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Se me cae el alma cuando veo a niños deshidratados en los campos serbios; ancianos golpeando las fronteras, hombres y mujeres que imploran entrar en Europa porque huyen de la maldita guerra de Siria. Esa guerra odiosa por el poder entre sunitas y chiítas. Una guerra en la que miles de civiles no tienen nada que ver y que han vivido en un futuro incierto si se quedaban en este país donde la guerra se recrudeció el día que Irán se le ocurrió tener una salida al mar por Siria.
Toda esta zona está convulsa por el poder oligárquico de las monarquías del Golfo, por la jerarquía de Irán, o Arabia Saudita —por cierto, enemigos irreconciliables—. Pero además de los emigrantes sirios que se escapan de la muerte, están los otros, los que se marchan por hambre. Mali, Sierra Leona, Níger, República Centroafricana, por mencionar algunos viven entre la depresión y la desesperanza, en el rencor que hay al saber que existe un mundo mucho mejor, pero que para ellos es inaccesible. Claro hasta que deja de serlo.
La emigración a Europa llega por todos lados. Buscan una manera digna de vivir. Pero se encuentran con una pared infranqueable, un muro de hierro. Europa se encierra sobre sí misma y no deja paso a más inmigrantes. Hay que entender a todas las partes. Europa necesita la emigración. Eso es incuestionable. Pero no olvidemos que como cada año, Alemania, Francia, Reino Unido reciben un millón de solicitudes de inmigrantes. Los Estados necesitan un orden con esa inmigración. Por varios motivos, pero por uno fundamental: es necesario tener un control. Si millones de personas entran sin control en Europa acabarían por deshacer el Estado del Bienestar —no lo lean de manera literal, me refiero a las estructuras sociales y económicas que permean desde hace muchos años en Europa—.
Además existe también una rémora cultural. Muchos de los inmigrantes —sobre todo del islam— no quieren adaptarse a la cultura europea. Eso, a la larga, es un choque de trenes.
La medida de David Cameron de expulsar a todos aquellos extranjeros que no aprendan inglés en un periodo de dos años, parece un poco desproporcionada. Sin embargo, los tiros van por ahí.
Ahora, mientras los países ricos no atendamos las reformas perentorias de los pobres, mientras sigamos mirándonos el ombligo, el éxodo continuará y lo hará sin remisión. Urge parar la sangría de la guerra en Siria, no sólo por el drama de la inmigración sino por la tragedia de una guerra en la que intervienen los poderes sunitas, chiítas pero también Irán, Rusia o Arabia Saudita, que siguen jugando en esa liga mayor. Urge parar la convulsión de la zona. De lo contrario Europa seguirá encerrándose en su concha.
La prueba más palpable es que ya está ocurriendo. Europa quiere centrar temporalmente el espacio Schengen, es decir la libre circulación de los ciudadanos europeos del Viejo Continente. Con qué motivo? Para que no entren más. Habría que ser un poco más eclécticos.
alberto.pelaezmontejos@gmail.com
Twitter @pelaez_alberto