Desde que se anunció el recorte de 100 mil millones de pesos a Petróleos Mexicanos (Pemex), se ha precipitado un cúmulo de noticias sobre la situación de la empresa, que han generado una fuerte preocupación sobre su futuro. Pareciera como si se hubiese abierto la “caja de pandora” generándose la percepción de que es una carga para las finanzas públicas. Ni siquiera el previsible anuncio, mañana sobre el descubrimiento de nuevos yacimientos, y/o del aumento de las reservas generará confianza en que las cosas van a cambiar.

Comenzamos con el reporte de la situación de las finanzas de la empresas al cierre del año pasado, que obligó a establecer un Plan de negocios 2016-2025, reportado por EL UNIVERSAL (23 de febrero) donde se proyecta que el balance financiero evolucione desde uno negativo por 757 mil millones de pesos en 2015 a uno positivo por 1,323 mil millones 10 años después y que su patrimonio negativo pase de 2,102 miles de millones a sólo -17 mil millones en ese periodo.

Se señala que las estrategias de las cinco empresas productivas subsidiarias de Pemex se van a orientar a la generación de valor económico y rentabilidad, que por un lado soporten la operación de la empresa y por otro, incrementen la cadena de valor a productos de mayor renta. Esto es, pareciera que se abandonaría la estrategia de incrementar la refinación y apostaría más a la importación de gasolina. A su vez, ante la imposibilidad de satisfacer la creciente demanda, se adelanta la entrada en funcionamiento de gasolineras extranjeras, aclarándose que ello no implicará una reducción en el precio.

Seguimos con el reconocimiento de que había un adeudo con proveedores de 147 mil millones, que se había pagado en febrero 20 mil millones y que el resto se liquidaría a través de un financiamiento con la banca de desarrollo, lo que implícitamente traía el mensaje de un descuento en el pago.

Mood’ys señaló que la menor producción de Pemex como consecuencia de los recortes presupuestales generará una caída de 3% de los ingresos que se destinan a los Estados. Posteriormente, advirtió que los créditos que la banca de desarrollo otorgará a Pemex para pagar a proveedores (pequeñas y medianas empresas) ocasionará una baja en su calificación.

Pemex es una empresa estrangulada financieramente por muchos lados: fiscalmente tiene que transferir una parte importante de sus ingresos al gobierno; por otro lado, es exprimida por una serie de contratos desventajosos, donde pareciera ser que Oceanografía no era la excepción sino una práctica bastante común; adicionalmente, el pago a una dirigencia sindical por su apoyo a la reforma energética y por mantener controlados a los trabajadores que se opongan, seguido de una administración ineficiente y despilfarradora, expresada en una burocracia excesiva reconocida por su director general.

Resulta paradójico que hace 80 años comenzó el proceso de expropiación petrolera cuando las compañías extranjeras se negaron a satisfacer las demandas de aumento salarial y de mejora de las condiciones laborales, lo que llevó al gobierno a expropiarlas y hacerse cargo de ellas; y que hoy en día se utilice como pretexto las favorables condiciones del sindicato para explicar el deterioro de Pemex, cuando la principal razón es la corrupción y el saqueo de la empresa por parte de los administradores y contratistas, que en franco conflicto de intereses actúan de común acuerdo.

Leí hace poco el libro de Federico Reyes Heroles, Orfandad. Padre y política, que refleja la nostalgia por la ausencia del gran personaje que fue Don Jesús Reyes Heroles. Sin embargo, a mí me dejó la sensación de orfandad en un sentido más amplio, como la ausencia de administradores en empresas paraestatales comprometidos de manera ética, patriótica y responsable con su dirección, como lo fue su padre en Pemex y su sucesor, o de figuras como Jesús Silva Herzog (abuelo), quien estuvo a cargo del proceso de la expropiación.

La tecnocracia posterior a la Revolución tenía la visión de que las empresas paraestatales sí podían ser eficaces y eficientes; la actual considera que eso es imposible porque la corrupción es innata al sector público y por ende, bajo está lógica, Pemex debiera privatizarse para dejar de ser un lastre. Tuvimos una reforma energética que la dejó en condiciones de desventaja para competir y sin una reforma administrativa que corrigiera las graves anomalías dentro de la misma, por eso me pregunto si todavía hay algo que festejar este 18 de marzo.

Maestro en Economía

pabloail@yahoo.com.mx

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