En los próximos meses iniciará formalmente la renegociación del TLCAN. Los alcances de la misma son inciertos y la modificación que eventualmente pudiese lograrse podría ir desde un cambio meramente “cosmético” hasta una modernización más ambiciosa, similar a la que se alcanzó con la negociación del Tratado de Asociación Transpacífico (TPP). En este último caso, se podrían incluir nuevas materias o modernizar otras, pero siempre dentro de la “plantilla” o modelo existente. Sin embargo, poco se habla de una renegociación que verdaderamente rompa paradigmas y trate de ajustar las normas comerciales a una nueva realidad. Más importante aún, que trate de ver lo que el comercio internacional será en los siguientes 21 años. Un primer escenario es aquel en el que las partes buscarán establecer una unión aduanera. Aunque debería de ser la consecuencia natural después de más de 20 años del funcionamiento exitoso de una zona de libre comercio, lo cierto es que no se observan las condiciones para que esto suceda. En cualquier escenario, a continuación se exploran algunos temas en los que una negociación verdaderamente ambiciosa debería enfocarse.

En el ámbito sobre bienes, los esfuerzos pudiesen concentrarse principalmente en ajustar las reglas de origen, mejorar la logística o incluso buscar alcanzar la convergencia regulatoria. Estas normas muy probablemente se enfoquen a mejorar el funcionamiento de las cadenas de valor, pero habría que preguntarse si durante la renegociación, además de discutir la facilitación de las cadenas de valor, también se abordarán las implicaciones derivadas de las nuevas formas de producción de bienes, especialmente la automatización de la producción o la impresión en tercera dimensión.

En relación con los servicios, quizá este sea el sector que más evolucionará en las próximas décadas. La sofisticación de las operaciones de las cadenas de valor pone de manifiesto la problemática de la desaparición de la línea entre lo que tradicionalmente se conoce como comercio de bienes y comercio de servicios. En este sentido, sería importante que las negociaciones incluyan un nuevo modo de prestación de servicios (lo que algunos llaman el modo 5). Un tema interesante es cómo deben regularse dentro del marco actual nuevas formas de prestación de servicios, tales como Uber, Netflix o Airbnb o si requieren una estructura normativa distinta. Por último, las discusiones podrían abordar cómo la tecnología, y en particular el internet, impactan en las nuevas formas de prestar servicios profesionales, por ejemplo, la inminente posibilidad de que un médico realice una operación vía remota.

En cuanto al desarrollo sustentable, el cambio climático y la escasez de recursos naturales son una realidad. Ambas cuestiones deberían permear en los capítulos del TLCAN relevantes. Por ejemplo, en el tema ambiental o energético, el problema del fracking en la extracción de hidrocarburos ya fue advertido recientemente a México por el relator Especial de las Naciones Unidas sobre los Derechos Humanos al Agua y al Saneamiento. En el mismo sentido, valdría la pena pactar trilateralmente una meta mucho más ambiciosa que la generación de 35% de energía eléctrica con base en la utilización de energías limpias para 2024, establecida en la Ley de Transición Energética.

Finalmente, sería importante abordar el tema de la regulación corporativa. De la mano de las nuevas maneras de comerciar, han aumentado las empresas multinacionales, pequeñas y medianas que realizan operaciones internacionales. Por ello, resulta necesario comenzar la discusión sobre una verdadera regulación trilateral de las conductas de estos actores privados. Dos temas surgen inmediatamente. Uno, la necesidad de crear reglas multilaterales que eviten y prohíban conductas anticompetitivas que afectan a dos o más territorios. Dos, la necesidad de pactar normas que eviten y sancionen a empresas que actúan en el ámbito global por actos de corrupción. En el TPP se dio un primer paso al incorporar un capítulo en esta materia, pero es necesario crear normas multilaterales que vayan más allá de las buenas intenciones e incorporen instrumentos de cooperación trilateral para prevenir, detectar y sancionar estas conductas ilegales.

Las anteriores son sólo algunas ideas. Ninguno de estos temas desaparecerá en las próximas décadas. Las partes del TLCAN deberán decidir si es momento de tener una discusión seria sobre estos temas o si la renegociación será simplemente una actualización de la “plantilla” acordada en 1994. Los tres países deberán decidir si se negocia un TLCAN para cubrir una necesidad mediática o pensando en la relación comercial trilateral con una visión a futuro, al año 2030, por ejemplo.

Profesor Titular, Facultad de Derecho UNAM. Juez del Órgano de Apelación de la Organización Mundial del Comercio Twitter: @ricardoramirezh2222

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