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Con una cartelera de cine tan conservadora, previsible y ridículamente familiar, que sólo quiere el dinero de los combos de palomitas, nachos y refrescos, del pobre espectador, la única alternativa posible para ver cine que no sea el que dicta la iniciativa hollywoodense (que parece que vive en el pancho perpetuo como ya se pudo ver en la reciente entrega de ese mamotreto que es el Oscar) es, en buena parte, la que propone el cine independiente, las cintas de acción, las de terror extremo, los thillers, (no) autorizados, documentales fuera de la ley y películas que asustan al sistema cardiofamiliar.
Por esa razón proliferan los DVD y Blu-rays venidos de todas partes del mundo con ese otro cine que ofrece sorpresas inesperadas y que no se puede ver en la pantalla grande porque dicen las grandes distribuidoras que “no es comercial”. Su daño colateral es que compañías como Warner, Fox, Sony Pictures, Universal y Paramount, no sacan en los formatos digitales ese tipo de películas, más que las que son políticamente correctas o insubstanciales y que no hacen ni la más mínima conciencia, lo que aplica también en series y documentales.
O se van a atrever a sacar cosas como: David Lynch: the art life, de Rick Bames, Jon Nguyen y Olivia Neergaard, que explora el camino retorcido de la iniciación del controvertido director en el cine, en sus propias palabras.
Obviamente como es de esperarse, Lynch no ofrece pistas fáciles para los que han seguido su cine o continuación de series que, seguramente, serán un acertijo como la quien sabe que parte de Twin Peaks, que ya no tarda.
Otros ejemplos son Uncle Howard, de Aaron Brookner, sobre su propia existencia afectada por el sida, que le costó la vida. Su obra fue a parar al bunker personal de William Burroughs y ahí ha permanecido durante 30 años, hasta que su sobrino la desenterró. Ya pasó por el Sundance del año pasado y echó chispas por lo que se cuenta de celebridades como el propio Burroughs y Madonna. O Creative Control, de Benjamin Dickinson, sobre el creador de un par de anteojos especiales de realidad aumentada para engendrar un avatar de la novia de su mejor amigo. Se trata de una cinta brutalmente exquisita que es como un encuentro cercano de Antonioni con la generación digital iPhone (como dirían los críticos de cine ídem: Nelson Carro y Carlitos Bonfil, que quisieron haber nacido en Francia, pero que huelen a la colonia Guerrero).
Y ya rebajándonos a la comida chatarra de Burger King y McDonald’s, hamburguesas en serie muy venidas a menos, no tarda The Founder, el biopic quien sabe si autorizado del creador de la franquicia de la inconfundible M, Ray Crok (Michael Keaton), que visualizo a tiempo el potencial de la hamburguesa, asando en la plancha a sus creadores: los hermanos Richard y Maurice McDonald y vendiendo luego su carne en unas 100 hamburguesas (dicen que Big Mac) para que no quedara huella, que no, que no… en una película que brilla como la grasa.
pepenavar60@gmail.com