Hace cuatro años y nueve meses, el Consejo de Seguridad de la ONU votó –con la abstención china y rusa, es decir, con su implícito aval- a favor de una incursión aérea de las potencias en Libia. El objetivo que se manifestaba en aquél entonces era la protección de civiles de la amenaza que significaba el coronel Gaddafi en aquellos días. Sin embargo, todos sabíamos que el mandato sería interpretado como una autorización para otorgar todo el apoyo aéreo necesario a los rebeldes hasta que derrocaran al líder libio. Los problemas, como siempre, vinieron después de aquella misión cumplida. Libia, un país desértico más grande que Egipto, pero con una población ocho veces menor, hoy vive una guerra civil en la que dos gobiernos, apoyados por potencias distintas, se encuentran enfrentados, el tráfico de armas está completamente desatado, tribus, grupos y milicias chocan diariamente, y el control de las fronteras brilla por su ausencia por lo que el país se ha convertido en uno de los principales centros para las redes criminales que trafican personas y migrantes. Y es precisamente esa combinación de elementos la que favorece la operación de organizaciones terroristas. Hasta hace poco tiempo, la que dominaba ese territorio era Al Qaeda. Hoy, ISIS está convirtiendo a Libia en su segundo centro de mando.

Como hemos explicado en estas páginas, ISIS es una organización compuesta de varios elementos que incluyen: (a) La “matriz”, el autodenominado califato que opera en Siria e Irak, (b) Las “provincias” una especie de “franquicias” o subgrupos mayores que operan en distintos países de Asia y África, varios de ellos anteriormente afiliados a Al Qaeda y que actualmente manifiestan lealtad a ISIS. Un claro ejemplos de esta categoría es Boko Haram en Nigeria, (c) Células más pequeñas compuestas de jihadistas, algunos también anteriormente leales a Al Qaeda, otros nuevos, quienes han manifestado su lealtad a ISIS o han viajado a Siria o Irak a recibir entrenamiento. Varias de estas células se ubican en Europa. La mayor parte de estas células operan con gran independencia de la matriz. (Los atentados de Paris en noviembre fueron, de hecho, una excepción en donde tres de estas células sí operaron de manera coordinada y con cierto contacto con la matriz), (d) “Lobos” o actores solitarios, individuos no vinculados a la red del “Estado Islámico”, pero que deciden atacar inspirados por éste. Un ejemplo de esta categoría es el del ataque de San Bernardino en California. Sabemos, por ejemplo, que uno de los dos atacantes en ese atentado había planeado un ataque, muchos años incluso antes de que el ISIS que hoy conocemos emergiera en la agenda. En esos casos, lo de “ISIS” es sobre todo una bandera ideológica, no una liga operativa. 70% de ataques terroristas cometidos en Occidente en los últimos años, pertenecen a esta última categoría (IEP, 2015).

El caso libio, no obstante, se está empezando a cocinar aparte de esas cuatro categorías. Desde el fin de la era Gaddafi, Libia se convierte en uno de los más importantes centros operativos de la rama de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQIM), la cual se empieza a vincular con grupos locales y extender sus operaciones. Se sabe que el “príncipe de la Jihad”, Belmoktar, trabajaba en Libia cuando en tiempos recientes, Estados Unidos lanzó un ataque en su contra, el cual, se dijo, lo mató, (aunque esto no fue confirmado). Una de estas células locales auto afiliadas a Al Qaeda, es la que asesinó al embajador de EU en ese país en 2012. Sin embargo, algunas de estas células jihadistas locales, deciden hacer lo que hicieron muchísimas otras en el planeta: abandonar su lealtad a Al Qaeda, y adoptar la marca de moda: ISIS.

ISIS, por su parte, desde su base en Siria, detecta la oportunidad que Libia representaba. Así, desde los primeros atentados de esta filial libia observamos: (1) Una réplica casi perfecta de las estrategias que estaba utilizando ISIS en el uso de la violencia para generar efectos psicológicos de trascendencia global, (2) La repetición de discurso y simbología muy precisos, tales como la referencia a las Cruzadas, los uniformes color naranja que emulan a las de los de prisioneros de Guantánamo, entre otros. Salvo que ahora, las ejecuciones de cristianos se hacían frente al mar, evidenciando que se trataba de otra “locación”, (3) La proyección de una imagen que es absolutamente coherente con la idea central que ISIS busca comunicar: “No somos un grupo u organización terrorista, o milicia insurgente. Somos un ‘Estado’. Por lo tanto, nuestros grupos u organizaciones afiliadas no son grupos ni organizaciones, sino ‘provincias’”, (4) De manera que si bien, esta filial libia de ISIS constaba de una o varias milicias locales preexistentes, lo que ya podíamos afirmar desde inicios de este 2015, es que utilizaba un marketing común a la matriz, lo que nos hablaba de un importante grado de coordinación en comunicación política y en el uso psicológico de la violencia para generar y transmitir mensajes varios, (5) Libia se convierte así en un territorio que simboliza la competencia y confrontación de los máximos representantes de la jihad global: Al Qaeda e ISIS. Hoy sabemos que esas dos organizaciones no solo compiten por recursos y reclutas en ese país, sino que se encuentran materialmente combatiendo entre ellas.

Para ISIS, Libia ha dejado de ser simplemente una “filial” y se está convirtiendo en un verdadero centro de operaciones. Hace unas semanas, incluso, corrió un rumor de que el autodenominado Califa Bagdadi, el líder de ISIS, huyendo de los bombardeos que varias potencias están efectuando en Siria e Irak, había viajado a su “base” libia. Aunque posteriormente ese rumor fue desmentido, refleja la importancia que dicho sitio está adquiriendo para la organización islámica. Por su cercanía con Europa, Libia es geográficamente ideal. Pero además de ello, Libia cuenta con todas las condiciones materiales –guerra civil, ausencia de Estado, descontrol de fronteras, redes criminales, tráfico de armas y personas, entre otras- para operar.

Actualmente observamos un cada vez mayor número de potencias bombardeando a ISIS en Irak y Siria. En 2016 veremos ese mismo experimento replicado en Libia. Ya Francia lo ha anunciado así, lo que añadirá ingredientes al caos en que Libia se ha convertido desde que se decidió “proteger a sus civiles”. Sin embargo, la serie de factores que explican el por qué ISIS está eligiendo a Libia como su segunda sede, son justo los que nos aportan las lecciones que tendrían que ser aprendidas si algún día se piensa combatir a este tipo de organizaciones con seriedad. Si las redes terroristas se alimentan del conflicto, la inestabilidad, la ausencia de aparatos e instituciones estatales, la comunidad internacional debería estar contribuyendo menos con bombas y más con soluciones estructurales para los países que están experimentando esas condiciones, sobre todo después de haberlos intervenido y después de haber derrocado a sus gobiernos, como es el caso libio.

Analista internacional. 

@maurimm

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