Un fantasma recorría los pasillos de la Asamblea General de Naciones Unidas durante los discursos de este año. Era el fantasma del “Estado Islámico” o ISIS, los muy distintos diagnósticos para explicar su fortalecimiento, las muy diferentes visiones para enfrentarle, los intereses que se conectan con esas distintas estrategias de combate, y por supuesto, la crisis de refugiados que estalla, en parte, por causa de ese conflicto irresuelto que es el sirio, en el que las principales potencias regionales y globales hoy ya están participando de manera directa. Así que a un año de la estrategia de Washington y sus aliados para, en sus palabras, “degradar y destruir a ISIS”, vale la pena intentar un balance.
Primero, el diagnóstico. Aunque ISIS es una escisión de Al Qaeda, hoy se manifiesta como algo muy diferente a su organización madre. Ese ISIS que hoy conocemos es en realidad un subproducto de dos conflictos, el iraquí y el sirio. Borrando la frontera entre esos dos países, ISIS se comporta a veces, en efecto, como grupo terrorista. Otras veces, ISIS es grupo insurgente, una milicia que lo mismo puede utilizar tácticas de guerrilla, que tácticas mucho más frontales y tradicionales, gracias a su alianza con exmilitares sunitas pertenecientes a las élites de Saddam Hussein. Paralelamente, ISIS se convierte en gobierno en los sitios que controla, un gobierno con tareas burocráticas cotidianas, con funciones económicas como la explotación de los pozos petroleros que domina, o funciones financieras como el acuñar y poner en circulación su propia moneda. Por si fuera poco, al mismo tiempo, ISIS se proyecta como un estado, el “Estado Islámico”, lo que le convierte en una idea exportable y franquiciable. La organización establece conexiones con diversos grupos locales en Asia y África, muchos de ellos antiguamente leales a Al Qaeda, y funda en esos lejanos sitios las “provincias” de ese “Estado”. De modo que ante los ojos de cualquier persona que escucha las noticias, lo que ha sucedido en los últimos dos años, no es la “degradación”, sino el crecimiento de ese “Estado” a lo largo de tierras distantes, como si ISIS fuese “conquistando” cada vez más territorio a través de sus propias operaciones. Esto, a su vez, produce dos fenómenos paralelos: Ante unos, ISIS proyecta terror y urgencia de contenerle. Ante otros, ISIS produce respeto, admiración incluso, atracción. Así de compleja es esta organización que se busca “degradar y destruir”.
El problema mayor es que al hacerlo, y regreso a lo que señalo arriba, hay que entender que el corazón de las operaciones de ISIS se ubica en el seno de dos conflictos, el iraquí y el sirio, en los cuales no solamente hay múltiples actores políticos y grupos sectarios enfrentados, sino que chocan intereses regionales y globales de importantes magnitudes. Esto ocasiona que al atacar o debilitar a un actor-local o extranjero-, ello a veces termina fortaleciendo a algún rival o enemigo propio.
Por consiguiente, la idea de Obama y la coalición que lidera, era que sus bombardeos a ISIS debían ser acompañados de combates terrestres por parte de milicias que fuesen afines a los intereses occidentales. Esto, en el caso de Irak, significaba apoyarse en las milicias kurdas y las milicias sunitas. En el caso de Siria, la propuesta fue armar y entrenar milicias “moderadas”, así las llamaban, que pudieran combatir contra ISIS, contra otras milicias islámicas radicales como la filial siria de Al Qaeda, y al mismo tiempo contra el régimen del presidente Assad.
A un año, de esa estrategia lo que se ha confirmado es que: (1) Los bombardeos de Washington y su coalición han tenido capacidad de contener el avance material de ISIS y en determinados casos han sido cruciales para contribuir en ciertas derrotas que se le han logrado infligir, pero –como ya se sabía- por sí solos, no pueden hacer todo el trabajo. Más aún, ISIS ha ido aprendiendo a esquivar la eficacia de estos bombardeos disfrazando sus vehículos, sus combatientes, mezclándose entre la población civil y ocultando a sus líderes, (2) Tanto en Siria como en Irak, las milicias kurdas han conseguido mayormente contener el avance de ISIS. El rol de los kurdos en esta coalición, sin embargo, ha levantado la oposición en Turquía, país que hoy resulta crucial en la estrategia de Washington, y quien ha decidido iniciar una campaña paralela de combate contra a ISIS y contra milicias kurdas, principalmente en Irak, pero también en la propia Siria, (3) En Irak, las milicias sunitas afines a Occidente han resultado ineficaces para golpear a ISIS. En cambio, las milicias que han obtenido las mayores victorias en contra de esa organización islámica son las milicias chiítas, entrenadas y financiadas por Irán, uno de los mayores rivales de varios países que conforman la coalición liderada por Estados Unidos, (4) En Siria, los grupos rebeldes “moderados” que Washington entrenó y preparó para combatir contra ISIS, tampoco han resultado, hasta ahora, efectivos para esa tarea. Varias decenas de estos combatientes terminaron muertos o secuestrados, ni siquiera por ISIS, sino por otras milicias islámicas, (5) El resultado de todo lo anterior es que ISIS ha tenido en su zona central de operaciones, Siria e Irak, importantes victorias y también importantes derrotas, pero su “degradación” parece improbable en el corto o mediano plazo, (6) En cambio, su expansión como idea franquiciable no parece tener fin. A medida que han pasado los meses, cada vez hay más cantidad de grupos, milicias o células, grandes y pequeñas, desde Europa hasta África, desde el Cercano hasta el Lejano Oriente, que adoptan su nombre, sus metas y su ideología.
Por último, lo más nuevo en todo este panorama, es la decisión de Putin de hacer de la lucha contra ISIS una bandera más para robustecer su presencia militar en Siria, y con ello garantizar sus intereses de largo plazo en la región. Putin, como lo expresó ante la Asamblea General de la ONU, considera que ha sido un error el debilitar a Assad, y que eso es justo lo que ha ocasionado el fortalecimiento de ISIS. Por consiguiente, Rusia se ha apresurado a brindar nuevas fuerzas al presidente sirio, su viejo aliado, lo que, por supuesto, complica enormemente el escenario para Washington y su coalición.
Como vemos, por ahora, los avances de la lucha contra ISIS, si acaso los hay, son escasos. El panorama para “degradar” a esa organización no es demasiado optimista. Aún así, si hubiera que empezar por algún lugar, habría que debilitar los factores que han propiciado su crecimiento y fortalecimiento: la nada simple tarea de generar condiciones de paz en los dos países de donde ISIS emerge, Irak y Siria. Pero para ello, las potencias tendrían que flexibilizar sus posturas y diseñar estrategias alternativas para buscar satisfacer sus intereses, las cuales no incluyan tenerse que pelear las unas con las otras. ¿Imposible?
Analista internacional
Twitter: @maurimm