El dolor en la cara triste de París es para mí la alegría del rostro de Michelle. Yo no sabía de su existencia, pero ahora sé que no existe. Y que con ella se murieron sus 27 años de vida: su nacimiento en Tuxpan, Veracruz y luego sus estudios de Turismo y Negocios en Puebla, Texas y Francia; su trabajo en La Belle Equipe, a donde el viernes por la noche llegó un auto negro del que descendieron dos hombres armados con rifles y lanzaron dos ráfagas cada uno contra los que ahí estaban; cien tiros y 19 muertos. Entre ellos Michelle Gil Jaimes, con quien murieron también sus sueños: casarse con su novio italiano y luego vivir en Milán para formar un negocio y una familia. Y nada de eso será posible porque en un instante estaba viva, y al siguiente muerta por las balas de la barbarie. No. Michelle no fue víctima de la mala suerte. Fue mártir del terrorismo criminal y miserable del Estado Islámico. Con ella murieron otras 128 personas inocentes en una noche de muerte, sangre e infamia. Un pozo de oscuridad en esa Ciudad Luz que ha iluminado al mundo con su grandeza, su filosofía, su arte y su hospitalidad lo mismo para los artistas del color que para los del amor o las palabras y que, a partir de ahora, ya no será la misma luego de estos seis atentados irracionales.
Tiene razón Francisco: “ninguna religión o creencia humana pueden justificar estos crímenes” e intuyo que tampoco podrán perdonarse. Por supuesto que leo los sesudos análisis sobre los bombardeos franceses del 6 de septiembre sobre ISIS en Siria, para explicar la venganza fanática. Pero creo que no tiene razón el presidente francés Francois Hollande, cuando dice que estos ya no son actos de terrorismo, sino una guerra. No. Yo creo que esto es terror puro y que por desgracia está cumpliendo con sus objetivos: paralizar Francia con tres meses de “estado de excepción”; obligar al planeta a nuevas y ofensivas medidas de seguridad en aduanas, puertos y aeropuertos; y sobre todo generar una espiral de violencia; por lo pronto, con los nuevos bombardeos franceses sobre posiciones extremistas y la respuesta amenazante: “ya fuimos sobre París, ahora vamos por Washington”. Y luego, la probable alianza de Francia, con Estados Unidos y Alemania, con la suma de Rusia, para supuestamente aplastar a ISIS, pero a la vez crear nuevos mártires, inspirados en la inmolación de “los nuevos hermanos que ahora están con Alá”.
Nadie puede saber qué pasará ni sus alcances. Hay quienes apuestan por la inteligencia para vencer al temor. Otros plantean escenarios francamente apocalípticos. A mí francamente no me importan por ahora ni la una ni los otros. Me importa Michelle, que es la cara visible de la masacre. Y sé que su historia, al igual que las del resto de los sacrificados, ha concluido porque una caterva de malnacidos dispara y mata a todo aquel que puedan.
¡No! debo responderle a quien me alega que aquí también hemos tenido grupos guerrilleros y terroristas. ¡No! aquí la guerrilla asaltó el cuartel militar de Madera en Chihuahua o enfrentó a los soldados en la sierras de Guerrero y Chiapas. Lo de París fue en cambio la brutalidad absoluta que mató a decenas de jóvenes por el pecado de gustar de un rock estridente. La misma demencia criminal que nos quitó a Michelle para siempre.
Periodista.
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