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Los avances de la medicina actual se han traducido en progresos indiscutibles de salud pública a nivel mundial: algunas enfermedades se han erradicado, el tratamiento de otras, consideradas incurables, ha quedado plenamente establecido; se han podido controlar con éxito varias enfermedades crónicas y la calidad de vida ha mejorado sustancialmente.
El conocimiento de algunas enfermedades se ha ampliado gracias a la realización de estudios más profundos que han permitido establecer eficaces medidas para prevenirlas, y los recursos tecnológicos para el diagnóstico y tratamiento de pacientes son más numerosos, ágiles y precisos que los disponibles hace cincuenta años. Como resultado de estos adelantos el promedio de vida, que hace un siglo rondaba en nuestro país los cuarenta años, se ubica hoy arriba de los setenta años.
El descenso de las tasas de mortalidad y el aumento de la esperanza de vida en México han venido acompañados de una transición epidemiológica pasando de la prevalencia de la mortalidad por enfermedades infecciosas y parasitarias al predominio de los padecimientos crónicos degenerativos.
Ante este panorama, por instrucciones del Presidente Enrique Peña Nieto, el IMSS ha optado por la innovación para corresponder con las exigencias presentes y futuras, pero con el prudente equilibrio de un enfoque selectivo, inclinado hacia los cambios que favorezcan la salud y el bienestar de sus numerosos derechohabientes.
Recientemente, se anunció una histórica medida en el ámbito de la salud nacional, que ilustra la gestión actual del IMSS. Por primera vez en el país, una institución de salud pública la más grande de Latinoamérica y una de las más grandes del mundo- realizó la compra y la inclusión en su cuadro básico de medicamentos de dos fármacos de última generación (Sofosbuvir-Ledispavir y Ombitasvir, Paritarprevir, Ritonavir y Desabuvir) para la cura de la Hepatitis C.
El hecho, calificado como revolucionario por destacados hepatólogos del país y celebrado por asociaciones civiles de pacientes con esta enfermedad, resalta por la radicalidad y la amplitud de su beneficio médico, y por el volumen de ahorro que representa para el Instituto.
La Hepatitis C es una enfermedad del hígado, emergente, de carácter viral, de efecto tanto agudo como crónico, de gravedad variable, que padecen entre 150 y 185 millones de personas en el mundo, entre las cuales 300,000 y 500, 000 mueren por padecimientos hepáticos relacionados con esta patología.
En 2015, México ocupó el décimo lugar entre los países con mayor población diagnosticada por este padecimiento (232 mil casos, que representan el 0.20% de la población del país); en Latinoamérica, México, después de Brasil, figura como el segundo país con el mayor número de personas infectadas por este virus y con mayor población diagnosticada. La tasa de prevalencia nacional de esta enfermedad se estima en 1.4 casos por cada 100 mil habitantes, correspondiéndole al IMSS 140 mil casos, 81 mil de ellos diagnosticados. La tasa de mortalidad promedio por Hepatitis C en el IMSS es de 1.14 muertes por cada 100 derechohabientes y el total de defunciones de 1, 570.
La relevancia de estos datos se acentúa al considerar que se trata de una enfermedad asintomática, con particulares vías de contagio y con elevados costos de tratamiento. Algunas de sus manifestaciones pueden ser fatiga, náuseas, pérdida de apetito, fiebre e ictericia y es la principal causa de cirrosis. Incluso en casos de infección crónica, ésta puede mantenerse silenciosa durante décadas hasta manifestarse con síntomas de daño hepático grave.
Sus vías más comunes de contagio son el uso de drogas intravenosas (60%), transmisión sexual (15%), causas diversas como tatuajes, instrumental médico, perinatal (5%) y un 10% de origen desconocido.
El gasto total por el tratamiento de la Hepatitis C en el IMSS fue de aproximadamente 591 millones de pesos en 2015, de los cuales 232 millones fueron para adquirir 88 mil piezas de interferón, medicamento que se aplicó durante dos años en un universo de 7 mil pacientes con un gasto per cápita de 150 mil pesos, representando 40% del gasto total en el tratamiento de la enfermedad.
Además de costoso, el tratamiento por interferón es terapéuticamente limitado, en el mejor de los casos, con 70% de efectividad, y no exento de reacciones adversas. La terapia consiste en una inyección semanal de interferón más la toma oral dos veces al día de ribavirina por un plazo promedio de dos años. Este tratamiento provoca efectos adversos cuyo grado y persistencia varían entre pacientes, pero pueden ser tan graves como para ser causales de abandono del tratamiento.
En contraste, en la actualidad contamos con la opción de los antivirales de segunda generación, uno de los avances más revolucionarios en el campo de la investigación médica. Conocidos también como “medicamentos biotecnológicos”, son medicamentos que a diferencia de los de síntesis química, tienen un origen biológico, una célula o microorganismo que es modificado para producir una determinada proteína.
Su ventaja estructural consiste en que es posible reprogramar su información para “fabricar” los compuestos deseados conservándolos inalterados casi indefinidamente.
Estas cualidades permiten focalizar el tratamiento de enfermedades minimizando efectos adversos y la toxicidad de otros medicamentos cuyo efecto repercute en todo el organismo, como la quimioterapia. Este tipo de medicamentos ofrecen la posibilidad de eliminar el virus de la Hepatitis C en más de un 90% y en el caso de pacientes con daño hepático aumenta la posibilidad de mejoría e incluso de una probable recuperación total. Sus plazos de acción completa abarcan una extensión máxima de seis meses, es decir, una reducción del tratamiento del 75% comparado con el período promedio del tratamiento con interferón.
La capacidad curativa de los antivirales de segunda generación ha repercutido mundialmente en la perspectiva futura del tratamiento de la Hepatitis C. En mayo de 2016, la Asamblea Mundial de la Salud anunció la “Estrategia mundial del sector salud contra la hepatitis vírica 2016-2021”, cuyo objetivo es eliminar las hepatitis víricas como problema de salud pública mediante la reducción de los casos incidentes en un 90% y la mortalidad en un 65% del 2016 al 2030.
Aunque el tratamiento con estos medicamentos puede curar a la mayoría de las personas infectadas por el virus de la Hepatitis C, y aunque sus costos de producción son bajos, hasta hace pocos años resultaban inaccesibles por la complejidad del entramado regulatorio en materia sanitaria que impedía la importación rápida de nuevas moléculas y por sus elevados precios, derivados de las cuantiosas inversiones en investigación que exige su diseño para los laboratorios fabricantes. Sin embargo, con la modernización y simplificación del marco regulatorio eliminando duplicidades en el análisis técnico-científico este medicamento fue autorizado expeditamente para su comercialización en México.
Por otro lado, al aprovechar los descensos en precios provenientes de las economías de escala en el proceso de producción fue posible adquirir el medicamento a costos más bajos, mediante negociaciones con los productores y gracias al buen estado financiero del Instituto.
El tratamiento de la Hepatitis C con este esquema cuesta 168 mil pesos, cantidad que representa una reducción de 94 mil pesos respecto al patrón de atención anterior, 36% menos por tratamiento. Así, el costo de tratamiento con Sofosbuvir-Ledipsavir en México resulta 90 por ciento menor al que registra en los Estados Unidos, que es de 75 mil dólares por paciente, y 88% menor al que se tiene en Canadá.
La curación de esta enfermedad anticipa el paulatino descenso de ingresos hospitalarios y del tiempo de estancia de los pacientes en hospitalización (de doce a tres meses), así como una disminución a mediano y largo plazos del gasto por incapacidad laboral, que se traduce en el ahorro de un 75 por ciento al pasar de 42, 286 pesos a 10, 571 y en un consecuente incremento de la productividad laboral de los derechohabientes.
Con base en estos datos, en el IMSS se ha establecido la meta de otorgar tratamiento a 1, 600 pacientes elegidos por padecer hepatitis C en etapa crónica durante 2017 y 2018. Se extenderá el protocolo de suministro de medicamentos al resto de los 81 mil derechohabientes ya diagnosticados, conforme se generen los ahorros de las medidas adoptadas.
La vocación innovadora del IMSS es una de las claves de su fortaleza. La compra de más y mejores fármacos a menor precio, con la perspectiva de la obtención del máximo beneficio para los derechohabientes, obedece a la adopción de un eficiente modelo adquisitivo donde la enorme dimensión de compra del Instituto responde a un cuidadoso criterio selectivo.
Desde hace cuatro años, la conjunción del poder de compra de todos los prestadores de servicios de salud pública del país, a través del mecanismo de Compras Consolidadas, ha permitido considerables reducciones en los precios unitarios de los fármacos que adquieren estas instituciones.
Tal y como lo instruyó el Presidente de la República, el IMSS seguirá comprando medicamentos genéricos por su calidad, confiabilidad y bajo precio, mientras que en el caso de los medicamentos curativos continuará apostando decididamente por los medicamentos innovadores, por su comprobada eficacia.
La apuesta por la medicina del futuro no debe implicar la adopción precipitada e irreflexiva de sus asombrosas novedades terapéuticas, sino el meditado, responsable y oportuno aprovechamiento de sus beneficios potenciales, en función de las particularidades de sus destinatarios, de la capacidad financiera y operativa de sus instituciones y de la complejidad misma de la salud pública concebida como un fenómeno diverso e integral de interés y carácter eminentemente social.