La eficacia de la educación como herramienta fundamental para la resolución de problemas prácticos ha sido ampliamente probada. Gracias al desarrollo del conocimiento científico y humanístico —y al de nuevas tecnologías en consecuencia— ha mejorado la salud, ha aumentado la esperanza de vida, se ha transformado la forma en la que nos comunicamos, con el desarrollo de tecnologías cada vez más ágiles; y hemos podido modernizar el transporte de personas y mercancías, entre muchos otros beneficios. Pese a ello y a los esfuerzos que se han hecho en materia educativa, existe todavía una gran brecha entre quienes tienen acceso a los conocimientos científico, humanístico y tecnológico (con las múltiples ventajas que esto genera) y los que no lo tienen. Brecha que es urgente cerrar. Los avances en el saber son propiedad de la humanidad entera, por lo que toda persona tiene derecho a conocerlos. Es obligación del Estado ofrecer una educación de calidad y exigir lo propio a las escuelas particulares.

El gran reto hoy es precisamente que los beneficios del conocimiento científico lleguen a todos los habitantes del planeta. Necesitamos contar con recursos humanos capaces de enfrentar nuevos desafíos y encontrar soluciones innovadoras a viejos problemas: mujeres y hombres de ciencia. Ingenieros, matemáticos, físicos, biólogos, médicos, químicos y agrónomos mexicanos, colaborando con filósofos, economistas, sociólogos y abogados, por mencionar algunas profesiones, que puedan trabajar en nuestro país para mejorar las condiciones de vida de la población. Pero se requiere mejorar los niveles educativos de preescolar en adelante. No necesitamos que el Programa Internacional para la Evaluación de los Alumnos (PISA, por sus siglas en inglés) nos señale que la educación básica en México no ha presentado avances significativos en lectura, ciencia y matemáticas durante los últimos diez años, lo sabemos, sin embargo este informe permite compararnos con otros países.

De acuerdo con el informe, el puntaje en lectura y matemáticas de los jóvenes mexicanos de 15 años es el más bajo entre los 35 países miembros de la OCDE, y se encuentra entre los últimos lugares de los 72 estados y economías participantes. Entre los estudiantes de primaria la situación no es mejor, ya que sólo 1% se ubica en los niveles más elevados de competencia en lectura, ciencias y matemáticas. De hecho, 5 de cada 10 jóvenes se encuentran en los niveles más bajos de desempeño en estas materias, de manera que México sigue muy por debajo incluso de la media en América Latina.

Según los datos obtenidos, en 2015 México alcanzó un promedio de 416 puntos en ciencia, lo que significa que sólo hemos avanzado seis puntos respecto a la media de 410 obtenida en 2006. En matemáticas, el avance de una década de esfuerzos fue de sólo dos puntos, pasando de 406 a 408 puntos promedio; y en lectura, perdimos dos puntos, ya que la media en 2009 fue de 425 puntos, mientras que en 2015 se obtuvieron tan solo 423 puntos. Estos resultados son francamente inaceptables, sobre todo si tomamos en cuenta que, según el informe, la brecha de género entre mujeres y hombres tampoco ha cambiado desde 2009.

Ante las devastadoras evidencias del rezago educativo la reflexión es inevitable, sobre todo a la luz de los recortes presupuestales en educación, ciencia y tecnología que se tienen previstos para el próximo año. Los resultados de PISA 2015 evidencian que no podemos escatimar recursos en materia de educación, pero también advierten que estos no se están empleando de la mejor manera. Las consecuencias son que, en promedio, un joven que termina el bachillerato en México tiene el nivel de conocimientos que un niño que termina el equivalente al primero de secundaria en Singapur o el segundo de secundaria en Japón. Los maestros y maestras sabemos que todos los niños y niñas tienen la capacidad de aprender matemáticas, de desarrollar un pensamiento científico y de adquirir buenos hábitos de lectura. Debemos entonces preguntarnos cuáles son los factores que están impidiendo que los jóvenes aprendan y exigir al gobierno que tome acciones urgentes para subsanar esta situación.

Directora de la Facultad de Ciencias de la UNAM

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