Hace unos días, un comandante de ISIS llamó a Trump un “maníaco total”, y afirmó que su “absoluto odio” a los musulmanes, hará mucho más fácil la labor de reclutamiento de seguidores para esa organización. Esta declaración pone a la vista al menos dos factores. El primero de ellos –el cómo los extremos se alimentan mutuamente- fue algo discutido en los medios a raíz de la afirmación de ISIS. El segundo –el hecho de que se trataba de un comandante de ISIS ubicado no en Siria ni en Irak, sino en Afganistán- fue un asunto que no parece haber llamado la atención de la mayor parte de quienes cubrieron la nota. Simplemente se habló de un “alto comandante de ISIS”. Sin embargo, los dos factores son importantes porque estamos ante uno de esos temas en los que cuando la retórica trumpiana es sometida a pruebas y contrastes con la realidad, difícilmente se logra sostener.

La propuesta de Trump contra ISIS esencialmente contiene ideas como “bombardearle a hasta el infierno”, mucho más enérgicamente de lo que lo ha hecho Obama, o perseguir a civiles que sean familiares de terroristas e incluso “obligar a cumplir las órdenes a aquellos militares que se opongan”. Bajo la concepción de Trump, la administración actual ha sido demasiado suave con esa organización. De hecho, el presidente electo llegó a sugerir que ISIS fue una hechura de Obama y Hillary, ignorando que esa agrupación era parte de Al Qaeda en Irak y que de 2004 a 2010 sostuvo una intensa guerra contra la ocupación de Washington en ese país provocando cientos de bajas estadounidenses. Por tanto, para terminar con ella, sigue la lógica de Trump, bastaría aplicar la fuerza con mucha mayor intensidad. La declaración del comandante de ISIS en Afganistán, sin embargo, exhibe la dificultad de esas estrategias en al menos dos aspectos:

Primero, en efecto, los extremos alimentan a los extremos. La investigación sobre este tema ha demostrado que organizaciones como ISIS o Al Qaeda, para elevar sus números de reclutas, solo necesitan exhibir y publicitar discursos como el de Trump, o el promovido por medios como Breitbart News, cuyo director, Stephen Bannon, fue jefe de campaña de Trump y ha sido ahora nombrado estratega y consejero mayor de la Casa Blanca. No significa que todos o siquiera que la mayor parte de quienes profesan la religión de Mahoma se radicalicen solo con escuchar esa clase de discurso. Lo que sí significa es que en un reducido número de personas que ya han iniciado un proceso psicológico de radicalización, este tipo de retórica resulta detonante para seguir subiendo pasos en la escalera del proceso (Moghaddam, 2007). Por lo tanto, de manera paradójica, aunque las propuestas de “prohibir la entrada a musulmanes” o “arrestar a los familiares de terroristas”, han resultado enormemente populares en cantidad de electores, ese lenguaje es precisamente el que hace crecer a las organizaciones que supuestamente se busca combatir mediante “bombardeos hasta el infierno”.

Segundo, ISIS no es una cosa sino muchas cosas. No tiene una rama sino muchas ramas que están ubicadas no en un país sino en muchos y que no siempre se exhiben al aire libre como blancos de bombardeos como sí sucede en sitios como Mosul en Irak, o Raqqa en Siria. El solo hecho de que el comandante de ISIS que hizo las declaraciones con que inicia este texto se ubique en Afganistán, es una muestra del crecimiento que esa organización ha tenido en ese país, uno de los más conflictivos de todo el planeta, y una muestra de cómo las ideas que ISIS promueve han robado terreno a otros actores como los talibanes o la propia Al Qaeda.

Ahora bien, ya en estos momentos, la estrategia implementada por Estados Unidos y sus aliados locales e internacionales, ha conseguido reducir, específicamente en Irak y en Siria, las posiciones que ISIS llegó a dominar en 2014. La ciudad de Mosul, segunda en importancia de Irak, va a ser recuperada por el gobierno de ese país, a un costo humanitario enorme, pero va a ser recuperada. La “capital” del “Estado Islámico”, Raqqa, en Siria, está ya siendo atacada por las milicias financiadas, entrenadas y armadas por Washington. Seguramente en los meses que siguen veremos incrementadas las pérdidas de ISIS en esos dos países.

Lo que no terminará tras los bombardeos masivos es la actividad de ISIS como grupo terrorista, primero, en su base de operaciones (Irak y Siria) –ahora de manera mucho más furtiva y clandestina-, luego, en todos los sitios donde esa organización tiene filiales –desde Libia, Egipto y Yemen hasta Bangladesh o Afganistán-, además de aquellos sitios donde esa organización tiene células más pequeñas –como las que perpetraron los ataques de París hace un año y que han seguido activas en muchos sitios- y por último, tampoco terminará la actividad conducida a distancia mediante reclutadores y operadores virtuales, quienes a veces planean y dirigen atentados de manera directa desde el ciberespacio, y otras simplemente se dedican a inspirar a seguidores que se convierten en lobos solitarios.

Suponiendo entonces que Trump y su flamante equipo en la Casa Blanca se sigan conduciendo como en la campaña, el potencial de ISIS para sobrevivir a los bombardeos infernales, o bien, para mutar y seguir empujando el crecimiento del terrorismo a nivel global, es bastante elevado. Y si consideramos que 95% de quienes afirmaban que iban a votar por Trump temían ser víctimas, ellos o sus familiares, de ataques terroristas, estamos ante un tema más en el que el atractivo mensaje que ese candidato logró comunicar a esos votantes pudo vender y le ayudó ganar, pero estará lejos de cumplir con la expectativa creada.

Twitter: @maurimm

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