Ayer en la mañana, al despertar, víctima de un miedo atroz, me resistí a leer los periódicos para confirmar el triunfo definitivo de Donald Trump como el presidente 45 de Estados Unidos. Cuando la señora Clinton reconoció su derrota quedó confirmado el arribo de un candidato incendiario, enemigo de la globalización, incitador a la violencia, defensor del racismo y además misógino, nada menos que a la Casa Blanca. ¡Un horror!

Los primeros comentarios de algunos mexicanos expertos en asuntos internacionales expresaron que nuestro país estaba preparado para enfrentar las políticas de Trump. Mencionaron que no estábamos solos y que muchas compañías estadounidenses que realizaban negocios en México llevarían a cabo intensos cabildeos para impedir daños colaterales que afectarían a millones de personas radicadas a ambos lados de la frontera. México y EU constituyen vasos comunicantes y tenían razón, sólo que la gente votó con emoción por la esperanza, pero sin razón, a la voz de un populismo fanático, en el entendido que las emociones pertenecen al mundo de la irracionalidad.

¿Cómo se va a defender México si Trump decide imponer un gravamen de 35% a las remesas enviadas por los mexicanos que radican en Estados Unidos, para construir el supuesto muro, cuando se requieren amplios puentes para consolidar el bloque norteamericano oponible comercialmente al europeo y al asiático? ¿Qué hará México si Trump grava las inversiones de EU en México? Es evidente que el daño será recíproco, sólo que nuestra economía es mucho más frágil que la yanqui. ¿Cómo vamos a defendernos si Trump deporta a millones de mexicanos ilegales que viven en territorio estadounidense? No olvidemos al respecto que uno es Trump el candidato, y otro es Trump el presidente, por más que se diga lo contrario. Sentarse en el salón oval y sentir el peso del mundo sobre las espaldas no es una responsabilidad menor y, como decimos en México, mera sabiduría popular: “ningún borracho come lumbre.” ¿Trump va a deportar a los mexicanos ilegales que cosechan frutas y legumbres en las grandes planicies estadounidenses para que se pudran los campos de California y los agricultores incurran en la insolvencia ante los bancos? ¿Un efecto dominó? El gobernador respectivo lo impedirá como lo impidió Schwarzenegger, otro racista… ¡Segurito!

En mis delirios de novelista no dejé de pensar, durante el amanecer, en la posibilidad que los mexicanos radicados en Estados Unidos se tomaran de la mano guiados por un nuevo César Chávez, de gran recuerdo, para no cortar una sola toronja ni pegar un solo tabique en la industria de la construcción ni servir en las mesas de los restaurantes de aquel país, es decir, que se hiciera valer la importancia de la mano de obra mexicana en el contexto de la economía yanqui, de manera que o nos respetan o nos respetan… ¿Ya estaría soñando…?

La realidad empieza a ser muy distinta. Si bien ayer los mercados reaccionaron a la baja, hoy se han recuperado de manera notable. Trump no continuará con su discurso de odio para provocar una guerra civil en su país ni está dispuesto a darse un tiro en el paladar. Si a México, su segundo socio, le va mal, en EU aparecerá el desempleo, el primer drama que Trump desea evitar si pretende reelegirse en 2020. El catastrofismo y el morbo juntos son malos aliados y pésimos consejeros. Esperemos a conocer su gabinete ahora que tenemos tanta prisa…

@fmartinmoreno

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