Cuando yo era niño, mis hermana/os mayores me invitaban a ver la TV por las noches. Veíamos la serie Combate, que trataba de un comando de élite norteamericano en plena Segunda Guerra Mundial, donde nuestros héroes lograban con gran heroísmo y astucia desbaratar el fuerte contraataque de los nazis en territorio francés, o ser la “punta de lanza” para la victoriosa incursión de los aliados en zona enemiga.

Casi nunca lograba terminar de ver un programa completo, porque me provocaban tantos nervios y angustia las escenas presagiando que la misión sería descubierta, que salía huyendo del cuarto antes de que la situación se pusiera crítica.

Una sensación similar me provocó leer en los diarios la declaración de Agustín Carstens, gobernador del Banco de México (Banxico) advirtiendo que la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos (EU) podría convertirse en una historia de terror.

Ante la gravedad de los problemas que se avecinan, el personaje ya no tendrá que preocuparse de enfrentar el desenlace porque dejará el puesto el 30 de junio de 2017. Resulta más cómodo hacer las premoniciones después de conocidos los resultados electorales del 8 de noviembre y cuando las consecuencias ya no lo van a afectar directamente a uno.

Para frenar “la gradual tendencia al alza que ha presentado la inflación subyacente” y buscar que “que el crecimiento de los precios retome una tendencia descendente, convergiendo en 2018 a la meta de 3.0%”, la Junta de Gobierno decidió –creo que unánimemente, porque el comunicado no precisa la forma, en contraste con los de la Reserva Federal (Fed)– aumentar 50 puntos base el objetivo de la tasa de interés interbancaria a un día a 5.75%, subiendo en un año 275 puntos desde su piso en 3.0%, porque el “balance de riesgos para la inflación ha seguido deteriorándose”.

Banxico cree que la inflación se mantendrá bajo control en un intervalo de +/- 1% sobre el 3.0% si las expectativas se mantienen ancladas en ese nivel. Los especialistas del sector privado le han hecho creer a la autoridad que así será; aunque no del todo porque en la reciente encuesta divulgada el pasado día 16 prevén que en diciembre de 2017 será de 4.13%.

Ésta reconoce que hay presiones temporales que provendrán de la depreciación del tipo de cambio real, del incremento de los salarios mínimos a partir de enero de 2017 y de la liberación gradual de los precios de las gasolinas.

Sin embargo, la inflación baja en buena medida había sido resultado de una inflación reprimida, ya sea porque las autoridades hacendarias habían incrementado el subsidio a las gasolinas a partir de la depreciación del tipo de cambio y del incremento de su precio internacional, lo cual generó un fuerte llamado de atención de parte del FMI en su reciente Artículo IV sobre México, donde sugería eliminar los subsidios en los precios administrados para no afectar las finanzas públicas; o de las presiones ejercidas contra el sector privado vía Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) o Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece) a quienes incrementaran los precios significativamente por arriba del INPC. Adicionalmente, Banxico reconoce que “no se han presentado presiones significativas provenientes de la demanda agregada sobre el nivel general de precios”.

Banxico sabe que en EU es muy posible que se instrumenten políticas económicas que obstaculicen el comercio y la inversión, por lo que la tendencia a la depreciación del tipo de cambio continuará a futuro y ello generará un traspaso de los precios directa o indirectamente.

Es decir, aunque los funcionarios mexicanos desean que no se abran a la negociación los diversos capítulos del TLCAN y que los nuevos temas se acuerden en mesas paralelas; lo más probable es que no sea así, y que más bien se tome como base el acuerdo de libre comercio firmado entre EU y Corea del Sur como marco de referencia para México incluyéndose temas que no estaban presentes en 1994, por lo que no sólo se trata de una modernización del TLCAN como ingenuamente lo pretende presentar el gobierno federal, sino de una revisión global.

Lo más paradójico es que no faltará quien le eche la culpa de la mayor inflación al incremento de los salarios mínimos, incluso algunos analistas han considerado que la salida de Carstens obedece a su desacuerdo con dicha medida, y no a una decisión personal de lograr un mejor puesto que implicó un reconocimiento profesional.

En realidad, los fantasmas del 94, como los del Señor Scrooge, nos siguen persiguiendo aun con un tipo de cambio flotante.

Maestro en Economía
email: pabloail@yahoo.com.mx

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