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Impeachment (juicio político) es una palabra que cada vez más resuena en los pasillos del poder en Estados Unidos. Un término retóricamente fuerte e imponente, mediaticamente vendible pero legal y políticamente muy difícil de llevar a la práctica.
La reciente publicación de los correos electrónicos del hijo mayor de Donald Trump sobre una reunión con una abogada rusa conectada con el Kremlin lleva varios días retumbando en todos los medios del país vecino. Una reunión en la que se le prometió al primogénito de los Trump la entrega de información perjudicial sobre Hillary Clinton y a la que acudió también Jared Kush-ner, esposo de Ivanka Trump y Paul Manafort, entonces jefe de la campaña republicana.
Una reunión que se constituye en un eslabón más en la ya muy larga cadena de investigación sobre la probable colusión con Rusia para afectar el resultado de las elecciones de noviembre pasado y cuya existencia había sido negada por la Casa Blanca por meses.
A pesar del impacto inmediato que tuvo la revelación de los correos, parece que las aguas vuelven a su cauce “normal” (sea lo que sea que eso signifique ahora en la Casa Blanca). Donald Trump Jr. admitió haber sostenido la reunión pero en su defensa arguyó que no se les entregó ningún tipo de información y que, al parecer, esto (la entrega de información sobre Hillary Clinton) sólo era un pretexto para lograr una reunión que tenía otros fines.
La ironía es evidente: la defensa del hijo mayor del presidente de Estados Unidos pasa por admitir la intención de cometer un ilícito pero señalando que éste no se pudo cometer pues no hubo entrega de tal información. Increíble.
Con todo y lo escandalosa que ha resultado la publicación, al parecer este caso quedará en la categoría de nota periodística más que sigue sin probar conexiones, complicidad o un caso en particular de que se haya cometido una ilegalidad por lo que hace a Donald Jr.
De lo único que hasta el momento se puede acusar al presidente de Estados Unidos (y a buena parte de sus colaboradores) al parecer, es de ser un mentiroso compulsivo, un mitómano que por momentos parece no distinguir la realidad de sus propias fantasías.
Por supuesto, los correos de Donald Trump Jr. son ofensivos para cualquier democracia que se precie de serlo pero en ese actuar no hay prueba contundente de una ilegalidad. Más aún porque se desconoce si la abogada rusa Natalia Veselnitskaya en verdad entregó información sobre Hillary Clinton, qué tipo de información y, muy importante, a cambio de qué.
Aun sin perder de vista la participación de Paul Manafort, oficialmente jefe de campaña de Trump en aquel momento, las revelaciones y los correos por sí mismos no hacen un cambio de juego. En lo inmediato, la posición de Donald Trump y su gobierno continúa siendo, básicamente, la misma que la que tenía la semana pasada. Con una mayoría republicana y el apoyo de su partido, Trump tiene poco que temer para su estabilidad, excepto el caos que él mismo puede causar.
Esto no deja fuera la posibilidad de un cambio en el futuro, pero éste tendría que pasar por un cambio en la actitud y en el apoyo de los republicanos hacia Trump, admitiendo la probable colusión o bien, con un informe de investigación que señale con claridad que derivado de las pruebas existentes, existió colusión con Rusia. Algo que se antoja difícil dada la cercanía de las elecciones legislativas del próximo año.
Internacionalista