El 27 de abril, Idelfonso Guajardo, secretario de Economía, acudió al Senado de la República para entregar el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés), luego de que el 4 de febrero lo firmara conjuntamente con otros 11 ministros de Comercio en Auckland, Nueva Zelanda. El gobierno mexicano decidió integrarse a las rondas de discusión en 2012, la actual Administración continuó las negociaciones concluyendo en octubre pasado. El TPP nos vincula con 6 nuevos socios (Australia, Nueva Zelanda, Malasia, Singapur y Vietnam) y con 5 con los que ya tenemos tratados comerciales (Estados Unidos, Canadá, Chile, Perú y Japón).
A pesar de la enorme trascendencia para el futuro económico, la opinión pública ha estado ausente de su discusión, ya sea porque deliberadamente el gobierno decidió mantener las negociaciones en secreto para evitar las protestas de los activistas contrarios a la globalización, o porque prácticamente hay un acuerdo implícito entre las principales fuerzas en el Senado, por lo que su aprobación se da por descontada como un mero trámite.
Sin embargo, hay otra razón de peso: la aprobación del TPP depende más bien del debate que sostendrá el Congreso de EU, el cual eligió la vía de fast track para ello. De nueva cuenta, como con el TLCAN en 1992, la decisión de si México se incorporará a este tratado de libre comercio se tomará para propósitos prácticos en Washington. Aunque el Senado mexicano no acordó un formato de aprobación similar, por la vía de los hechos será lo mismo, porque el esquema de negociación del TPP estableció que ya no se podían revisar los avances firmados en las sucesivas rondas. Así el socio que se incorporaba después aceptaba inexcusablemente lo pactado.
El TPP es un acuerdo comercial distinto a los tratados tradicionales de bienes y servicios. Está conformado por 30 capítulos y se incluyen nuevos aspectos relevantes o se amplían los existentes como propiedad intelectual, reglas de origen, inversiones, servicios financieros, Pymes, compras públicas, empresas del estado, transferencia de datos, comercio por internet, bienes agrícolas, medio ambiente, cambio climático, condiciones laborales, para evitar el dumping ecológico y social, entre otros aspectos.
El debate más relevante sobre el TPP ocurre en EU, donde académicos que están a favor o en contra del mismo, hacen cálculos de los efectos favorables que tendría (Rodrik, Dani, “Guerra de números de libre comercio”, Reforma, 15 de febrero de 2016). Cuando se dio el debate sobre el TLCAN en 1992, quienes se pronunciaban a favor señalaban que los empleos poco calificados eran los que se trasladarían a México. Ahora el argumento es que el TPP dará un estímulo a la economía mundial, pero preferentemente a los socios de EU. Sin embargo, las cosas no resultan tan sencillas, incluso grandes empresas como Ford, han públicamente anunciado que cabildearán en contra del Acuerdo.
Donald Trump al declarar que estaba en contra del TLCAN y que llamaba a repudiarlo, implícitamente estaba decidiendo rechazar la aprobación del TPP. El virtual candidato republicano a la Presidencia ha explotado el malestar de la globalización, azuzado por algunos medios conservadores que culpan a México de la falta de empleos por el traslado de plantas y fábricas al sur. Aunque este razonamiento es simplista y con verdades a medias, ha sido el mismo eje discursivo que ha seguido Bernie Sanders, precandidato demócrata, con bastante éxito.
Coincido con Joseph E. Stiglitz, quien destacó que el TPP contiene complejas reglas de origen que contradicen los principios básicos de eficiencia y libre circulación de mercancías; que se otorga a los inversionistas extranjeros el derecho a demandar a los gobiernos en tribunales internacionales privados cuando consideren que las regulaciones gubernamentales contravienen sus términos; y que se restringe severamente las disposiciones de salud, medio ambiente y seguridad, e incluso las financieras, causando impactos macroeconómicos significativos.
El TPP puede afectar políticas públicas de salud, cuando los intereses de las compañías farmacéuticas estén en juego, por sólo mencionar alguno de los aspectos críticos. Por otra parte, ciertos sectores como el automotriz podrán verse beneficiados considerando que México se ha vuelto una plataforma de exportación; pero otros como el textil podrían salir perjudicados. Es conocido que con los acuerdos comerciales hay sectores ganadores y perdedores. ¿Qué medidas compensatorias habrá para estos últimos?
Maestro en Economía
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