Nate Silver se hizo famoso hace algunos años cuando tenía un blog en la página del New York Times -llamado FiveThirtyEight- el cual utilizaba complejos modelos probabilísticos de predicción electoral. Recuerdo bien que cuando una gran parte de los medios ponía el énfasis en los repuntes de Mitt Romney y los desplomes de Obama en los sondeos, el modelo de Silver, basado en promedios de encuestas estado por estado, ponderados por el desempeño histórico de cada una de esas encuestas, indicaba que Obama seguía manteniendo un 75% de probabilidades de ganar la presidencia. En 2012, su tino en prácticamente cada uno de los estados fue impresionante, no sólo en términos de la carrera presidencial, sino también en cuanto al Senado y a la Cámara de Representantes. Hoy, ya fuera del NYT, Silver conserva su página, y se dedica a todo tipo de predicciones y análisis interesantes, incluidos asuntos como los deportivos (su pasión). El gran problema es que a veces el tema de las probabilidades no es tan claro. Hace muy pocos días, el portal concedía a los cachorros de Chicago, solo un 24% de probabilidades de ganar la serie mundial. Y, sin embargo, la maldición de la cabra se rompió tras 108 años, y Chicago se coronó. El propio Nate Silver, hace un año, daba a Trump solo el 6% de probabilidades de convertirse en candidato republicano. Poco a poco, sus probabilidades fueron subiendo a 13%, a 27%, a más del 50%. El resto de la historia es conocido. Dos preguntas, entonces: ¿En dónde se encuentran las probabilidades de Trump y de Hillary según ese portal (y portales similares)? Y, sobre todo, ¿qué significan esas probabilidades y cómo debemos leerlas?

Respondo lo primero: Al momento de escribir este texto, las probabilidades de que Hillary gane las elecciones son aproximadamente 64%. Las de Trump son 36%. Estas probabilidades vienen bajando desde hace un par de semanas cuando Hillary había alcanzado hasta 88% y Trump estaba en 12%. De acá al 8 de noviembre Hillary podría, ya sea detener su caída –lo que parecía empezar a suceder desde ayer-, o bien, quizás seguir cayendo hasta posiblemente un 60% o incluso más abajo. Esto significa, en teoría, que ella podría conservar, incluso hasta el último momento, las mayores probabilidades de ganar. ¿En qué se basa esta afirmación?

Básicamente se trata de un asunto de las matemáticas del colegio electoral, el sistema que finalmente decide quién será presidenta/e. Por ejemplo, considerando un escenario negativo para Hillary, y pensando en que podría perder varios de los estados llamados “columpio” o “campos de batalla” (aquellos estados que a lo largo de la historia han votado en distintos sentidos, a veces por republicanos, a veces por demócratas, y que cuentan con los votos que realmente podrían definir la elección), tales como Ohio, Florida, Carolina del Norte y Nevada, aún bajo ese escenario negativo la candidata demócrata conservaría altas probabilidades de ganar otros estados “campo de batalla” como Pensilvania (74% de probabilidades), o Colorado (74% de probabilidades). Si se hacen las cuentas, y se asigna a Trump todos los votos electorales de aquellos estados donde Clinton tiene por debajo de 70% de probabilidades de ganar, aún así Hillary sobrepasa los 270 votos electorales necesarios para ganar. De hecho, el modelo de Silver en estos momentos da a Hillary 289 votos electorales. En palabras más simples: en la medida en que se cumplan las probabilidades de las partes internas del modelo (o sea, las probabilidades de cada uno de los estados), en esa medida Hillary debería, en teoría, ser la próxima presidenta de EU.

El problema está, básicamente, en cómo leemos los temas de probabilidades. El afirmar que algo tiene 30% de probabilidades de ocurrir, supone comprender que la materialización de ese evento sí es posible, aunque solo hay 30 probabilidades en 100 de que ello suceda. Eso puede ser demasiado alto o demasiado bajo, dependiendo del cristal con que se mire. Por ejemplo, el embarazo es un acontecimiento que, bajo circunstancias normales, tiene entre 20 y 25% de probabilidades de concretarse tras un acto sexual. Y, sin embargo, acá estamos todas y todos. Déjeme ponerlo así: tanto usted como yo, nacimos gracias a que, en cierto momento y lugar, se materializaron las bajas probabilidades de que nuestras madres quedaran embarazadas. Todos los días somos testigos de eventos, encuentros, accidentes o momentos afortunados que tenían probabilidades muy bajas de suceder. Ni los seres humanos, ni la vida que protagonizamos somos ciencias exactas.

Por tanto, el hecho de que un candidato cuente con x por ciento mayores probabilidades que otro, no debe leerse como “ya ganó uno” o “ya perdió el otro”. Lo que se está diciendo es simplemente que, bajo las circunstancias actuales y de cumplirse determinadas condiciones que hoy son previsibles, las oportunidades para que uno gane son más altas que las del adversario. Esto significa, automáticamente, que cada vez que se añade un factor a la ecuación que anteriormente no estaba siendo considerado, esas probabilidades van cambiando. Y si a lo fortuito y a lo imprevisible, añadimos el hecho de que no siempre expresamos lo que sentimos o pensamos, y que nos reservamos el momento secreto del voto para ejercer nuestra verdadera voluntad, entonces podemos comprender cómo es que ocasionalmente, los eventos electorales de menor probabilidad son los que terminan ocurriendo.

Como resultado, en torno a las elecciones del martes hay una enorme incertidumbre y esa incertidumbre nos hace pensar y comportarnos de maneras peculiares. No obstante, hay que comunicar la situación tal y como está: sin pánico, pero tampoco evadiendo la preocupación que naturalmente sentimos en un país como el nuestro. Haciendo la aritmética electoral, incluso bajo escenarios negativos, Hillary debería ganar. Se trata de un volado en el que la moneda en el aire no es 50/50 águila-sol, sino águila-64/sol-36 o águila 60/sol-40 (siendo sol una palabra que hace alusión al sol de nuestras monedas de antaño, y no a la luz del candidato republicano). A pesar de ello, sin embargo, esa moneda sigue en el aire y mientras no la veamos caer al suelo, cualquier evento tiene posibilidades de alterar el curso de las probabilidades actuales.

Twitter: @maurimm

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