En medio de una lucha que se polarizó entre dos grupos fuertes que representaban ideologías opuestas: el que apoyaba a Sergio Alcocer, cercano al oficialismo, y el bloque de izquierda que respaldaba a Rosaura Ruiz, la decisión de la Junta de Gobierno de la UNAM se inclinó por la opción intermedia que representaba el equilibrio y eligió como rector, por mayoría de sus 15 integrantes, a Enrique Graue, quien a partir de ayer se convirtió en el tercer médico de profesión que ocupa la rectoría de la Universidad Nacional en los últimos 16 años.
Graue era director de la Facultad de Medicina, de donde también salieron Juan Ramón de la Fuente, rector de 1999 a 2007 y el saliente José Narro Robles de 2007 y hasta el próximo 16 de noviembre. La frase con la que el doctor se metió en la pelea por la Rectoría fue precisamente alusiva a su profesión: “Los médicos hemos demostrado ser buenos rectores”, dijo en una entrevista a EL UNIVERSAL en agosto pasado, cuando hizo públicas sus aspiraciones sin que se le viera como uno de los aspirantes más fuertes.
Sin embargo no fue su profesión de médico oftalmólogo lo que ayer lo llevó, a sus 64 años, a convertirse en el rector número 34 de la UNAM. Aunque oficialmente en el anuncio de su designación, el presidente de la Junta, René Millán, dijo que a Graue lo eligieron por ser quien mejor garantiza las condiciones que necesita la universidad, como “la calidad y viabilidad del proyecto, la estabilidad y los cambios institucionales a futuro, la imperiosa demanda de innovar en la promoción de los procesos docentes e impulsar en la formación de nuevas licenciaturas interdisciplinarias y la promoción entre investigación y docencia y entre universidad y sociedad”, al interior de la máxima casa de estudios la designación se interpretó como “salomónica”, ante el choque de grupos e ideologías que produjo esta elección.
Dos bloques en pugna. En uno de los procesos de sucesión más participativos que se recuerden en la UNAM, en donde 34 mil miembros de la comunidad académica y universitaria opinaron y se expresaron por los distintos candidatos, la efervescencia que despertó esta elección se manifestó en una fuerte movilización de grupos que se colocaron en dos bandos mayoritarios: por un lado quienes consideraban que el doctor Sergio Alcocer tenía el mejor perfil para ocupar la Rectoría y rechazaban el adjetivo de “candidato oficial o del gobierno” que le endilgaron al ingeniero, por su desempeño como subsecretario de Relaciones Exteriores del gobierno de Enrique Peña Nieto; y por el otro, quienes impulsaban a la doctora Rosaura Ruiz, directora de la Facultad de Ciencias, y a quien, por su larga trayectoria y solidez académica, sus seguidores la presentaban como “la primera mujer rectora de la UNAM”, contrario a la etiqueta de sus detractores que la relacionaban con la izquierda y hablaban de vínculos con el líder de Morena, Andrés Manuel López Obrador, que ella negaba.
La polarización permeó a la comunidad académica y estudiantil, al grado de que surgieron movimientos que comenzaron a cuestionar como “vertical, autoritario y poco democrático” el mecanismo de elección histórico y estatutario de la Universidad, a través del voto secreto de los 15 notables miembros de la Junta de Gobierno. En ese ambiente la Junta comenzó desde hace 44 días el proceso de selección con el registro de los aspirantes a los que evaluó según su trayectoria y desempeño académico. De 16 interesados, la Junta decidió que sólo 10 reunían el perfil y los requisitos para ser candidatos a la Rectoría. Conforme avanzaron las audiencias y la presentación de los proyectos de cada candidato, los ánimos subieron y la polarización creció.
El miércoles pasado por la tarde circularon en redes sociales los resultados de la “Evaluación Global a los Proyectos de Trabajo” de los candidatos a rector, atribuida a la Junta de Gobierno y en la que se afirmaba que Sergio Alcocer había sido el mejor evaluado con 84%, seguido de Héctor Hiram con 77% y Rosaura Ruiz con 69%. En ese puntaje el nuevo rector Enrique Graue aparecía en cuarta posición con 68%. Muchos comenzaron a especular sobre la inminente elección de Alcocer e incluso en columnas de opinión se llegó a hablar de que la elección ya estaba claramente definida por quien se veía como cercano al gobierno de Peña Nieto.
Pero ayer la Junta de Gobierno sorprendió con la designación de Graue, a quien consideró el mejor calificado, en una decisión que, si se lee políticamente, claramente apuesta a romper la confrontación y polarización de ideologías y grupos que ocurrió en esta sucesión. El nuevo rector es la opción de equilibrio que salomónicamente pone fin a etiquetas y especulaciones, justas o injustas sobre injerencias políticas oficiales o de partidos en la Universidad. La Junta de Gobierno reivindica así su autonomía. La UNAM seguirá esperando los tiempos en que una mujer ocupe su Rectoría y el rector Enrique Graue ofreció en su primer mensaje una “Rectoría de consolidación” en clara alusión a que dará continuidad al proyecto de ocho años de su colega José Narro, que a su vez continuó la ruta trazada por Juan Ramón de la Fuente. Los médicos, pues, siguen dominando la Universidad.
La versión de Martha. La consejera del Consejo de la Judicatura Federal, Martha María del Carmen Hernández, reconoce que, “como cualquier jurista y abogado” le gustaría aparecer en una terna para ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. “¿Cómo no querría?, para cualquiera que nos dediquemos a esto, y más si hemos hecho carrera en el Poder Judicial, es el máximo sueño. Ni siquiera llegar a ser ministro, ya estar en una terna es un gran logro para cualquiera”, dice la funcionaria judicial. Pero al mismo tiempo rechaza ser “incondicional” del presidente Enrique Peña Nieto y reivindica su trayectoria de 22 años en el Poder Judicial, donde comenzó como proyectista, juez, magistrada de Circuito y ahora integrante del Consejo de la Judicatura.
Esta abogada, originaria del DF, nacida en el antiguo pueblo de Aculco en 1963, y que acaba de titularse como doctora en Derecho por la Universidad Nacional de Educación a Distancia de Madrid, España, afirma provenir de una familia modesta y haberse formado “en la cultura del esfuerzo”. Explica que no tiene una relación personal con el presidente Peña Nieto, “al que apenas si he saludado un par de veces”, y aclara que su carrera la hizo desde sus inicios en el Poder Judicial, al que ingresó en 1992 como secretaria de Tribunal. Luego, en 2001, fue designada jueza segunda de Distrito en Zacatecas, jueza tercera de Distrito en materia de Amparo Penal en 2002, y el 17 de abril de 2005 fue designada magistrada del primer Tribunal Colegiado en Materia Penal en Toluca, Estado de México.
Sobre su paso de dos años como funcionaria del gobierno de Peña Nieto en el Estado de México (entre 2009 y 2011) explica que aceptó ser subprocuradora y luego subsecretaria de Asuntos Jurídicos para implementar el nuevo modelo penal acusatorio en el estado. La invitación se la hizo Luis Miranda, entonces secreario de Gobierno, y cuando dejó su cargo en el Poder Judicial, lo hizo con autorización del entonces presidente de la Suprema Corte, Guillermo Ortiz Mayagoitia. Tras fracasar como “notaria provisional” de la Notaría 169 en Huixquilucan —“porque no tenía ni clientes ni relaciones”— fue visitadora del Tribunal Electoral Federal y solicitó en 2012 su reingreso como magistrada de Circuito que le fue concedido en diciembre de 2013.
Como magistrada nuevamente, fue nombrada titular del Tercer Tribunal Unitario en Materia Penal. En esa etapa, dice, tuvo varias resoluciones adversas al gobierno federal, y ofrece que todas esas sentencias están disponibles si se solictian por transparencia. “No soy empleada del Presidente ni me conduzco como tal”, dice la consejera. “Nunca he hablado con nadie del gobierno, ni me han pedido nada. Como integrante de la Judicatura me conduzco con independencia porque esa es mi obligación constitucional y quien diga lo contrario, que revise mi carrera en el Poder Judicial, donde no tengo ninguna observación, ninguna acusación ni expediente, ni siquiera tuve rezagos cuando fui juez y magistrada”, dice Martha María del Carmen
Hoy su nombre suena, entre otros, como posible integrante de una terna para ser ministro de la Suprema Corte. No es la única mujer, también se menciona a las magistradas Rosa María Temblador Vidrio, de Puebla; Emma Fonseca, del DF, y María del Carmen Alanis, del Tribunal Electoral del Poder Judicial. Esas pueden ser algunas de las cartas si Peña Nieto opta por una terna femenina que garantice la presencia de género en la Corte, tras la salida el 30 de noviembre de la ministra Olga Sánchez Cordero.
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