Los Rojinegros anunciaron con bombo y platillo el regreso de su hijo pródigo. Después de 16 años, Rafael Márquez vuelve a enfundarse en la casaca del equipo del Paradero, las Margaritas, los Zorros, los Amigos del Balón o la Academia, como usted prefiera llamarlos.
Y como no recordar cuando se marchó, si tuve la dicha de dirigir la última final que jugó antes de irse a Europa, disputada contra Toluca. Me tocó pitar el duelo de ida, partidazo que terminó empatado a tres goles en el estadio Jalisco, en donde el personaje que hoy nos ocupa se encargó de anotar de cabeza, en un tiro de esquina, el gol de la igualada a tres. A la vuelta, los Choriceros se proclamarían campeones mediante los fatídicos tiros, para definir un ganador, desde los 11 metros, en una final memorable.
Luego de dar muestras de su calidad balompédica en el Mónaco de la Liga francesa, Rafael Márquez llegó al mejor equipo del mundo para convertirse en el líbero indiscutible de la escuadra culé.
Cuando fue contratado en la MLS con los Red Bulls parecía que era el ocaso de su carrera, pero todavía le alcanzó para regresar al terruño querido y así obtener el bicampeonato con los Panzas Verdes del León, equipo en el que se convirtió en el líder indiscutible, un momento que se antojaba inmejorable para colgar más que dignamente los botines.
Pero Márquez todavía viajó a Europa a enrolarse con el Hallas Verona del balompié italiano, con más pena que gloria en este movimiento.
Sin lugar a dudas se trata uno de los mejores futbolistas que ha dado México, quizá el más grande defensa central de todos los tiempos. Baluarte indiscutible y capitán de la Selección Nacional.
Son tantos los blasones que ha acumulado en su larga y fructífera carrera, que sería una pena que al regresar con el equipo de sus amores, termine arrastrando su prestigio.
Siempre he pensado que una estrella del futbol, como Rafael Márquez, debe tener la sabiduría de saber retirase a tiempo. ¡Es mejor irte cuando todos te piden que te quedes, que quedarte cuando todos te piden que te vayas! Ya lo cantó el célebre compositor español Joaquín Sabina: “En Comala comprendí, que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver”.
Total, que los del Paradero lo recibieron como si se tratara de la reencarnación de Juan Pablo Segundo y empezaron a soñar con ceñirse, luego de 65 años, la corona del futbol mexicano, bajo el influjo de Rafa Márquez. Desde aquí, le deseamos lo mejor, que se corone y que logre retirarse como los de su estirpe, con encanto y con grandeza.
Podría ser que “los dedos miserables que le dieron cuerda a su reloj” de repente le canten: “Toma el llavero, Rafita, y enséñame tu ropero… con cosas maravillosas y tan hermosas que guardas tú”.
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