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Más de una vez alguien me que me conoce o reconoce me pregunta: ¿Qué es lo que está pasando en el mundo con tanto caos? También más de una vez se nos cuestiona el hablar de asuntos internacionales cuando en México hay tantos males y problemas. Y sí, claro que se necesita hablar de todo lo que sucede en nuestro país. La mayor parte de los artículos en este y muchos otros diarios lo hacen. Pero a veces también hace falta pensar de manera más global. Elevarnos unos instantes por encima de nuestra realidad local, y mirar desde arriba el panorama completo. Se entiende que cada caso es distinto y es detonado por circunstancias propias. Pero ¿no hay hilos conductores? ¿No hay nada que conecte a las elecciones españolas con el referéndum del Brexit y a éste con los refugiados sirios, con la guerra en Siria, con ISIS, con los ataques de París, Bruselas u Orlando, y con el ascenso de las extremas derechas? ¿Y no hay nada que conecte a todo eso con México? ¿Cuáles son las corrientes que se están moviendo mucho más allá de un solo país? No es que tengamos claras las respuestas, sino que tenemos que hacernos las preguntas y tratar paulatinamente de irlas entendiendo. Van solo algunos ejemplos:
Sin la crisis económica del 2008 y la desocupación juvenil que propició no solo en Europa sino más allá, en países como Túnez o Egipto, no se puede entender la Primavera Árabe, y sin Primavera Árabe no se entiende la guerra civil en Siria. A su vez, el prolongado empate en esa guerra y por consecuencia, la eternización del conflicto, no puede comprenderse sin la intervención internacional indirecta y/o directa de potencias regionales y globales como Turquía, Arabia Saudita, Irán, Rusia, EU, Francia y Reino Unido. Pero sin la prolongación de ese conflicto no se puede entender el ISIS que hoy conocemos, porque aquella organización que antes era conocida como Al Qaeda en Irak, y que en 2011 padecía un importante momento de debilidad, muy probablemente se hubiera quedado ahí, en Irak, en donde estuvo operando desde 2004 y quizás hubiera permitido, como lo había hecho hasta entonces, que fuesen otras distintas ramas y células de Al Qaeda quienes actuaran en otros países. ISIS solo agrega la última S de Siria a su nombre tras el caos producido por la guerra civil en ese país. Eso conecta entonces a ISIS con la Primavera Árabe, con la crisis económica del 2008, con el desempleo juvenil y con toda esa serie de factores que dieron lugar, entre otras cosas, al ascenso de partidos políticos como Podemos o Ciudadanos en España. De hecho, una parte de los combatientes de ISIS procede precisamente de esas mismas sociedades en donde los jóvenes manifiestan su frustración de muy distintas formas en las calles de aquél 2011. ISIS, en su fase actual, emerge de ese sistema, se aprovecha de las condiciones imperantes, y expande su mensaje, su idea, y su capacidad de atraer e inspirar. Así es como un día aparece París o Bruselas, otro día San Bernardino u Orlando, y otro día Estambul. Ataques perpetrados por personas de nacionalidades muy distintas, pero que encuentran en ese mensaje un sentido y razón para actuar como lo hacen.
Mismo sistema, otro ángulo: los tres países situados más abajo en el Índice Global de Paz en 2015, son precisamente los mismos tres países de donde más cantidad de refugiados llegaron a Europa ese año: Siria, Afganistán e Irak. La presencia de estos refugiados, sumada a la de migrantes económicos procedentes de muchas otras partes, produce en muchos ciudadanos europeos este sentimiento de “hordas” cruzando fronteras sin control, extranjeros llegando a “arrebatar el trabajo” a “alterar la cultura”, y a “propagar el miedo” por el “terrorismo que cometen” (aunque en realidad, la mayor parte de los atentados es perpetrada por nacionales de los propios países atacados). Esta sensación de miedo, de conmoción por lo desigual, alimenta corrientes políticas que se montan en estos sentimientos, desarrollan discursos atractivos y van ganando posiciones políticas cada vez más importantes. Ese mismo sentimiento, en última instancia, constituye uno de los principales factores que contribuyeron a la victoria del Brexit. Déjeme ponerlo más simple. La participación indirecta y directa de potencias occidentales, sin la cual no se entiende la prolongación de la guerra siria o mucho antes, sus intervenciones internacionales en Irak y Afganistán, y el caos resultante tras las mismas, se conectan de manera directa con la crisis de refugiados que esos mismos países y/o sus aliados hoy viven, y con el incremento de la sensación de fronteras vulneradas y la necesidad de “rescatar lo nacional”, todo lo cual termina alimentando corrientes que van desde masas de ciudadanos votando por el Brexit, hasta el incremento de la fuerza de partidos de extrema derecha.
Uno más, para quienes sienten que México no forma parte de todo este panorama. Los mercados de drogas, de armas, de productos ilícitos, el tráfico de personas, las redes transnacionales de lavado de dinero, son las hebras dentro de las cuales nuestras organizaciones criminales nacen, viven y se reproducen. Esos mismos mercados son justamente de los cuales se nutren otros actores no estatales violentos como ISIS o Al Qaeda. No es otro sistema. Es el mismo. Ya hemos conocido casos en los cuales organizaciones como los Zetas comparten redes de lavado de dinero con grupos como Hezbollah, o en los cuales organizaciones criminales mexicanas venden droga en África a grupos islámicos, quienes la revenden para financiar sus actividades. Es decir, estos actores que hoy operan de manera más flexible tras el caos de la Primavera Árabe terminan usando como financiamiento los productos que envían organizaciones criminales de nuestro país. Algunos de esos mismos actores africanos han jurado lealtad a la red del “Estado Islámico”, una organización que ha inspirado dos ataques terroristas en Estados Unidos en los últimos meses, los cuales junto con la ola de terrorismo que vive el planeta, terminan favoreciendo discursos como el que enarbola Trump, quien propone prohibir la entrada de musulmanes a Estados Unidos y quien también promete deportar a todos los trabajadores indocumentados mexicanos, y quien jura construir un muro en nuestra frontera que nos obligará a pagar.
Pensar de manera global nos permite comprender los lazos entre los temas, pero también nos obliga a proponer soluciones más colaborativas e integrales. Cerrar las fronteras, construir cercas, exaltar nacionalismos o culpar a los otros de todos nuestros problemas, sea en Europa o en América del Norte, no resuelve la raíz de un sistema descompuesto. De ese sistema, todos nuestros países, regiones y ciudades, lo veamos o no lo veamos, forman parte.
Analista internacional.
@maurimm