse hacer teatro y se me ha concedido; claro, accioné para ello y busqué las obras”, dice..

“Esa es la maravilla de la profesión, cambiar, y ese es mi placer, además es fundamental darse cuenta que el privilegio está en hacer lo que a uno le gusta”.

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