A Donald Trump le es irrelevante lo que ocurra al sur de la frontera de Estados Unidos, lo cual no es de extrañarse desde que nos calificó como violadores, asesinos y ladrones y nadie protestó, ni el gobierno ni la sociedad protestaron ante el dicho soez de un “peleador callejero. La construcción del muro y la cancelación del TLC implica una agresión en contra de las relaciones cordiales y constructivas con un vecino bien intencionado, con el que se habían materializado oportunidades de beneficio recíproco en los últimos 100 años contados a partir de la invasión de Pancho Villa en Columbus. Atacar a un aliado como México puede erosionar la energía empeñada en los esfuerzos coordinados para limitar el contrabando de narcóticos a Estados Unidos, mismos que también podríamos tirar en el bote de la basura junto con el TLC. Además de lo anterior, los filtros migratorios que, efectivos o no, había venido construyendo México para disminuir los flujos de centroamericanos y de otras nacionalidades hacia Estados Unidos, bien podrían quedar desmantelados por una justificada falta de interés para nosotros. ¡Adiós a la buena vecindad! La suerte de Estados Unidos también nos sería irrelevante. Que se utilicen sofisticados drones para exportar narcóticos desde la frontera, o que no se obstruyan más de 200 túneles construidos para lograr la introducción clandestina de personas en EU, tampoco será de nuestra incumbencia.

¿Más boomerangs de Trump? Si empieza por deportar a trabajadores agrícolas mexicanos que cobran cantidades insignificantes e infamantes en relación a los sueldos prevalecientes en el mercado con sus respectivas cargas fiscales, y los sustituyen por mano de obra estadounidense, muy difícil, por cierto, de encontrar y menos de improvisar, debe quedar claro que una simple lechuga, a título de ejemplo, podría llegar a ser incosteable, con sus debidas consecuencias políticas y sociales.

Si Trump festeja el daño del peso mexicano, debe tomar en cuenta el abaratamiento del precio de la mano de obra mexicana, es decir, la devaluación, ha hecho de México un país mucho más atractivo para los inversionistas nacionales y extranjeros, además de habernos convertido en un destino turístico magnético también para nuestros “antiguos” socios del TLC.

Otro boomerang que habrá de golpear a Trump en la cabeza es el hecho de deportar a México a medio millón de mexicanos presos en las cárceles de Estados Unidos. Esta medida atropellada y violenta, no obliga al gobierno mexicano a recluir en nuestras cárceles a tantos cientos de miles de personas, poseídas de un gran resentimiento en contra de las autoridades estadounidenses. No porque hayan delinquido allá van a repetir sus supuestos crímenes aquí, en contra de nuestra gente, por lo que, en su inmensa mayoría, habría que dejarlos en libertad para permitirles, si es su deseo, regresar a Estados Unidos antes de la construcción del muro, con lo cual la delincuencia se dispararía allá y no acá…

Los exabruptos de Trump se podrían traducir en una catarata de boomerangs que entrarían violentamente por las ventanas del salón oval para estrellarse en la cabeza del jefe de la Casa Blanca, quien habrá de entender que, como vecinos confiables, hemos hecho nuestro mejor esfuerzo por convivir pacífica y constructivamente. Trump no tiene imaginación para saber lo que implica agredir a los mexicanos que, como es sabido, somos de mecha corta.

fmartinmoreno@yahoo.com

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