En su libro Sociología de la religión, Max Weber narra lo que desde un ángulo sociológico fue uno de los mayores problemas para el judaísmo en la antigüedad: la lucha que libraba su dios, Jehová, para imponerse como idea ante otro dios mucho más popular en toda la región, el dios Baal. Mientras líderes y profetas judíos buscaban hacer permear el complejo concepto de un dios único, abstracto e inmaterial, el pueblo hebreo retornaba una y otra vez, cuenta Weber, a la noción, mucho más creíble y aceptable de dioses visibles y tangibles como el Baal, representado, por ejemplo, en el episodio del becerro de oro venerado por el pueblo al que Moisés le estaba entregando las tablas de la ley en el Monte Sinaí. El cristianismo y posteriormente el Islam, no solo heredarán del judaísmo el concepto del dios único e intangible, sino la lucha por convencer a las masas de que ese dios abstracto no necesitaba y no debía ser representado en imágenes o esculturas. En la interpretación más literal de estas ideas, rezar a un ídolo era (y es) un crimen. No es entonces casual que el “Estado Islámico” o ISIS, haya seleccionado nada menos que al templo de Baal, el enemigo de Allah, como el último de sus objetivos de destrucción cultural el pasado agosto.
Con casi 2000 años de existencia, el semidestruido templo de Baal en Palmira es uno de los más antiguos de toda Siria. Está ubicado cerca de otro templo también recientemente destruido por ISIS, el templo de Baalshamin. La devastación que ha caído sobre la ciudad de Palmira –considerada patrimonio cultural de la UNESCO- era, lamentablemente, esperada cuando hace unos meses esa organización islámica arrebatara la histórica ciudad al gobierno de Assad.
Se trata al mismo tiempo de una expresión de fundamentalismo religioso, que de un muy eficaz uso psicológico de la fuerza y la violencia para transmitir mensajes a audiencias varias. En otras palabras, ISIS es muchas cosas a la vez: grupo fundamentalista, insurgente, guerrilla, ejército y gobierno. Pero ante todo, ISIS, como su madre Al Qaeda, es un grupo terrorista que utiliza la violencia como instrumento para comunicar sus reivindicaciones empleando al terror como vehículo o canal. Si añadimos a la devastación del patrimonio cultural, la decapitación filmada y transmitida de Khalil-al-Assad, el exdirector de antigüedades de la ciudad de Palmira, el panorama queda aún más claro.
Destrucciones como la del templo de Baal no son producto de la “locura” o mero “salvajismo”, sino actos calculados, ideados para capturar la atención de medios de comunicación de forma que su mensaje pueda ser transmitido a diversas clases de audiencias. Por un lado hay un mensaje de poder y de terror para que éste sea recibido y procesado por enemigos, rivales y oponentes de toda índole. ISIS domina -diría este mensaje- ISIS devasta, sus ideas prevalecen. Por tanto, vale más someterse y adaptarse a las interpretaciones religiosas que esa organización impone.
Pero además de ese tipo de audiencias, ISIS busca posicionarse ante seguidores duros, y sobre todo, seguidores blandos, en el mundo del Islam político. En la interpretación de ISIS, destruir un templo como el de Baal, es un acto de fe y de afirmación de la sumisión al único e intangible dios que existe en el universo: Allah. El califato comandado por Bagdadi, se impone ante los infieles, y con ello, a diferencia de otros grupos islámicos como Al Qaeda, ISIS sí cumple. Por lo tanto, su compromiso de liderar y ganar la jihad, se torna para esos seguidores, en algo creíble. Así, el atractivo generado ante aquellos militantes en potencia ubicados en muchas otras partes del mundo, supera con creces al de cualquier otra organización de nuestro tiempo. Su mensaje cruza fronteras y continentes para ser abrazado tanto por individuos y pequeñas células, como por otros grupos jihadistas quienes anteriormente portaban otro nombre o bandera.
ISIS, además, se manifiesta con un diestro manejo de los medios de comunicación. Coloca trampas y a través de ellas, establece la agenda. Determina qué es lo que quiere que sea cubierto (y por lo tanto, también elige lo que prefiere que se ocluya, tal y como sucede con las no pocas derrotas que ha tenido el último año, o las disputas y riñas al interior de la organización). Ante un golpe atroz a la cultura como lo es la destrucción de estas ruinas, los medios no tienen alternativa que otorgar toda la cobertura posible al acto, reproduciendo una y otra vez, el mensaje que ISIS quiere hacer llegar a sus targets.
Duele entonces la destrucción al patrimonio cultural que países como Siria e Irak, y la humanidad entera experimentamos, pero duele más saber que en la medida en que este tipo de actos reporten utilidad a grupos como ISIS, los veremos repetidos en todos los espacios en donde sus ideas logran penetrar. Por tanto, combatirles en lo material, es insuficiente. Se requiere diseñar una serie de estrategias integrales mucho más sofisticadas –desde estrategias de generación de condiciones de paz hasta estrategias de comunicación y medios- para contener, entre otras cosas, el impacto psicológico que organizaciones como esa, están consiguiendo producir.
Analista internacional
Twitter: @maurimm