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Contexto
En las próximas semanas, el Senado de la República deberá analizar y, en su caso, aprobar el Tratado de Asociación Transpacífico (TPP). La revisión de dicho instrumento debe hacerse de manera exhaustiva y responsable. Durante los más de 20 años en vigor del TLCAN, la retórica sin sustento o inopia intelectual prevaleció sobre el examen serio. Este es el primero, de una serie de cuatro artículos, que analizarán lo bueno, lo malo y las interrogantes planteadas por el TPP a fin de contribuir a dicho análisis. La primera parte examinará el contexto de su negociación, la segunda abordará las disciplinas en materia de bienes, la tercera las relativas a servicios y temas nuevos, y la última parte las disposiciones institucionales y de solución de controversias para finalizar con algunas reflexiones.
Lo bueno. Desde el punto de vista multilateral, era fundamental incorporarse a esta negociación, ante el estancamiento de la ronda Doha de negociaciones en la Organización Mundial del Comercio. Desde el punto de vista regional, las iniciativas por ampliar o modernizar el TLCAN no fueron prioridad del gobierno mexicano y los pocos intentos que se hicieron no tuvieron resonancia en Estados Unidos ni en Canadá. Adicionalmente, y aunque los flujos de comercio no son significativos actualmente, siempre será bienvenida la oportunidad de que bienes o servicios mexicanos tengan acceso preferencial a mercados importantes como Australia, Nueva Zelanda o Singapur.
Lo malo. La incorporación fue tardía. En un proceso de negociación que inició en 2008, México se sumó hasta finales de 2012. La incorporación a todo proceso de negociación en curso tiene un costo. Si bien es cierto que una parte importante del texto no había sido acordado hasta ese momento, también lo es que México tuvo una posición difícil en aquellas disciplinas que ya habían sido pactadas. Por otro lado, a diferencia del TLCAN, en donde México era el país con menor desarrollo, en el caso del TPP existen 7 países con un PIB menor al de México. Por ello, la dinámica de negociación necesariamente tuvo que ser distinta. De hecho, ya existen estudios que alertan que, en algunos sectores, México podría enfrentar una competencia importante para acceder al mercado de Estados Unidos. Tal es el caso, por ejemplo, de Vietnam en el sector calzado.
Las interrogantes. Ningún instrumento jurídico es perfecto. A lo largo del recorrido por los distintos temas que abarca el TPP habría que preguntarse si efectivamente dicho instrumento fue un paso en la dirección correcta con respecto a la modernización del TLCAN. Habría que aclarar que modernización no sólo significa disciplinas más acordes a la manera en que se realiza el comercio hoy o más sofisticadas con respecto a aquellas previstas en el TLCAN o en la OMC. Modernización también significa que se hayan atendido aquellos temas que dificultaban el acceso de productos y prestadores de servicios mexicanos a Estados Unidos y Canadá, y en los que el TLCAN resultó obsoleto o simplemente no funcionó.
La experiencia que dejó el TLCAN es que la operación e implementación de un instrumento comercial es tan o, incluso más importante, que su texto. Muchas de las ventajas del TLCAN no se potenciaron o aprovecharon por falta de una política nacional que acompañara las ventajas comerciales. Habría que dejar a un lado los intereses particulares y privilegiar los beneficios que traerá consigo la apertura a países que en conjunto representan cerca del 40 por ciento del PIB mundial, pero al mismo tiempo, es necesario prepararse para hacer frente a nuevos competidores en sectores muy sensibles de la economía mexicana. Todo ello dejando a un lado la retórica simplista y poniéndose a chambear.
[1] Profesor Titular. Facultad de Derecho. UNAM.
Juez del Órgano de Apelación de la Organización Mundial del Comercio
@ricardoramirezh