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Con la habilidad de siempre, el PRI bloqueó la reforma a la Ley Electoral que posibilitara en nuestro país la figura de la “segunda vuelta”, la cual daría mayor legitimidad y gobernabilidad al presidente o presidenta electa.
Ante esta situación, líderes políticos están invitando a la formación de un Frente Amplio Democrático (FAD), que considere una plataforma de transición centrada en el combate frontal a la corrupción, la impunidad, la inseguridad y un aterrizaje final de la reforma política.
Un frente amplio debería considerar a todos o, al menos, a la mayoría de los partidos de oposición y esto, parece, no es así. El problema está en que la presentación la hicieron el PAN y el PRD, sin saber la posición de los demás partidos; lo único seguro es que el PRD va en contra radicalmente de su primo hermano, Morena.
El frente se presenta como una alternativa al sistema de corrupción e impunidad que representa el PRI y, por otro lado, a la demagogia de Morena con López Obrador.
Esto representa un riesgo muy alto para el PAN, ya que de aparecer en la boleta el emblema del FAD, aunque el candidato o candidata fuera del PAN, el votante tradicional PRD votaría por López Obrador en el recuadro de Morena. No es posible pensar que quien ha votado por AMLO en las pasadas elecciones federales vote ahora por un candidato distinto y menos si es del PAN. Esto representaría la victoria de AMLO y un colapso para el PAN a nivel nacional.
Otro problema para el PAN está relacionado con la CDMX, ya que la estrategia real del PRD en la integración del FAD está en condicionar una alianza con el PAN en la CDMX, siendo el candidato a jefe de Gobierno propuesto por el PRD.
El PRD quiere salvar a como dé lugar sus posiciones en la Ciudad, especialmente la jefatura de Gobierno. Pero esta estrategia también es un error porque, dada la división al interior del PRD en torno a la alianza con el PAN en el FAD –de concretarse–, seguramente en la CDMX sucedería lo mismo que en la elección presidencial; esto es, el voto útil iría a Morena, el PRD perdería la mayoría de las posiciones incluyendo la jefatura de Gobierno y el PAN no ganaría nada.
He apoyado alianzas con el PRD en varias elecciones estatales, siempre buscando una plataforma de transición democrática. Si bien en varios estados hubo éxito ganando la elección a gobernador, en las plataformas de gobiernos de transición el fracaso ha sido rotundo. Ahí, quedan como ejemplo los gobiernos de Sinaloa y Oaxaca.
El PRD ha gobernado la Ciudad de México desde 1997 y, desde entonces, la corrupción en estas administraciones ha sido escandalosa y, a la par, la inseguridad y la pérdida en la calidad de los servicios públicos ha ido en ascenso en estos años.
En la Asamblea Legislativa, la política del PRD ha sido siempre igual a la que tanto criticó del PRI: “Carro completo y mayoría aplastante”, sin debate, sin argumentos e incluso violando procesos legislativos de la propia Asamblea. Se han aprobado leyes que no sirven para nada y, en algunos casos, hasta resultan inconstitucionales.
En la pasada Asamblea Constituyente el PRD actuó igual; promovió un proceso viciado de origen y antidemocrático. En la elección del Constituyente sólo se votó por 60 de los 100 diputados, los demás fueron una burda imposición para asegurar mayoría. La participación electoral apenas llegó al 28% y 8% de los votos fueron anulados. Esto quiere decir que la representatividad de la Asamblea Constituyente apenas alcanzó el 12% del electorado.
Ante esta realidad, los trabajos del Constituyente no tuvieron legitimidad, por eso varias asociaciones promovimos iniciativas para que la Constitución aprobada fuera llevada a referéndum, como sucede en todo el mundo democrático. El PRD se negó rotundamente a esta posibilidad. Finalmente, se solicitó al jefe de Gobierno que promoviera un plebiscito antes de publicar la nueva Constitución, lo cual también fue rechazado. Este es el nivel de democracia del PRD.
El PAN debe concentrarse en su proceso interno para elegir candidato o candidata a la presidencia con armonía y unidad, y escoger a quien tenga mayor competitividad. Las condiciones para volver a ganar la Presidencia en el 2018 están dadas y si en el camino se abre la posibilidad de alianzas con otros partidos, bienvenidos, pero no caigamos en espejismos ni en engaños.
Twitter: @JL_Luege