Netanyahu no olvida la cumbre del G20 hace unos años: “No lo aguanto, es un mentiroso”, decía Sarkozy sin percatarse de que el micrófono estaba encendido. “¡¿Tú no lo aguantas?! ¡Yo tengo que tratar con él todos los días!”, replicaba Obama, también ante los oídos del mundo entero. Obama, por su parte, no olvida cuando, en plena campaña electoral contra Romney, Netanyahu aparecía en los programas televisivos dominicales de mayor rating en EU, prácticamente haciendo campaña a favor del candidato republicano. O la reciente visita del primer ministro israelí al Congreso estadounidense en donde, ante la ovación de pie de los opositores del Obama, explicó con peras y manzanas cómo es que la Casa Blanca había negociado un “muy mal acuerdo” con Irán. Seguramente tampoco olvidan sus profundas diferencias ideológicas y políticas, sus muy distintas visiones del mundo, o del rol que debiera jugar la superpotencia en asuntos globales. Sin embargo, no tienen otra alternativa que seguir intentando acercarse, porque la relación entre países aliados a ese nivel, es todo menos personal. Es conocido cuánto depende Jerusalem de Washington en temas de seguridad, diplomacia y economía, pero a veces se obvia la importancia estratégica de Israel para Estados Unidos, especialmente en los tiempos que hoy vive el planeta. La escabrosa relación personal de ambos mandatarios ha terminado por poner en riesgo los intereses de ambos países. Muchos asesores se los han venido diciendo desde hace tiempo, pero quizás, apenas ahora, están empezando a hacer caso de las recomendaciones y tal vez su reciente encuentro es muestra de ello. Acá algunos ejemplos de los temas que requieren replantear su cooperación:
El primero es el propio conflicto palestino-israelí. La eterna intratabilidad de ese conflicto no solo es un factor explosivo para Israel que produce ciclos de espirales violentas de manera intermitente, en los que cada vez los lapsos de intermitencia son más cortos. Este conflicto irresuelto es también alimento y bandera de grupos terroristas que atacan a EU o a sus ciudadanos (solo recordar que cuando Al Qaeda o ISIS expresan sus sus metas, continuamente incluyen el discurso anti-israelí y la necesidad de recuperar Al Quds –Jerusalem- para el Islam). La cuestión palestina está permanentemente en el discurso político y en la opinión pública de países musulmanes desde Egipto hasta Turquía o Malasia, en donde a veces la inestabilidad genera riesgos a intereses estadounidenses. Todo ello sin mencionar el costo político que supone para Washington la no resolución de este conflicto, tanto en lo externo como en lo interno, el siempre tener que defender o estar a lado de Israel en foros internacionales, el precio que tiene que pagar la administración en turno por la siempre patente incapacidad de avanzar en el tema. En fin, solo esta cuestión podría abarcar textos completos. Pero Washington e Israel se necesitan mucho más allá de ella.
Al noreste de Israel se encuentra Siria y el conflicto más grave y lamentable del siglo que corre. La inestabilidad e incapacidad del estado sirio para controlar sus fronteras no solo genera riesgos inmediatos para la seguridad israelí. Esa guerra civil compromete una gran cantidad de intereses estadounidenses, empezando por la penetración militar directa de Rusia o de Irán, así como la presencia en territorio sirio de Hezbollah (un grupo que ha atacado a estadounidenses en numerosas ocasiones), siguiendo por la amenaza que representa la expansión del jihadismo, amenaza manifiesta en ISIS, pero no solo en esta organización sino en otras como Al Nusra o Khorasan, (filiales de Al Qaeda en Siria). De modo que Estados Unidos e Israel se necesitan mutuamente para contener el crecimiento de rivales y enemigos comunes.
Ello nos lleva a otros dos temas relacionados con lo anterior: (1) Si el enfrentamiento de cuasi-Guerra Fría entre Washington y Moscú sigue escalando, probablemente Estados Unidos e Israel se van a necesitar no solo por lo que ocurre en Siria, sino más allá. Israel, como en el pasado, será el uno de los aliados cruciales que EU va a requerir en la región, (2) Está el tema de la expansión de ISIS no como grupo, sino como idea, como marca franquiciable que es adoptada por células o grupos militantes pre-existentes al surgimiento del ISIS que hoy conocemos. Algunas de estas células ya operan en Gaza y Cisjordania. Otro de los grupos más importantes que hace un año anunció su lealtad a ISIS es Ansar Bayt Al Maqdis, quien opera en el Sinaí (grupo que se adjudicó el desplome del avión ruso en fechas recientes). Este último, por ejemplo, no solo ataca a fuerzas de seguridad egipcias y a turistas de varias nacionalidades. También ha atacado intereses estadounidenses, e incluso ha enviado misiles contra ciudades israelíes. Es decir, el combate a ISIS se convierte sin lugar a dudas en un interés común entre Washington y Jerusalem, no solo en Siria.
Ahora bien, uno de los temas que más han distanciado a Obama y Netanyahu es el acuerdo nuclear con Irán. Para Netanyahu, ese acuerdo es la vía directa para que Irán eventualmente consiga armar su bomba nuclear. Para Obama en cambio, lo logrado con ese acuerdo es justamente el camino para evitarlo. Al margen de las opiniones al respecto, lo que no se pone en duda es que: (a) El acuerdo fortalece a Irán en lo inmediato, tanto en materia económica como política. Y si bien la firma de ese acuerdo fue también un mecanismo que Washington empleó para intentar equilibrar sus relaciones en la región y abrir un canal de diálogo con los ayatolas, la Casa Blanca no está interesada en que Teherán expanda su círculo de influencia o que se mantenga financiando y armando a grupos enemigos de Occidente y sus aliados. Esto ofrece un terreno común para que EU e Israel mantengan la colaboración en esta cuestión, (b) Al final, ni Estados Unidos ni Israel (u otras potencias de Medio Oriente) desean ver a un Irán nuclearmente armado o que detone una carrera armamentista en la región. Esto genera un espacio de colaboración inmediata, urgente e indispensable entre Netanyahu y la Casa Blanca.
Los anteriores son solo algunos de los temas de interés común. Podríamos continuar y explicar lo mucho que Israel necesita del apoyo diplomático y económico de Washington en tiempos en que se encuentra políticamente aislado, o cuando está siendo sujeto de un bloqueo comercial por parte de diversos gobiernos y empresas en el mundo. O podríamos incluir más temas de política interna en Estados Unidos. Podríamos no parar. La conclusión sería la misma: La relación entre Estados Unidos e Israel no es personal sino estratégica. Los pleitos, los berrinches y los incidentes que las administraciones de ambos países han escenificado no hacen otra cosa que perjudicar los intereses de ambas. El encuentro de Obama y Netanyahu esta semana podría ser una señal de que finalmente ambos lo han entendido.
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