
El cineasta Alejandro Gerber comenzó a usar el metro de manera independiente a los 11 años de edad y siempre se preguntaba quiénes eran las personas que lo conducían, apenas visibles cuando llegan a una estación y que pueden pasar por momentos complicados cuando alguien se avienta a su paso.
“Me cuestionaba, ¿cómo es que regresan a su casa a la media noche?”, recuerda el realizador.
Con el paso de los años esas dudas lo dejaron, pero de pronto regresaron. Y descubrió que el 70% de los conductores son mujeres, por lo que decidió que una de ellas podría ser un buen personaje de cine.
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Con la imagen de Adriana Paz (Emilia Pérez) en mente comenzó a escribir el guion de Arillo de hombre muerto, título que hace referencia a ese pequeño botón en las cabinas de conducción, el cual se activa para dejar el sistema abierto, si el conductor sufre un desmayo.
La cinta, que llega a cines este fin de semana, sigue a una trabajadora del metro cuyo esposo desapareció sin dejar rastro, hecho que cambia su vida en sus relaciones con sus hijos y amante, en medio de la investigación que la pone bajo sospecha y revictimiza.
Como parte de su preparación, Adriana se sometió a un curso de conducción del transporte naranja en horario fuera de servicio.
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“Me enseñaron cómo se maneja, cómo se frena y obviamente alguien estaba ahí conmigo. No es tan complicado, pero sí se sienten muchos nervios”, recordó en entrevista con EL UNIVERSAL, en el marco del pasado Festival Internacional de Cine en Guadalajara, donde la historia estuvo en la sección oficial.
“La película es el viaje de los que se quedan con un familiar desaparecido, es ver qué pasa con todas esas personas desde el punto de vista de una mujer”.
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