Cuando entró la llamada de los cuarteles generales de Donald Trump en la oficina de Carlos Slim invitándolo a cenar el pasado final de semana en Mar-a-Lago, una propiedad de Trump en Palm Beach, Florida, el famoso magnate mexicano, una vez recuperado de la sorpresa inicial, pensó en la “operación cicatriz” orientada a limar esperanzas electorales. Acto seguido, cerró la puerta de su oficina con el objetivo de diseñar una estrategia. ¿A dónde se va en la vida sin estrategias…? ¿Por qué la invitación? ¿Cuál era la idea? ¿Cómo interpretar, ya no leer, las entrelíneas? ¿Qué perseguiría Trump con la cita? ¿Era conveniente que el presidente electo hubiera tomado la iniciativa? Con las primeras conclusiones en el puño de su mano, convocó a sus hijos y a sus más cercanos colaboradores para ejecutar una tormenta de ideas, se reunió con ciertos socios y amigos para recabar opiniones y, con una clara composición del lugar, se comunicó con Peña Nieto para informarle lo ocurrido y cuestionar si tenía algún deseo en lo particular o algún mensaje que quisiera hacerle llegar a su anfitrión.

Slim llegó el sábado pasado en punto de las 7 de la noche a Mar-a-Lago. Trump, también vestido de traje y corbata, salió personalmente a recibirlo, según marca el protocolo, a la puerta de la regia residencia apartada del complejo hotelero.

Al extender la mano efusivamente con una abierta sonrisa, Trump exclamó: —Hi, Carlos, a lo que Slim contestó un: —Good evening, mister president, que tuvo como respuesta —Call me Donald, Carlos… La cordialidad resultaba previsible e insuperable.

Las acusaciones recíprocas habían quedado enterradas el 8 de noviembre. No se reclamarían si Slim había ayudado o no a Hillary en su campaña con millones de dólares, ni si aquél había influido en el New York Times para asestarle golpes bajos al candidato republicano, ni Slim, por su parte, recordaría su defensa cuando a su vez atacó a Trump con que éste “destrozaría la economía”, “generaría una inflación brutal”, “los índices de consumo caerían dramáticamente”, ni haría alusión a que “no es lo mismo ser cantinero que borracho…”  Nada, sería nice and easy…

Durante el café (pésimo, por cierto) Slim hizo saber que los mexicanos eran claves para la economía en Estados Unidos, tanto en la agricultura, como en la industria de la construcción y en la restaurantera. El precio de la mano de obra de nuestros mojados lamentablemente es muy inferior al de los trabajadores agrícolas de ustedes, por lo que, si se pagaran los sueldos legales, una lechuga en California costaría mil dólares, Donald, agregó un Slim sonriente al enviar un mensaje tan claro como humorístico. Si nuestros wet backs no recogen las cosechas, éstas se pudrirán y los agricultores no podrán pagar sus créditos, lo cual provocará una crisis financiera de dimensiones imprevisibles, para comenzar, en California... Derogar el TLC, cuyas transacciones hoy valen mil millones de dólares diarios, implicaría la pérdida de 6 millones empleos sólo en Estados Unidos, lo cual se llamaría recesión, Donald. ¿Quién quiere otra recesión? Cancelar las importaciones de automóviles mexicanos equivaldría a darse un tiro en el paladar, ya que el 40% son partes y refacciones producidas en este país, en tanto los autos chinos tienen únicamente una integración del 4%... No les conviene, Donald, no… Estados Unidos no se puede amurallar y atentar en contra de la globalización porque la inflación y el proteccionismo, te lo digo con todo respeto, Donald, como decimos en México, desquiciará su economía, claro, para ya ni hablar de lo que le ocurrirá a la nuestra… Creo que de negocios algo debo saber, Donald, antes que nada soy práctico…

¡Claro, nou es lo mismo ser borrachou que cantinerou y ahora mi ser cantinero, Charles!, pero a ver, decirme tú, ¿no te gustaría sustituir a Peña en el 18 y ser tú también cantinerou? Haríamos un gobierno práctico de empresarios…

¡Ay Donald, se ve que no me quieres, lo que sí ya tienes, es un interlocutor en México! ¡Cuenta con ello en todo momento…!

—Ándale, Charlie, queridou…

—No, dear Donald…

—¿Lo pensarás…? Si eres chingoun en los negocios, como yo, pues ándale, ándale, ándale, también serás chingoun en la política, como decir ustedes…

¡Ay, dear Donald, imaginé que contestaba Slim, dear Donald…! Un día me vas a querer…

@fmartinmoreno es amante del poder de la mentira.

@fmartinmoreno

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