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Un ataque terrorista tras otro. Balaceras, muertos, desaparecidos y delitos de alto impacto de toda índole. Si no siempre en nuestra cercanía geográfica, sí a un solo click de distancia. El contacto con los medios nos genera estrés, eso ya lo sabíamos hace tiempo. Apenas hace unas semanas, el NYT, preocupado por la ola de noticias de violencia que sus audiencias han recibido (atentados en Orlando, Estambul, Irak, Siria, Afganistán, Bangladesh, Niza y Alemania, entre otros, además de violencia racial en EU y un golpe de estado en Turquía), publicó una serie de consejos para amortizar el estrés que sus lectores padecen a causa de estas noticias. En 2012, en este mismo diario publicamos los resultados de un estudio que efectuamos, el cual detectaba que en México un elevadísimo porcentaje de personas padecía síntomas sugerentes de estrés post traumático a causa de la violencia asociada al crimen organizado y que, mientras más conectados estábamos a medios o redes sociales, esos síntomas tendían a incrementarse. Estudios posteriores que hemos llevado a cabo, encontraron, por un lado, que los participantes mostraban una enorme desconfianza en “los medios” de comunicación, y por el otro, una constante molestia al respecto de cómo dichos medios cubren los temas de violencia. Desde hace unos meses, estamos llevando a cabo una nueva investigación que busca profundizar en estos últimos temas.
Este tipo de estudios parte de los siguientes supuestos: La relación medios-sociedad no es solo una cuestión que abarca el mundo de las comunicaciones, la sociología, la psicología o la ciencia política. Se trata de un tema directamente relacionado con la paz. De acuerdo con investigación publicada por el Instituto para la Economía y la Paz, el libre flujo de la información, así como una relación sana entre ciudadanía y medios de comunicación, son condiciones necesarias para la construcción de paz. Cuando la gente percibe que no hay libertad de expresión, que la información está siendo manipulada, que los periodistas no pueden cumplir con su labor porque padecen de violencia o amenazas de violencia, en esa medida esa sociedad se va alejando de condiciones de paz. Hay más. En la medida en que las audiencias nos estresamos, sentimos miedo y decidimos dejar de tener contacto con los medios de comunicación, en esa medida la relación medios-sociedad se empieza a vulnerar y, por tanto, nos vamos convirtiendo en sociedades menos informadas, lo que también golpea nuestras condiciones de democracia.
Por consiguiente, si nuestras investigaciones ya detectaban síntomas como esos, valía la pena estudiar más acerca de cómo o en dónde se está dañando esa relación medios-sociedad. ¿De qué medio o medios específicos estamos hablando? ¿Hay alguno o algunos que no son percibidos como los demás? ¿Cuáles y por qué motivos? ¿Qué es lo que hace que nuestros participantes se acerquen a determinados medios y qué es lo que hace que se alejen de otros? ¿Qué es lo que les produce enojo o sentimientos negativos acerca de medios o periodistas específicos y cómo se construye socialmente esa serie de sentimientos? ¿Qué rol juegan las redes sociales en este esquema? ¿Qué es lo que, desde su visión, tendría que tener un medio de comunicación para ser más confiable? ¿Qué temas debería tocar y cómo deberían tocarse para que esa persona se acercara más a ese medio de comunicación? Concretamente, ¿cómo debería de cubrir la violencia un medio de comunicación? No pretendemos adelantar todos los resultados, pero debido a las coyunturas que se han vivido en México y en el mundo, me pareció relevante compartir un avance.
Advierto: Como ocurre en la mayor parte de estudios cualitativos, es imposible lograr una muestra representativa del país, por lo que nuestros resultados son solo exploratorios. Sin embargo, la detección de patrones y su repetición a través de género, edad, profesión y ubicación geográfica es sugerente de hipótesis bastante sólidas. (Para detalles metodológicos y más resultados, puede revisar la publicación de nuestra investigación previa en el International Journal of Peace Studies acá: https://www.gmu.edu/programs/icar/ijps/Vol20_1/Meschoulam_Hacker_Carbajal_deBenito_Blumenkron_Raich.pdf)
El factor que más resalta del nuevo estudio, una vez más, tiene que ver con la desconfianza en los medios de comunicación que nuestros participantes exhiben, en buena medida ocasionada por la combinación de: (a) una subyacente altísima desconfianza en el gobierno, y (b) la percepción generalizada de que el gobierno y “los medios” se encuentran coludidos. Cuando esto se explora a fondo, lo que más emerge es la noción de que el gobierno presiona a los medios de comunicación para que digan lo que el gobierno quiere que digan y callen lo que quiere que callen. Eso nos lleva a las características que los entrevistados más parecen valorar de algunos medios que sí les dan confianza: la objetividad, el pensamiento crítico y reflexivo, un periodismo riguroso que vigile, cuestione y desenmascare casos de potencial corrupción o negligencia de funcionarios o servidores.
Casi a la par con lo anterior, los participantes muestran un cúmulo de sentimientos negativos a raíz del amarillismo que perciben en los medios. En su visión, la gran mayoría de dichos medios exhibe demasiada violencia, muy por encima de lo que la audiencia necesitaría para estar correctamente informada. Los participantes consideran que se muestra demasiada sangre, fotografías y videos con excesos de barbarie, porque eso les “genera rating”. Muchos de nuestros participantes manifiestan enojo con los medios porque sienten que tratan a sus audiencias como si fuesen tontos o manipulables. Otros entrevistados se sienten impotentes y consideran que el contactar a los medios solo les produce depresión o frustración. Por consiguiente, muchos de ellos eligen evadirse de la información, apagan la tele, ponen música, y prefieren no enterarse de lo que sucede.
Algo de lo más relevante que estamos detectando tiene que ver con la confluencia entre las conclusiones a las que arriban nuestros entrevistados, con lo que sugieren algunos autores como el colombiano Darío Restrepo o el noruego Johan Galtung. La mayor parte de entrevistados, sin haber leído libros, sin haber estudiado teorías, plantean de manera simple y clara propuestas como estas: (1) Priorizar el respeto a las víctimas y a sus familiares antes de exhibir fotografías o siquiera hablar de ellas (lo que Restrepo llamaría hacer periodismo desde el lugar de las víctimas), (2) Evitar el exceso de imágenes violentas de esas que los noticieros o periodistas “advierten” antes de exhibir. ¿Cuántas veces se necesita mostrar una explosión para que la audiencia comprenda que hubo una explosión? ¿Cuántas veces se necesita transmitir el video del camión atropellando inocentes en Niza para que se comprenda lo sucedido? “No somos tontos”, nos dicen. Más aún, el solo hecho de repetir una y otra vez esos videos no solo enoja, sino que incluso genera sospechas en algunos, (3) Cuando se habla de un evento de violencia, los participantes piensan que el medio no solo debería hablar de la violencia misma, sino también de lo que le subyace, así como de potenciales soluciones o vías de salida. ¿Cuáles son las causas raíz de temas como el terrorismo o la violencia del crimen organizado? ¿Qué se puede hacer para reducir los riesgos o resolver de fondo esos problemas? En su visión, los medios podrían contribuir a generar pensamiento crítico, reflexivo y alternativo en las audiencias, hablar de casos de éxito en temas como reducción de violencia, fomentar discusiones que vayan más allá del último atentado, la balacera o el secuestro, y valoran enormemente a los medios o periodistas que sí lo hacen (que en su opinión son demasiado pocos).
Por supuesto que los medios no son responsables de la cantidad de eventos de violencia que se ven obligados a cubrir. Sin embargo, nuestros participantes parecen sugerir (algunos académicos dirían, corroborar) que no hay una única forma de informar, sino muchas. Nuestros resultados están mostrando que cuando dichas formas de informar no consideran a las audiencias y a las afectaciones que televidentes, radioescuchas y lectores están padeciendo en tiempos como los que vivimos, esas audiencias van paulatinamente reaccionando de maneras negativas, culpan a los medios de lo que sienten, y terminan por desconectarse o evadirse, lo que no solo vulnera el propósito último de esos medios de información, sino vulnera también las condiciones de democracia y paz estructural que sociedades como la nuestra tanto necesitamos.
Twitter: @maurimm