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Con la aprobación reciente del presupuesto de egresos de la Federación, se observa que para 2016 tuvo una tasa de crecimiento negativa de -1.6 por ciento, respecto a lo aprobado para el año en curso por la Cámara de Diputados. Sin embargo, este decrecimiento se expresó en un diferencial positivo en términos absolutos de 69 mil 196 millones de pesos, que si lo comparamos con lo observado en 2015 --el monto diferencial con respecto al año de 2014 fue de 227 mil 451 millones de pesos-- tenemos tres veces menos recursos adicionales para 2016.
El presupuesto total aprobado fue de 4 billones 763 mil 874 millones de pesos, cantidad que representa 24.8 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), el cual también tuvo una caída en la participación con respecto a este año de 2015, la cual fue de 26 por ciento del PIB, observamos entonces una caída de 1.2 puntos porcentuales del mismo.
En la repartición del gasto público en su clasificación administrativa, se observa que las secretarias que se verán afectadas para 2016, por menores recursos con respecto a lo aprobado por el legislativo en el año actual, serán: las secretarías de Gobernación, de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación, de Comunicaciones y Transportes, de Hacienda, de Medio Ambiente y Recursos Naturales, y le siguen Economía, Salud, Educación, Desarrollo Social y Turismo; resulta llamativo que la Secretaría de Medio Ambiente cuente con menores recursos, dados los compromisos que se tienen para el cuidado del ambiente.
Las razones que se han esgrimido para reducir los recursos por parte de las autoridades económicas son el difícil entorno internacional y las bajas expectativas del precio internacional del petróleo, frente a esta situación crítica, se aduce que, lo correcto es mantener un sano equilibrio en las finanzas públicas y no incurrir irresponsablemente en acciones que desequilibren los ingresos con respecto a los gastos públicos.
Sin embargo lo que observamos en sentido estricto es una medida de carácter procíclico, la cual acentúa las tendencias hacia un menor ritmo de crecimiento económico, si se contempla incentivar las actividades económicas, el componente de la demanda agregada que es el gasto público al verse restringido generará una caída en la producción; se afirma, por parte de las autoridades, que el ajuste presupuestal dará la señal a los agentes económicos para generar condiciones de certidumbre para la inversión. Ello no necesariamente se tiene que cumplir porque al no contar con un fomento productivo a través de un aumento del gasto público que compense los embates de la crisis internacional, propicia que el crecimiento interno se vea seriamente afectado.
De ahí las recientes revisiones de estimaciones de crecimiento para este año y el próximo que muestran el reconocimiento de la volatilidad internacional, la estimación de crecimiento para el 2016 está entre un rango de 2.6 a 3.6 por ciento de acuerdo con la Secretaría de Hacienda, mientras que para analistas privados el ritmo de crecimiento de la economía será de 2.74 a 2.79, y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) estima que será de 3 por ciento para el próximo año.
Si el clima económico para el año que viene empeora, la participación que tendrá el gasto público en la creación de mecanismos que permitan impulsar la demanda interna será mínima y propiciará que no se remonte el ciclo tendencial de caída en la actividad económica, por más que se confíe en que los agentes ajustarán sus expectativas por el buen comportamiento del gasto público.
Es importante, por ende, que el gasto público sea un instrumento que promueva, a mediano plazo, el crecimiento de la actividad económica sin menoscabo de un ejercicio responsable del mismo, que impulse simultáneamente la inversión y el consumo para reactivar la dinámica del mercado interno, sin que eso signifique dejar de ejercer con transparencia y responsabilidad el ejercicio del gasto público en todas las instancias de gobierno.
Profesor de la Facultad de Economía.
Colaboración del CACEPS – UNAM