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El martes 20 de diciembre, Moscú fue anfitrión de una reunión tripartita para discutir la crisis siria. Los ministros de Relaciones Exteriores de Rusia, Turquía e Irán participaron en un evento diplomático, en el que no se invitó a John Kerry, el secretario de Estado estadounidense, ni las Naciones Unidas fue consultada.
La Declaración de Moscú anunció una reunión preliminar que se realizará en Astana, Kazajistán durante enero, entre representantes de la oposición siria y el régimen de Damasco para definir pasos para un alto el fuego total y negociaciones para una solución pacífica al largo conflicto en su país. La reunión tuvo lugar después de largas conversaciones en Ankara entre agentes de inteligencia rusos y líderes de combatientes sirios, con la participación de autoridades turcas. Los comentarios del canciller ruso Serguéi Lavrov sobre estos contactos fueron significativos. Dijo que “trabajar directamente con Turquía en el plan de evacuación (de Aleppo oriental) era más eficiente que la reunión infructuosa con Estados Unidos”. Kerry expresó sus dudas de que los nuevos esfuerzos tendrían éxito.
Después de Aleppo, el presidente ruso Vladimir Putin está actuando como si fuera el único jugador en Siria. Está ignorando a la “oposición exterior”, reconocida como representante del levantamiento sirio por un gran número de naciones. Está ignorando a los “Amigos del pueblo sirio”, que incluyen a Estados Unidos, países occidentales y árabes y muchos otros. Su pasividad y falta de acción en épocas trágicas podrían justificar su marginación, pero una crisis de tal complejidad, con sus implicaciones regionales e internacionales, necesita los esfuerzos concertados de todas las partes para resolverlo.
Putin parece considerar su victoria en Ale-
ppo como el acto final de la guerra en Siria. Él quiere fortalecer la presencia rusa en ese país, ampliando la base naval en Tartous, entre otras medidas, y proceder a imponer un alto el fuego total en la preparación de un proceso político. Las sugerencias de Moscú suponen la creación de consejos locales en las áreas de las fuerzas de oposición, administraciones descentralizadas, abrir la puerta a la normalización entre las diferentes regiones sirias, obtener una amnistía para los opositores, facilitar el intercambio económico con socorro a los desplazados. Se prevé un periodo transitorio antes de que se adopte una nueva constitución y se celebren elecciones.
Las sugerencias son prometedoras para los millones de sirios que son víctimas del salvajismo de su régimen o la conducta arbitraria e ilegal de los extremistas armados. El problema que enfrenta Moscú en su plan es con el régimen de Damasco y sus aliados en Teherán. Ellos quieren continuar con sus operaciones militares, desplazando a miles de familias y matando a más civiles inocentes mientras puedan... aunque ambos deben sus logros en el terreno a la intervención rusa, cuando sus fuerzas combinadas estaban a la defensiva.
La diferencia de objetivos entre el eje Moscú-Damasco-Teherán debe ser abordada y no será fácil con los regímenes sirio e iraní, conocidos por sus dobles discursos y por ocultar sus intenciones a través de décadas de historia.
Rusia necesita encontrar una salida rápida del atolladero sirio. Alienar a todo el mundo musulmán con su mayoría sunita sería costoso a largo plazo. El asesinato del embajador ruso en Ankara es una advertencia sobre el estado de ánimo contra Rusia después de Aleppo.
Turquía también tiene un interés directo en la vecina Siria. Ha invertido económica, política y militarmente en los grupos de oposición, y no estará satisfecha con ser jugador de segundo grado.
Justo después de la Declaración de Moscú, los medios turcos pidieron la retirada de Siria de las milicias lideradas por Irán, en particular el Hezbolá, que desempeñó un papel importante en el mantenimiento del presidente sirio Bashar al-Assad en Damasco.
Irán fue objeto de fuertes ataques por su supuesto papel en Aleppo. Turquía no tiene prisa en firmar un acuerdo y debe garantizar su cuota de influencia en Siria y en Irak frente a la expansión iraní en todo el Levante.
Irán está preocupado por preservar sus ganancias en la región. La política rusa podría amenazar sus esfuerzos en la creación de la llamada Media Luna Shia, que incluye Irak, Siria y Líbano por el momento. La República Islámica está aprensiva ante un posible acuerdo entre Putin y Donald Trump, considerando la opinión del presidente electo estadounidense y de sus asesores en lo que respecta a la política iraní en la región.
Para que el plan ruso tenga éxito es necesario aclarar los objetivos y tener una base común con Turquía e Irán. Tampoco es prudente ignorar a los demás en el terreno que pueden complicar cualquier proceso que pasa por alto sus intereses. Estados Unidos tiene una importante presencia en Irak y el norte de Siria con sus aliados kurdos. No se menciona la contribución árabe para poner fin al conflicto sirio, excepto cuando se habla de financiar la reconstrucción del país, lo cual no es realista en la teoría ni en la práctica.
En el proceso de resolver el complejo conflicto sirio muchas cuestiones no son claras hasta el momento. La disposición del régimen de Al-Assad y los iraníes a poner fin a la guerra en esta etapa es cuestionable, dada su posición en las conversaciones de paz anteriores. El enviado de la ONU para Siria, Staffan de Mistura, ha invitado a los partidos sirios a reanudar las conversaciones en Ginebra el próximo 8 de febrero. ¿Quién asistirá y qué relación habrá entre la pista de Ginebra y Astana? ¿Cuál es el destino de Bashar al-Assad?, y la pregunta más grande de todas es sobre el factor Trump: ¿Cuál será su política sobre Siria y qué posible acuerdo puede hacer con su querido Vladimir Putin?
El autor fue embajador de Líbano en Méxicoentre 1999 y 2011
nouhad47@yahoo.com