Besos, abrazos, y “mi querido amigo” marcaron la cumbre Putin-Erdogan el pasado martes. Una cumbre a la que, con toda intención, se quiso dar mucha publicidad. Se trataba de la exhibición del reacercamiento entre Moscú y Ankara, cuyo conflicto se había intensificado en un número de asuntos a lo largo de los últimos años, pero que llegó a su máximo nivel a raíz del derribo de una aeronave rusa por parte de Turquía y las represalias de Moscú ante ese incidente. Estas represalias, además de sanciones comerciales y diplomáticas, incluyeron la intensificación de los bombardeos rusos en contra de las milicias en Siria apoyadas por Ankara y la amenaza abierta de derribar aviones turcos si estos se atrevían a cruzar el espacio sirio, además de la apertura de una representación de los kurdos-sirios en Moscú, algo que golpeaba a Erdogan en donde más le duele. Así que, si estamos hoy viendo una distensión, es necesario comprender: (a) cómo es que el distanciamiento entre esos dos países llegó al nivel que llegó, (b) por qué en este momento preciso han decidido limar sus asperezas, y (c) si acaso eso es posible.

La rivalidad geopolítica entre Turquía y Rusia es, de hecho, una rivalidad que tiene mucha historia. Sin embargo, sus tensiones se van a acrecentar notablemente a raíz de la guerra civil en Siria. Este país, donde Rusia cuenta con una base naval, es considerado por Moscú como parte de su esfera de influencia desde tiempos de la Guerra Fría. Rusia es el principal proveedor de armas de Assad, a quien además apoya diplomática y financieramente desde el inicio de la guerra. Turquía se ubica justamente en el bando contrario. Ankara ha sido uno de los más importantes sostenes de varias de las milicias que luchan contra el presidente sirio. Exmilitares y combatientes sirios –laicos e islamistas-, utilizan desde al menos 2012, el territorio turco para agruparse, recibir armamento, a veces entrenamiento –en ciertos casos con ayuda de la CIA- y, desde ahí, lanzar sus ataques contra el ejército sirio.

Tres factores ocurridos durante 2015 van a hacer que el enfrentamiento entre Turquía y Rusia alcance niveles aún mayores: (1) Turquía, Qatar y Arabia Saudita deciden dejar atrás sus diferencias para unir esfuerzos en contra de Assad, lo que se traduce en la conformación de una coalición de milicias rebeldes apoyadas por estas tres potencias, coalición que para abril/mayo del 2015, estaba teniendo un enorme éxito en su combate contra el ejército sirio, (2) Adicionalmente, Erdogan toma la decisión de sumarse a la coalición de países liderada por EU para combatir a ISIS, con lo que no solo Ankara va a prestar sus bases aéreas a Washington, sino que empieza a bombardear territorio sirio e iraquí, tanto en contra de ISIS como en contra de los kurdos, (3) Ankara obtiene el aval de Washington para penetrar territorio sirio con sus fuerzas terrestres y establecer una franja “libre de ISIS”, la cual iba a ser también una zona “libre de Assad”.

No obstante, para el verano del 2015, Moscú hace una valoración de la situación en Siria, y determina que es hora de mandar mensajes de fuerza y hacer a un lado, uno por uno, a sus rivales geopolíticos. Es así como, por primera vez en el conflicto, el Kremlin interviene de manera directa para rescatar a su aliado Assad. Esto lo hace mediante apoyo por aire, por tierra y por mar, algo que inevitablemente iba a generar situaciones de choque con las potencias que ya estaban ocupando el espacio aéreo sirio. Durante las primeras semanas de su intervención, Moscú va a bombardear intensamente a todas las milicias que combatían a Assad, incluidas por supuesto, aquellas apoyadas por Turquía. La ocupación y dominio ruso del espacio sirio va a resultar, en noviembre del 2015, en el incidente en el cual Ankara derriba un avión de Moscú a quien acusa de haber cruzado su frontera, llegando con ello al máximo nivel de enfrentamiento entre ambos países.

Ahora bien, desde entonces hasta ahora, muchas cosas han ocurrido. Menciono algunas: (1) Rusia fue jugando sus cartas en Siria inteligentemente. Su respaldo al presidente sirio le devolvió la iniciativa en la guerra. Hoy la mayoría de actores internacionales parecen aceptar que cualquier resolución de ese conflicto va a tener que contar con el aval del Kremlin, lo que puede implicar incluir al presidente Assad en un esquema de pacificación, (2) Turquía ha padecido dolorosas repercusiones a raíz de su decisión de intervenir en Siria de manera directa, lo que ha incluido un notable incremento del terrorismo en su territorio, tanto a manos de ISIS como a manos de la militancia kurda, (3) Un intento de golpe de Estado en Turquía en el cual Ankara no solo dice ver la mano de Fetullah Gülen -un político y pensador auto exiliado en Estados Unidos-, sino también pareciera, a veces, estar implicando a la propia Casa Blanca en la autoría intelectual del complot en su contra, (4) La convicción por parte de Ankara de que su ingreso a la Unión Europea no está a la vista, e incluso de que su más reciente acuerdo en torno a los refugiados no está redituando los dividendos que Erdogan esperaba. A todo ello se han sumado las constantes críticas por parte de países occidentales a la forma como Erdogan ha respondido ante el intento del golpe de Estado en su país. Algunos analistas han incluso puesto en cuestión la permanencia de Turquía en la OTAN.

Por consiguiente, el acercamiento entre Turquía y Rusia, y mucho más, la publicitación de ese acercamiento, buscan mostrar que ambos actores pueden encontrar formas para explotar la cada vez más amplia distancia entre Ankara y sus aliados occidentales. La cuestión es que, para que este acercamiento realmente funcionara, Turquía tendría que, entre otras cosas, ceder la mayor parte de sus aspiraciones para Siria. Es por ello por lo que muy diversos análisis, hasta ahora, parecen coincidir en que Rusia y Turquía están destinados a seguir chocando. Las causas de fondo que intensificaron su enfrentamiento, siguen todas ahí. Es probable que así sea.

Sin embargo, también hay que sopesar los factores que están haciendo que Ankara mire en dirección a Moscú. Económicamente, Turquía y Rusia se siguen necesitando más de lo que su rivalidad geopolítica enseña. Adicionalmente, Erdogan parece empeñado en seguir culpando a Occidente de varios de sus males, lo que inevitablemente le seguirá distanciando de la Casa Blanca, de la UE, y de la OTAN. Por otra parte, es verdad que el conflicto sirio sigue caminando por la ruta del desgaste. Sin embargo, en medio de ese desgaste, ya incluso Washington está cooperando con Moscú con tal de golpear a ISIS, a pesar de los costos que ello conlleva en términos de aceptar las condiciones que el Kremlin quiera imponer. Más aún, Putin y Erdogan están empezando a incluir a Irán en sus flamantes conversaciones. Así que, aunque no veamos resultados en lo inmediato, podría ser que esta vez, la aproximación de Moscú con Ankara vaya más en serio que lo que muchos piensan.

Twitter: @maurimm

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