Más Información
Tras elección en la CNDH, Nashieli Ramírez pide piso parejo; “no sé si pequé de ilusa, no veía tan cantado”
Claudia Sheinbaum dice que ni la oposición ni Corte ni medios los venció; “la línea es clara”, reitera sobre reforma judicial
Embajada de EU en México continúa capacitaciones a INM en migración; estamos orgullosos de apoyar, dice
El 10 de junio de 2014, el grupo conocido como Estado Islámico (EI) entró en el foco de atención mundial, cuando sus militantes capturaron la segunda ciudad más grande de Irak, la ciudad norteña de Mosul, donde las fuerzas armadas iraquíes fueron expulsadas en un ataque sorpresa.
Fue un evento asombroso que demostró la debilidad de las fuerzas de seguridad de Irak, cuya reconstrucción ha costado al país miles de millones de dólares, para resultar ser un gran escándalo de corrupción, de gasto de fondos públicos y de una política inadecuada del gobierno de Nuri al-Maliki.
Aunque el nombre era nuevo para el mundo exterior, los combatientes del grupo son los mismos que estaban peleando en Irak bajo la bandera de Al-Qaeda contra los invasores estadounidenses y el nuevo régimen iraquí desde 2003. En enero de 2014 seguía siendo parte de Jabhat al-Nusra, la coalición de la oposición islamista en Siria. Un mes después, el EI fue expulsado de la organización principal afiliada con Al-Qaeda. Posteriormente, el grupo tomó la ciudad norteña siria de Raqqa como su capital , y después la ciudad iraquí de Fallujah.
La importancia de Mosul, además de su tamaño, está en su ubicación estratégica como cruce vital en la ruta que une a Irak con Turquía y Siria.
A partir de entonces, el EI ha mostrado su capacidad salvaje al aterrorizar a la gente que se encuentra bajo su control, en los actos genocidas contra la comunidad yazidí en el norte de Irak, al decapitar a miles de prisioneros de guerra y varios rehenes occidentales.
Su amplia difusión en los medios de comunicación es una manera de intimidar a sus enemigos y de atraer nuevos combatientes de todo el mundo. Mil combatientes extranjeros se encuentran ingresando a Siria cada mes desde Asia, Australia, África, Europa y América —el flujo ha alarmado a los gobiernos alrededor del mundo, temiendo la amenaza que tendrán que enfrentar con el regreso de sus peligrosos ciudadanos—.
La organización terrorista tuvo algunos contratiempos durante este año. Perdió Kobani en la frontera sirio-turca ante combatientes kurdos que están ganando terreno continuamente en el norte de Siria e Irak. Fueron derrotados en Tikrit al enfrentarse a una coalición de fuerzas iraquíes y al constante bombardeo de la fuerza aérea de la alianza internacional.
Sin embargo, la organización es la fuerza dominante en tres capitales provinciales: Raqqa en Siria, Mosul y Ramadi en Irak.
Después de tomar Palmyra (Tadmor) en el desierto sirio el mes pasado, las posibilidades para el EI de expandirse al oeste, al norte y al sur se encuentran abiertas.
Cuando Abu Bakr al-Baghdadi tomó el pódium en una mezquita en Mosul el pasado junio para dar su primer sermón público de viernes, el mundo pudo vislumbrar al hombre que lideró a un obscuro grupo extremista desde Siria para cruzar la frontera hacia Irak y tomar la segunda ciudad más grande, para establecerse como la amenaza más seria del orden existente en Medio Oriente y más allá.
Al-Baghdadi estaba anunciando la creación del califato que no conoce fronteras y proclamándose a sí mismo como su líder. Poco después de eso, promesas de lealtad al EI y su califato fueron manifestadas por individuos y grupos militantes. Ahora el “Estado” está en más de diez países, mientras que muchos están esperando ser reconocidos como afiliados.
El objetivo subyacente para Al-Baghdadi es ser reconocido como el líder que puede restaurar al mundo islámico sus previas épocas de gloria. La organización es la más rica financieramente, y continúa expandiéndose en el terreno y entre jóvenes reclutas, alimentándose de la miseria de millones de desplazados y refugiados en Siria e Irak.
A pesar de las conferencias y declaraciones diplomáticas, y después de más de diez meses de bombardeo aéreo, el fin del EI no está cerca.
El presidente (de Estados Unidos Barack) Obama admitió más de una vez: “Nosotros no tenemos una estrategia para combatir al EI”, y eso está jugando a favor de los terroristas.
El grupo sunita ultraextremista, cuya ideología es combatir a los infieles y a los renegados del islam, principalmente chiítas y sus aliados, no encontró ninguna dificultad al entrar a Mosul y Ramadi. El ejército iraquí simplemente dejó la escena, lo que supuso muchas preguntas sobre el interés de Irán y este escenario. Lo mismo pasó con el régimen sirio en Tadmor, donde no se llevó a cabo una pelea real. Tanto Bagdad como Damasco son aliados cercanos de Teherán.
Al mismo tiempo, el desastre que dejó el EI y su amenaza a todo el statu quo, trae de vuelta la teoría del “caos creativo” de Condoleezza Rice durante la administración de (George W.) Bush. Los gobiernos e individuos sunitas de la región perdieron tiempo preciado financiando organizaciones islámicas en el conflicto sirio, y dejaron a la corriente moderada sin apoyo y financiamiento, quedando marginada para cuando fuera necesaria.
Los asesores cercanos a la Casa Blanca dicen que podría tomar décadas derrotar al EI. ¿Es esa una predicción o una evaluación de los eventos por venir?
Muchos jugadores en la región y en Occidente usaron al extremismo islámico para servir a sus planes en un momento u otro, pero el EI se está convirtiendo en una amenaza concreta y en el futuro Frankenstein de la política internacional.
El autor fue embajador de Líbano en México entre 1999 y 2011 nouhad47@yahoo.com