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En México, un país de reprobados, en donde subsisten penosamente 50 millones de compatriotas atenazados en la pobreza, para ya ni hablar de los 16 millones sepultados en la miseria extrema, se impone la presencia de una izquierda inteligente, progresista, constructiva, propositiva que no pretenda gobernar con recetas extraídas del bote de la basura, sino con estrategias de crecimiento y evolución de auténtica vanguardia, como en su momento lo fueron las de Mitterand, las de Felipe González, las de Bachelet o las del propio Lula. ¿A dónde vamos con una izquierda como la de Castro o la de Maduro o la de Mao o la de Brejnev o la de Daniel Ortega o la de Evo Morales, la de López Obrador o la perredista? El comunismo marxista que se desplomó junto con la Cortina de Hierro y el muro de Berlín, a finales del siglo XX, como uno de los más gigantescos fracasos de la historia de las doctrinas económicas.
Quien intente volver a gobernar con arreglo al pasado, como lo ha declarado López Obrador, valdría la pena recordar que cuando Cárdenas expropió los Ferrocarriles Nacionales de México, es decir, al burocratizarlos, quebraron los ferrocarriles, como quebró Pemex, como quebró el campo después de expropiar 26 millones de hectáreas, y más tarde, como quebró CFE y quebraron los Teléfonos de México y quebró Aeroméxico, entre otros tantos casos más, en aquellos años populistas del capitalismo de Estado mexicano. ¿Cómo insistir en el desastre después de demostrar que el gobierno ha sido y es un pésimo empresario? ¿Esa es la izquierda mexicana que nos espera y que desconoce la historia o insiste fanáticamente en el error?
¿Cuál es el mejor de los sistemas económicos? El que resuelva la mayor cantidad de problemas: el que proporcione más llaves de agua potable, más zapatos, más hospitales, más teléfonos, más líneas de fibra óptica, más teatros, más satélites, más telecomunicaciones, más vacunas, más automóviles, más escuelas, universidades y tecnológicos por persona, es decir, el modelo económico que pueda crear más empleos, generar más riqueza y ofrecer a los gobernados mejores regímenes de seguridad social es, sin duda, el que debemos elegir más allá de toda demagogia... ¿O no...? Gobernar es crear empleos, entre otros objetivos, y para crear empleos productivos se requiere trabar alianzas con la iniciativa privada, de modo que no sean más puestos burocráticos.
La aceptación de una tesis que proponga la existencia de un mercado libre en la más amplia acepción del término, léase un capitalismo desbridado, un neoliberalismo sin fronteras o en otras palabras, la tolerancia de un neolibertinaje económico en perjuicio de quienes se encuentran cautivos o excluidos de los esquemas de distribución del ingreso; la pretensión siempre miope de los creyentes en las bondades de un darwinismo social montaraz, un darwinismo mercantil ignorante de las diferencias, las capacidades y el talento concurrente entre los hombres, no puede sino conducir al enfrentamiento verbal, a la fractura del diálogo, y posteriormente al derrumbe de las propias estructuras políticas y sociales.
De la catástrofe comunista no puede desprenderse el arribo indiscriminado de la extrema derecha, de un neolibertinaje que presuponga la imposición de cargas iguales entre los desiguales, que exalte la figura del económicamente más fuerte y desprecie al individuo sin capacidad de consumo, quien por el hecho de no aportar ni retroalimentar el aparato productivo en los términos esperados por el Estado, debe ser despreciado, ignorado y discriminado como un minusválido.
En países engangrenados por la avanzada descomposición del poder político, como México, y por aberrantes desequilibrios económicos y sociales; en naciones escindidas por abismales diferencias educativas, por el analfabetismo, la desnutrición y la miseria; en sociedades donde la escandalosa concentración del ingreso equivale a la instalación de bombas de tiempo, que de llegar a detonar alejarían cualquier otra posibilidad de conquistar pacíficamente el bienestar, resulta temerario abandonar a toda suerte de indefensión a los desposeídos dentro de una economía de mercado desenfrenada, dominada por una concupiscencia insaciable, lo cual no significa volver a caer en el paternalismo demagógico, o sea, en una nueva invitación a la flojera o a la indolencia de nuestra gente, que ha lastimado severamente nuestra evolución económica.
Los oídos latinoamericanos son sensibles al canto melifluo de las sirenas y se idealiza la promesa populista, cuya dura realidad se confirma al comprobar la existencia actual de la dictadura venezolana que debe ser expulsada de las organizaciones de América Latina. Maduro es el ejemplo vivo y siniestro de lo que no se debe hacer ni tolerar. Excluyámoslo del concierto americano de modo que nadie lo imite. La izquierda en México es inevitable, sí, pero una izquierda inteligente, visionaria, creadora de empleos y de bienestar compartido, cuya factibilidad ha quedado demostrada en el mundo. Se busca un líder de izquierda para el siglo XXI.
fmartinmoreno@hotmail.com