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La plataforma streaming de Netflix está presentando simultáneamente una serie en forma (El Chapo) dentro de un contexto lo más apegado a la realidad del narco, y la que pinta para ser una larguísima telenovela (como una alternativa para señoras hartas de La Rosa de Guadalupe) que se desprende del mayor culebrón de la historia telenovelera chafa con técnica de cine: El Señor de los Cielos.
Lo que no queda claro es que si en El Chema –así se llama la telenovela—se tienen que intuir algunos personajes como Peña Nieto (Omar Terán, personificado por Jesús Terán), su esposa La Gaviota (que aquí se llama Paloma y es interpretada por Paloma Villarreal), Owen Stein (Marius Biegai, que es Sean Penn), Auristela Durán (Rossana Nájera, que no es otra que la Kate del Castillo). Aparte están las más buenas que el pan: como Rutila (Carmen Aub) y Mabel Cataño (Mariana Seoane), mi viejecita Celia (Isela Vega), Elvira (Arcelia Ramírez), Fabián Ponce (Jorge Luis Vázquez), Itatí Cantoral, Julio Bracho… y, desde luego, El Chema: Mauricio Ochmann.
Con fuerte olor a Argos Comunicación y Tele Mundo, el creador de la telenovela en versión superlibre (o invéntate lo que quieras) es el venezolano Luis Zelkowicz, auxiliado por Nicolás Di Blasí, y Danny Gavidia. La música la firma Juan Carlos Rodríguez y el tema principal es de los de “ya no por favor” La Banda el Recodo. Los expertos en el alargamiento sin piedad de las telenovelas, vaticinan más de 85 capítulos en este spinn off mafioso, sin dios ni ley que lo detenga.
Así como hay algunos aciertos (en los primeros cinco capítulos) hay muchos desatinos que, para nada, se apegan a este Chema Venegas Mendivil (que pretende ser luego de un largo aprendizaje criminal, un “Chapo Ilustrado”, bravucón que habla correcto y bien fluidito inglés (que dizque porque nació en Arizona) que se liga, mediante entrevista de por medio, a una Kate del Castillo falsa y que hace ver a la versión de la telenovela de Sean Penn, como casi un jala-cables de la filmación (con perdón de los jala-cables de verdad).
Obviamente se trata de una reinvención del verdadero Chapo Guzmán, y como con la versión o interpretación libre no hay que rendirle cuentas a nadie, pues la historia fluye muy libremente, permitién dose las licencias que quiera, estén basadas en la realidad o no. Cualquier personaje como el caso de El Señor de los Cielos (interpretado por el narco de medio tiempo en la coca y medio en el salón de belleza: Rafael Amaya, “Rutilo Casillas” que, ni de lejos se parece a Amado Carrillo, el verdadero volador y valedor de los cielos) puede entrar de emergente para darle, digamos, cierta verosimilitud o continuidad a esta nueva historia.
Lo malo es que 85 capítulos son muchos (aunque en algunos hay una cierta idea y producción de más de 10 dólares) y, seguramente, llevarán al aburrimiento y a la repetición de consignas a algunos, mientras que las abnegadas señoras de la casa pedirán más de este Chema carita, listo, audaz, valiente y vacilador que están cambiando por La Rosa de Guadalupe. Veremos con que Chapo nos salen el mes que entra.