ISIS padece hoy probablemente la amenaza más importante a su existencia material y conceptual desde que abandonó la red de Al Qaeda. Tal y como lo habíamos previsto hace unas semanas en este espacio, el corazón o matriz de esta organización se encuentra en estos momentos enfrentando ofensivas múltiples tanto en Irak como en Siria. Del lado sirio, milicias sirias-kurdas y sirias-árabes apoyadas por Estados Unidos, están atacando las afueras de la autoproclamada “capital del Estado Islámico”, Raqqa, además de otros de sus bastiones. Del otro lado, en Irak, el gobierno respaldado por bombardeos y asesores de Washington, a quienes se han sumado las milicias chiítas apoyadas por Irán y milicias sunitas locales, están atacando los alrededores de Fallujah, la segunda ciudad iraquí en importancia bajo sus dominios. Si bien ISIS está presentando una feroz resistencia y ha lanzado una serie de contraofensivas, los ataques en múltiples frentes a que está siendo sometida, le están ocasionando que pierda el control de un gran número de aldeas, carreteras y rutas fundamentales para su abasto de armas, provisiones y combatientes. Esto, necesariamente, va a impactar sobre las capacidades materiales de la organización, incluidos sus recursos. En otras palabras, vivimos momentos en los cuales el concepto que ISIS ha querido proyectar de sí misma como un “estado” que controla territorio, finanzas, población y asuntos cotidianos, está viendo derrumbadas muchas de sus bases fundamentales. Dos preguntas inmediatas: (1) ¿Significa ello el fin de esa organización? y (2) ¿Ello implica la pacificación de Siria y de Irak? Lamentablemente la respuesta a ambas preguntas es negativa. Explico por qué.

Primero, como hemos argumentado anteriormente, ISIS no únicamente emplea tácticas de combate frontal y guerrilla. ISIS es entre otras cosas, un grupo que conoce y ha utilizado el terrorismo desde muchos años atrás cuando formaba parte de la red de Al Qaeda. Ya en los últimos meses, hemos visto que el número de ataques terroristas principalmente en Irak y en Siria, se ha incrementado considerablemente, lo que por desgracia ha costado la vida a cientos de personas en solo unas semanas. Esto obedece a que el terrorismo es una estrategia de lucha que conlleva costos relativamente bajos para los perpetradores, y que, en cambio, tiene la capacidad de hacer un enorme daño no solo material, sino psicológico y político en contra de las sociedades atacadas. Como lo muestran casos de actualidad en Afganistán, Somalia o Nigeria, cuando los grupos militantes pierden el control de territorios que dominaban, recurren a una feroz respuesta a través de decenas de atentados terroristas que activan desde sus refugios o resguardos. Por consiguiente, la lógica indica que este tipo de ataques seguirá en aumento, por lo pronto, en la misma región en donde ISIS está perdiendo batallas y en zonas colindantes. Ahora mismo, en la propia ciudad de Fallujah hay decenas de miles de civiles cuya vida se encuentra en peligro.

Segundo, ISIS no está formada exclusivamente por su matriz en Siria y en Irak. Hoy en día ISIS es una muy compleja red que consiste de una serie de grupos mayores –los cuales se autodenominan “provincias del Estado Islámico”- que operan en países cercanos y lejanos al núcleo de Siria e Irak, además de células medianas, pequeñas e individuos que se autoafilian o declaran leales a esa organización. Muchos de estos grupos y células preexisten a ISIS tal y como hoy le conocemos, y responden a dinámicas locales y propias de las sociedades en que viven. Es verdad que se ha detectado una cada vez mayor colaboración y coordinación entre estos grupos y células con la matriz de Siria e Irak, por lo que, sin duda, cualquier descalabro sufrido por ésta, podría tender a debilitar a dichas “provincias” o ramas. Sin embargo, el combate a ISIS-matriz no es el combate a sus filiales de Egipto, Libia, Nigeria, Afganistán, Yemen, Bangladesh o a cada una de las células europeas. Cada caso es diferente, y requiere de estrategias propias. Por consiguiente, es altamente probable que: (1) A medida que el liderazgo de ISIS se sienta acorralado en su núcleo, una parte de éste buscará resguardarse en otros países donde se ubican sus grupos afiliados, desde donde intentará continuar su lucha, (2) Mientras los gobiernos locales como el de Libia, Afganistán o el de Yemen, sigan presentando debilidades estructurales e incapacidad de monopolizar el uso de la fuerza en sus territorios, la actividad de estas filiales seguirá ejerciendo enorme daño, y (3) A medida que un gran número de ciudadanos europeos y de otros sitios, que habían migrado a Siria e Irak para combatir en las filas de ISIS, siga regresando a sus países de origen, el riesgo de atentados terroristas en dichos sitios seguirá aumentando. Todo ello será utilizado por ISIS para proyectar el mensaje de que la organización sigue y seguirá viva. Un uso inteligente de la narrativa, sin embargo, tendría que aprovechar este momento para vulnerar a esta agrupación islámica en la esfera en donde más fortalezas ha presentado: la dimensión no-material, y sacar partida del golpe que se le está asestando a su autoconcepción de sí misma como “estado”. Es ello, incluso más que la pérdida material de territorio, lo que podría restar a esa organización poder de atracción. En otras palabras, contra su propio discurso que le presenta como un “califato”, ISIS se irá convirtiendo paulatinamente en algo mucho más parecido a lo que es Al Qaeda, su madre, una organización operando desde la clandestinidad, que conforma una red en la que existe poca y a veces nula interconexión entre las distintas filiales o adherentes, pero aún con enorme capacidad de daño.

Por último, para poder combatir efectivamente a ISIS, las coaliciones de actores que se han sumado a las ofensivas, han tenido que echar mano de un completo pragmatismo, el cual durará mientras exista el enemigo común pero que muy probablemente tenderá a cobrar costos muy importantes en un futuro próximo. Por ejemplo, en el caso de Siria, a Washington no le ha quedado otra alternativa que utilizar la fuerza de quienes habían combatido a ISIS con mayor eficacia en el pasado, los kurdos. Sin embargo, esto está vulnerando enormemente las relaciones entre la Casa Blanca y Turquía, quien mira con mucho recelo cada paso que avanzan los kurdos y quien apoya a milicias distintas en esa guerra. Lo mismo sucede con otros grupos de la oposición siria, quienes están preocupados por el precio que tendrá el fortalecer a los kurdos de semejante manera. En Irak, las cicatrices por el pasado de violencia entre las diversas sectas religiosas son de las mayores preocupaciones que irán reemergiendo conforme ISIS vaya cediendo terreno.

Es decir, lo que hay que entender es que ISIS –o al menos la fuerza con la que se manifestó a partir del 2013 y 2014- no es la causa, sino el producto de toda esa serie de factores subyacentes que han tenido tanto a Irak como a Siria en situación de conflicto desde hace años (así como cada una de sus filiales es el subproducto de condiciones locales propias, entretejidas con las condiciones internacionales). Esos factores subyacentes permanecen ahí, aún arrebatando a ISIS el control de Fallujah, el control de Raqqa o de cualquier otro pedazo de tierra. Por tanto, infligir derrotas a ISIS en esos sitios es una condición absolutamente necesaria, pero insuficiente. Para Siria e Irak habría que terminar una tarea pendiente desde hace tiempo: la construcción de condiciones de paz desde la raíz. Y en cuanto al tema de ISIS, se tiene que comprender que no estamos ante su final, sino únicamente ante un cambio de fase.

Analista internacional.

@maurimm

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