El martes por la mañana Donald Trump conversó durante 20 minutos por teléfono con Netanyahu, el primer ministro israelí. La llamada que el presidente estadounidense había sostenido poco antes con el rey jordano fue ampliamente publicitada. En cambio, la llamada con Netanyahu se mantuvo mucho más secreta hasta que su existencia fue filtrada a la prensa israelí. Posteriormente, la Casa Blanca dijo que los dos mandatarios habían discutido temas relativos a la próxima visita de Trump a Israel. Sin embargo, en la prensa ya se especulaba que los dos líderes estaban, en realidad, intentando determinar los riesgos a causa de lo que Trump habría conversado con el ministro exterior Lavrov y el embajador ruso días atrás. Era natural. Además del torbellino interno que se ha desatado por lo que el presidente habría revelado a los rusos acerca de los planes de ISIS para cometer un atentado mayor, en virtud que la información, según indicaba el New York Times, procedía de inteligencia israelí, hay un número de consecuencias internacionales por estas posibles revelaciones. Se trata de implicaciones en al menos cuatro rubros que brevemente comento a continuación: (1) las relaciones EU-Rusia, (2) las relaciones EU-Israel, (3) las relaciones Rusia-Israel, y (4) el combate a ISIS.

Antes, recalcar que, al momento de este escrito, desconocemos la verdadera relevancia de lo que Trump pudo haber expuesto a los rusos. Hasta ahora, todo ha sido especulación en la prensa frente a un intento por parte de la Casa Blanca de minimizar evento. Sin embargo, hay dos cuestiones centrales: (a) Rusia tiene un sistema de inteligencia muy sofisticado, parte del cual se encuentra desplegado al servicio de sus intereses en Siria, por lo que, como argumenta el analista Anshel Pfeffer, incluso un dato menor puede ser rápidamente procesado y empleado por este sistema de inteligencia para extraer conclusiones y sacar partido de ese dato; y (b) Aún si esto no fuese así, y de verdad Trump no hubiese revelado nada de relevancia, por el impacto mediático y político que los eventos han tenido, y por la desconfianza que ronda en el ambiente, hay consecuencias que ya están en operación en los cuatro rubros que menciono.

El primero de esos ámbitos supone comprender que Rusia no es pro-Trump, como muchas veces se malinterpreta. Rusia es pro-Rusia. Estamos siendo testigos de filtraciones, rumores, noticias que a veces pueden ser reales, otras veces ficticias, las cuales generan tensión, conflictos entre el presidente y otros poderes y/o actores varios, o entre el presidente y los medios. Si las investigaciones en curso determinan que Moscú efectivamente habría estado detrás de la serie de imputaciones que se le han estado haciendo, el objetivo del Kremlin, más que ayudar a uno u otro actor al interior de EU, sería fortalecer su propia agenda mediante provocar disrupción e inestabilidad. Por supuesto que, salvo por lo que ha afirmado la inteligencia estadounidense, es imposible conocer el verdadero rol del Kremlin en estos asuntos. Sin embargo, una realidad resalta: En casi todos los temas que han provocado escándalos y tormentas en Washington, tales como el de los correos de Hillary, el papel del FBI en esa cuestión, el despido de Comey, su director, la temprana renuncia del asesor de seguridad nacional Michael Flynn y las investigaciones, comparecencias y filtraciones al respecto, o bien, en los huracanes de esta semana, en todos esos temas, aparece de manera constante el mismo denominador común: Rusia como parte de cada una de esas notas.

El segundo rubro es, evidentemente, la relación de cooperación y seguridad entre Israel y Washington. En la prensa israelí se ha cuestionado enormemente a lo largo de toda la semana la pertinencia de seguir compartiendo inteligencia de altísimo nivel con un gobierno dirigido por un comandante en jefe como Trump.

Esto cobra aún mayor interés porque estamos ante el inicio de la visita de estado del mandatario estadounidense a Medio Oriente, ante el intento de esta administración por reactivar el proceso de paz palestino-israelí, y ante otra serie de circunstancias y cuestionamientos que han rodeado a esta visita. Altos funcionarios israelíes y estadounidenses están trabajando día y noche para intentar restablecer lo más delicado que ha sido vulnerado, la confianza. Sobre todo, porque si de verdad se trata de una filtración –importante o no- que Rusia pudiera emplear en contra de los intereses israelíes, el daño para el gobierno de Netanyahu no será sencillo de reparar, dada la posición de Israel ante el conflicto sirio y todo el contexto que le enmarca.

Esto se conecta de manera inmediata con el tercer rubro, la compleja relación que existe hoy en día entre Israel y Moscú. Si bien Netanyahu mantiene lazos cordiales y a ratos, colaborativos, con el gobierno de Putin, la realidad es que los intereses estratégicos de ambos países se encuentran directamente enfrentados en Siria, en donde el Kremlin se encuentra aliado con Assad, con Irán y por consecuencia, con la milicia libanesa de Hezbollah –financiada, entrenada y armada por Teherán-, los mayores enemigos de Israel en la región. La intervención directa de Rusia en el conflicto sirio ha resultado en el fortalecimiento de las posturas justamente de esos tres actores. Israel ha intentado trabajar con el Kremlin para conseguir que, al menos en su frontera con Siria, no haya presencia de Hezbollah o de Irán. De igual modo, Israel ha estado bombardeando Siria cada vez que detecta transferencias de armamento hacia Hezbollah a través de territorio sirio, lo que provoca tensiones con Moscú. La posible filtración de Trump a Rusia pudo haber señalado detalles acerca de cómo operan las redes de inteligencia israelí en territorio sirio, cosa que el Kremlin puede emplear a favor de los intereses de sus aliados, es decir, los enemigos de Israel. Así que en Tel Aviv ya se trabaja para desarrollar estrategias que permitan mantener la relación de cooperación con Moscú, pero que al mismo tiempo puedan contener el daño por la información expuesta por Trump.

Por último, cualquier revelación que pudiese ofrecer datos acerca de cómo opera la inteligencia israelí contra ISIS, será empleada por esta organización para su propia protección, lo que puede significar que, dada la amplia difusión en medios que el tema ha recibido, se podría estar dando algunos pasos atrás en el combate a esta agrupación. Esto cobra relevancia primero, por el papel que la inteligencia israelí (además de otras como la jordana) ha tenido para detectar y desactivar planes de ataques de esta organización en diversos países. Y segundo, por la nueva etapa que ISIS experimenta, la etapa de transición del califato al post-califato, en la cual, ya no preocupada por sostener y defender un vasto territorio, la organización dedicará la mayor parte de sus esfuerzos al incremento de sus atentados terroristas.

Analista internacional.

@maurimm

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