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Si tiene dinero para escapar de un penal de máxima seguridad, como El Altiplano, sin duda que El Chapo no escatima recursos para mudar su imagen de criminal, narco y hombre más buscado.
Y la nueva imagen que intenta forjar —con dinero y a través del impacto mediático—, es la del hombre bueno, hijo ejemplar, luchón y talentoso; padre de familia responsable y amoroso con sus hijas y —por si hiciera falta—, hombre desesperado que —frente a la adversidad—, no tuvo más remedio que el camino criminal.
Pero también hace lo necesario para ofrecer la imagen de víctima de las perversidades del “sistema represor” que, sin piedad, lo persigue porque “lo quieren muerto”. Y el mejor ejemplo de que El Chapo invirtió lo necesario en una campaña de medios es la creación del “pegador” eslogan que a fuerza de imágenes mediáticas posicionó en el imaginario colectivo: “¡Sólo quiero dormir!”.
Lo curioso es que parte del circo mediático montado por asesores y abogados de El Chapo —para convencer a los ciudadanos y para vencer al Estado—, se apoyó precisamente en el mensaje femenino.
De manera repentina “las mujeres” de El Chapo fueron encargadas de dibujar la imagen del hombre bueno, perseguido, traicionado por el Estado y el ciudadano reducido a piltrafa por la tortura de “no dejarlo dormir”. Poco a poco, gracias a la certera estrategia mediática, la imagen del criminal cambió y hoy no pocos despistados olvidaron los miles de muertos que dejó a su paso la ambición sin límite del criminal. Sólo falta que en caricatura dantesca algunos digan “fue el Estado”.
Y si dudan de la estratagema, vale recordar que la primera que ofreció entrevistas fue María Consuelo Loera Pérez, madre de El Chapo, quien el 8 de enero dijo a Ríodoce: “Mi Dios no quiere que esté preso; por eso él pone los medios para que mi hijo salga y el gobierno no entiende eso”.
Pero la que prodigó entrevistas en prensa, radio y televisión —casi todas a modo, en México y allende fronteras—, fue nada menos que Emma Coronel, la esposa en turno de El Chapo y quien marcó la pauta para exaltar al hombre bueno, traicionado por el Estado, perseguido, al que quieren muerto y a quien el Estado tortura.
Luego apareció Rosa Isela Guzmán, presunta hija del Chapo quien de la nada reveló a The Guardian que la fuga de “su padre” fue un acuerdo con políticos mexicanos a los que el narcotraficante financió. “Sí hay un pacto, ellos no lo respetaron. Ahora que lo detuvieron dicen que es un criminal, un asesino. Pero no dijeron eso cuando le pidieron dinero para sus campañas. Son hipócritas”, dijo la presunta hija del criminal.
Y apenas el pasado fin de semana —y también de la nada—, apareció Bernarda Guzmán, hermana del narcotraficante —que vive en Culiacán—, y quien se dejó ver a los ojos del que quisiera en el penal de El Altiplano. Ahí, en declaraciones “banqueteras” repitió el guión: “Hasta un animal irracional busca la libertad, pero mi hermano no dañó a nadie, es un hombre bueno”.
Y qué decir de Kate del Castillo, atolondrada “estrella” que prodigaba miel al valor y talento de El Chapo, a quien casi imaginaba como candidato presidencial.
Sin duda que El Chapo y estrategas juegan su juego: presión mediática contra las instituciones. Y es que el criminal quiere privilegios y un trato, supuestamente a cambio de no abrir la boca. El Estado mexicano respondió con lo que parece un rotundo “no”.
Pero tampoco existe duda de que El Chapo insistirá y que muchos bobos se tragarán el anzuelo.
¿Quién se doblará primero?
Al tiempo.
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