Más Información
Sheinbaum y Petro refuerzan lazos bilaterales en el G20; estrechan cooperación, comercio y lazos culturales
Tribunal Electoral da luz verde al INE para seguir con elección judicial; suspensiones de jueces no frenan proceso, determina
Fernández Noroña celebra registros para elección judicial; afirma participación de más de 2 mil personas hasta el momento
“Todo indica que nos dieron baje”; Fernández Noroña denuncia robo de cartera de carne en vuelo de Aeromexico
Claudia Sheinbaum presume reformas constitucionales en G20; propone hacer política para construir paz
La primera gran operación antiterrorista iniciada por Trump no fue contra ISIS sino contra una rama de Al Qaeda, la de Yemen, operación en la que por cierto murió el marino estadounidense de quien tanto habló el presidente en su discurso “State of the Union”. ISIS, por supuesto, también está siendo combatida, principalmente en Irak y en Siria, pero ese combate es la continuación de lo que Obama inició hace ya tiempo. Y en estos temas no hay casualidades. Lo que hay, aparentemente, es la evaluación de que el foco se ha cargado demasiado sobre ISIS y que esta situación ha sido aprovechada por Al Qaeda, su organización madre, la cual ha venido paulatinamente recuperando fuerza. Y sí, en el campo de la jihad, hay una competencia feroz desde hace años. Si bien ISIS formaba parte de la red de Al Qaeda, tras su ruptura con ésta en 2014, las dos organizaciones pelean por recursos, por reclutas, combaten físicamente por territorios y zonas de influencia, y, sobre todo, por relevancia. En esa guerra, hasta ahora, ISIS había conseguido acaparar la mayoría de los reflectores y atraer a la mayor cantidad de combatientes. ISIS se había ganado el título de “la mayor amenaza a la seguridad nacional” de Estados Unidos y de muchos otros países. Pero eso podría estar cambiando.
Aunque la meta de ambas organizaciones es el establecimiento de un califato global, entre ISIS y Al Qaeda hay una diferencia estratégica central. Al Qaeda, desde tiempos de Bin Laden, pensaba que no era conveniente conquistar territorios y fundar pseudo-estados ya que eso atrae ejércitos, visibilizaba a las fuerzas jihadistas y las hace más vulnerables. Había que operar de manera mucho más furtiva, penetrar los centros neurálgicos de Occidente, atacarle ahí en su corazón y conseguir que la opinión pública en esos países fuese desfavorable a intervenir y perder vidas en países musulmanes (algo similar a lo que piensan el propio Trump y su base de apoyo, por ejemplo). Es decir, según Bin Laden había primero que expulsar a Occidente de los países musulmanes, y así, generar condiciones propicias para derrocar a los gobiernos locales, y finalmente establecer el añorado califato. Zarqawi, el padre de la rama que hoy conocemos como ISIS, pensaba distinto. En su visión, la toma de territorios y la fundación del califato eran el primer paso. El segundo era expandirlo. Sin embargo, Zarqawi siempre se sujetó a la autoridad de Bin Laden, y no fue sino hasta que ambos estuvieron muertos cuando se genera la disputa política que termina con la ruptura entre ambas agrupaciones.
Ahora bien, el mayor éxito de ISIS frente a Al Qaeda, en términos de proyección de fuerza y capacidad de atracción, fue precisamente el haber fundado el califato en aquél 2014. Decenas de miles de combatientes acudieron a su llamado, abultaron sus filas, recibieron entrenamiento y, durante un tiempo al menos, vivieron su sueño. ISIS, a diferencia de Al Qaeda, no solo prometía, sino cumplía. El “Estado Islámico” era “real”. Contaba con territorio, población, gobierno, con una economía, una burocracia y hasta con una moneda propia acuñada de acuerdo con los lineamientos del Islam.
El éxito no solo se materializó en Irak y en Siria, sino que permeó a decenas de organizaciones, grupos y células de mayor o menor tamaño, así como entre seguidores de todas partes del mundo que estaban dispuestos a manifestar su lealtad al Califa Bagdadi mediante atentados en casa. La mayoría de estos grupos en otros tiempos portaban la bandera de Al Qaeda. Ahora, en cambio, abrazaban con todo orgullo la bandera de un “Estado Islámico” que ya existía. Muchas organizaciones locales incluso cambiaron su nombre por Wilayats, o “provincias” de dicho “estado”. ISIS era, en la percepción del mundo entero, omnipresente y omnipotente. La amenaza de Al Qaeda había pasado a un segundo término.
La cuestión, sin embargo, es que quizás Bin Laden no estaba del todo equivocado. La lucha de Al Qaeda era mucho más paciente. Nada parecido al “Blitzkrieg” (o relámpago) con el que ISIS había sorprendido al mundo en sus diversas ofensivas territoriales del 2014. La realidad es que mientras ISIS atraía a los mayores ejércitos de la región y del planeta y se disponía a resistir bombardeos y a combatir a coaliciones de múltiples potencias, Al Qaeda, siguió echando raíces y cultivando jardines.
El resultado es que ISIS, en efecto, ha estado perdiendo sus posesiones territoriales más importantes. En Irak ya perdió un 75% de lo que controlaba. En Siria ha perdido menos territorio, pero ha ido perdiendo posiciones clave. Desde hace meses, se libra la feroz batalla por el control de Mosul, la segunda ciudad iraquí, y la derrota de ISIS es inminente. La batalla por el control de Raqqa, la “capital” del “Estado Islámico” en Siria, también ha iniciado. Las rutas para abastecer de combatientes y provisiones a esa agrupación han sido cortadas. Así que, como se esperaba, el califato como tal, va a colapsar.
Aquí la paradoja es que ISIS no se basó exclusivamente en el camino trazado por Zarkawi, su padre, sino que, de hecho, aprendió muy bien todo lo que Al Qaeda, su organización madre, le enseñó. Si bien es cierto que Bagdadi funda el califato en 2014 y enfoca sus estrategias en la operación de ese pseudo-estado, de manera paralela, ISIS siembra raíces en al menos otros 26 países, raíces que van a persistir mucho más allá del momento en que ese grupo islámico pierda su último bastión en Siria y en Irak.
Por lo tanto, la lucha y la competencia en el campo de la jihad están destinadas a continuar. Al Qaeda ha recuperado enorme fuerza en sitios como Yemen o el norte de África. De su lado, ISIS va a perder una importante parte de su atractivo, pero, a través de células pequeñas o agrupaciones más grandes, mantiene una gran capacidad para cometer atentados, desde Filipinas, Afganistán, Pakistán o el Medio Oriente hasta Europa. Ambas organizaciones intentarán proyectarse como relevantes. Seguirán compitiendo por espacios online, por recursos y seguidores.
Lo que nos tiene que hacer reflexionar es que estamos ya a casi 16 años de los atentados del 2001. Se sigue combatiendo –y mediante básicamente los mismos métodos- no ya solo a la misma organización que los perpetró, sino a una de sus escisiones que hoy le ha arrebatado el liderazgo y los reflectores. Ahora, en esta nueva fase en la que el califato de ISIS se desmorona, habrá que observar primero, cuál será el nuevo panorama de la lucha entre ambas redes terroristas; segundo, lo que ocurrirá con sus múltiples ramas, si mantendrán o modificarán sus lealtades o se escindirán en vías alternas, y tercero, hacia dónde irán o cómo se manifestarán las decenas de miles de seguidores de una u otra opción, quienes continúan buscando banderas que arropar, así como algo que aporte sentido a sus vidas y a sus convicciones.
Analista internacional. @maurimm