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Dos ataques suicidas en Damasco el mismo día, 15 de marzo. El palacio de justicia. Un restaurante. Decenas de muertes que se suman a los cientos de miles de muertos a causa de la guerra siria. Pocas notas en los diarios. Poca atención. Como que algunas muertes importan más que otras. Tampoco recibieron demasiada atención los atentados del 11 de marzo que mataron a 74 personas en el mismo país. O los dos atentados del 6 de marzo. Tampoco parece haber foco para los otros 49 atentados que puedo contabilizar durante enero y febrero cometidos solamente en Irak y en Siria, Casi uno diario. Sí, por ISIS. Pero esta vez no es solo ISIS. Algunos de los más recientes ataques, como los del 15 de marzo, fueron perpetrados por Tahrir Al Sham (antes conocido como el frente Al Nusra), la filial de Al Qaeda en Siria. Dos fenómenos paralelos deben ser analizados al respecto de lo que anoto. El primero, evidentemente, el incremento en el uso de tácticas terroristas por parte de organizaciones que están siendo atacadas o asediadas por enemigos más poderosos, por lo pronto, en Siria y en Irak, pero no solo ahí. El segundo fenómeno, la poca atención que parecen recibir estos ataques en medios que, tratándose de atentados en Occidente, dedican amplios espacios a su cobertura y análisis.
Un primer elemento: El terrorismo es una clase de violencia distribuida de manera altamente desigual. Es decir, a veces pareciera que se trata de una manifestación que ocurre principalmente en Occidente: París, Bruselas, Orlando, Berlín. Se estudia la radicalización, se escriben textos buscando explicar qué es lo que ocurre con jóvenes europeos que un día deciden sumarse a las filas de alguna organización terrorista o que toman un arma y disparan contra inocentes en las calles de alguna famosa capital. Y claro que esos atentados existen, y son muy lamentables, porque cualquier asesinato de personas inocentes es algo que hay que lamentar. Sin embargo, menos del 2% de muertes por terrorismo se produce en países miembros de la OCDE (GTI, 2016). En cambio, 72% de dichas muertes se genera en solo cinco países: Irak, Afganistán, Pakistán, Siria y Nigeria. El fenómeno de los lobos solitarios, por ejemplo, importa, y es algo que hay que estudiar y tratar de prevenir puesto que 70% de muertes por terrorismo en Occidente, es producto de atentados perpetrados por lobos solitarios. Pero nuevamente, se trata de un fenómeno poco significativo cuando se compara con las muertes por terrorismo que tienen lugar en países no occidentales como los mencionados.
Segundo, cuando las organizaciones terroristas son atacadas en sus centros de operación, éstas responden de manera inmediata de la forma que saben y pueden, incrementando el número de atentados terroristas allá en los sitios donde mayormente operan. En la medida de sus capacidades, y en la medida en que sus grupos afiliados tienen la destreza para evadir a autoridades en otros países, incluidos países occidentales, también aumenta el terrorismo en esos otros sitios. Pero nunca en la misma proporción que en sus centros. En los casos de Irak y Siria, ISIS ha venido perdiendo una gran parte de los territorios que tenía bajo su control. Pero lejos de estar acabada, la organización está retornando a operar del modo como operaba cuando le conocíamos como Al Qaeda en Irak, mucho más furtivamente, menos visible, mediante atentados cometidos cada vez más frecuentemente.
Tercero, en el caso específico de Siria, además de ISIS, hay un importante número de milicias islámicas combatiendo en la guerra. Una de esas milicias fue conocida durante años como el frente Al Nusra, la filial de Al Qaeda. La cuestión es que la línea entre el frente Al Nusra y otras milicias islámicas que tenían metas más locales y que, por tanto, no estaban afiliadas a Al Qaeda, nunca fue una línea tan clara. Algunas de esas milicias combatían en alianza con Al Nusra sin formar parte del paraguas de Al Qaeda. Muchos de sus miembros a veces migraban a las filas de Al Nusra, y luego regresaban a la milicia de donde procedían. De hecho, con el fin de evitar ser atacada por Estados Unidos y quizás para ser tomada en cuenta como un interlocutor válido para el futuro sirio, el frente Nusra anunció en 2016 su separación de Al Qaeda y cambió su nombre por el de Jabhat Fatah al Sham. Pero se trataba de una separación poco creíble que nunca se verificó en el terreno material.
Este grupo, Al Nusra/Fatah al Sham, era uno de los que mayor presencia tenían en Aleppo y otros sitios, antes de que esas posiciones fuesen recuperadas por el gobierno sirio con ayuda de Moscú. Por consiguiente, al encontrarse perdiendo terreno, al estar bajo asedio por parte de las tropas de Assad auxiliadas por el Kremlin, el frente Nusra recurre a una nueva estrategia este último febrero: forma una coalición con varias de las milicias islámicas con las que ya tenía afinidad. Ahora, todas juntas, como filial de Al Qaeda, se rebautizan Tahrir Al Sham y están dando a conocer su nuevo ímpetu mediante una ola de ataques terroristas en zonas controladas por el gobierno.
Ahora bien, el otro fenómeno arriba mencionado se vincula de manera directa con lo anterior. A la cantidad de ataques terroristas que ya venían ocurriendo en sitios como Afganistán, Pakistán, Nigeria, Irak y Siria, ahora tenemos que añadir nuevos aumentos en el caso de los dos últimos países. Esto suma un número de ataques muy difícil de procesar por audiencias que se ubican en territorios lejanos. En otras palabras, los ataques terroristas ocurren tan frecuentemente que nos dejan de funcionar como noticia, lo que se conoce como habituación. Nos acostumbramos. Deja de ser novedad. Y como dejan de ser eventos noticiosos de relevancia para sus audiencias, muchos medios optan por dejarlos de cubrir o dejar de darles el espacio que sí otorgan a atentados que ocurren en otras partes como Europa o EU.
El terrorismo es un fenómeno que no debe sobredimensionarse y que debe ser cubierto con la proporción adecuada (hay 13 veces menos muertes por terrorismo que por otras clases de asesinatos), pero tampoco debe ser evadido o minimizado, sobre todo porque además de daños materiales, produce efectos psicosociales, y porque se presenta como síntoma de otra serie de factores como lo son la inestabilidad y el conflicto. Esta inestabilidad no necesariamente se genera en los países occidentales en donde ocurre la minoría de los atentados, sino en otros sitios, desde donde muchas veces llegan los móviles, la inspiración, o incluso la planeación de esos atentados. Pero más allá de ello, habituarse a lo que sucede en sitios como Irak o Siria porque los atentados son cosa de todos los días, no solo representa olvido; podría ser complicidad pasiva.
Twitter: @maurimm