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En 2015 hice mi campaña para diputado federal basada en tres preguntas.
La primera consistía en decirles a los ciudadanos del 5° distrito del estado de Sinaloa, que nuestro país se debate entre el México del pasado y el México del futuro: ¿A dónde quieres que se empiece a cargar la balanza? Eso lo vas a definir tú con tu voto en la próxima elección.
La segunda: ¿qué te conviene a ti mexicano a la mitad del sexenio de Enrique Peña Nieto? ¿Te conviene un Congreso cómplice o un Congreso contrapeso? Tu voto decidirá escogiendo el perfil de diputado cómplice o contrapeso.
Tercera, esta elección, en junio 2015, sería el debut de las candidaturas independientes en elecciones federales, y tú ciudadano decidirás si éstas nacen vivas o muertas en la imperfecta democracia mexicana.
Los ciudadanos de Culiacán decidieron por el futuro, por un congresista contrapeso, y porque las candidaturas independientes fueran una opción en México. Esta no fue la constante en el resto del país.
Ahora, en la 63ª Legislatura federal tenemos una mayoría priísta en la Cámara de Diputados. Esto significa que los mexicanos prefirieron elegir para la segunda mitad del sexenio de Peña que la mayoría parlamentaria fuera del mismo partido que el Presidente.
Yo pregunto: ¿qué nos conviene a los mexicanos, que el Presidente tenga mayoría en el Congreso o que tenga contrapeso en el Congreso? ¿Qué será más importante? ¿Quién nos gobierna? o ¿quién vigila al que nos gobierna?
Debe quedar claro que en la historia de nuestro país todos los excesos de los presidentes y de los gobernadores han sido avalados por Congresos cómplices.
El despilfarro del sexenio de José López Portillo que concluyó con la nacionalización de la banca y una de las peores crisis económicas fue avalado por un Congreso que aplaudió las medidas anunciadas por el presidente en 1982.
Con Carlos Salinas de Gortari el Congreso aprobó una gran cantidad de reformas que al no ser vigiladas dieron pauta a la mayor corrupción de las privatizaciones que gestionó dicho gobierno.
Los hechos de corrupción que han salido a la luz pública por parte de ciertos gobernadores tales como Humberto Moreira, Guillermo Padrés, Tomás Yarrington, Javier Duarte, por mencionar algunos, absolutamente todos fueron avalados por Congresos locales cómplices.
Incluso la corrupción y el conflicto de intereses en este gobierno de EPN han sido solapadas por Congresos que no se atrevieron a integrar comisiones investigadoras de dichos temas, sino que en el caso de la casa blanca fue el Ejecutivo el que nombró a un subordinado, encargado de la auditoria interna que hiciera la investigación del caso.
Ni siquiera fue la Auditoría Superior de la Federación, órgano dependiente de la Cámara de Diputados, la que investigó el asunto, es decir no investigó otro Poder.
En un país democrático hubiera sido otro Poder el que habría investigado, pero en México no hay cultura de división de Poderes, ni de contrapeso y vigilancia del Poder Legislativo al Ejecutivo.
Los mexicanos seguimos muy preocupados por quién nos va a gobernar, (Presidente de la República, gobernador o alcalde), pero históricamente no nos importa quién va a ser nuestro legislador (senador, diputado federal o diputado local). Las campañas para desprestigiar la figura legislativa y las acciones que buscan corromper a los legisladores, logran que el pueblo no se ocupe de sus representantes, que no le interese quienes serán sus diputados o senadores, y esto beneficia al Poder Ejecutivo, que propone entonces perfiles cómplices.
Hoy sigo escuchando voces que cuestionan a los independientes diciendo que no podrán gobernar si no tienen mayoría en el Congreso. Pero la pregunta vuelve a brotar: ¿qué nos conviene a nosotros, el pueblo? ¿Que el gobernante tenga un Congreso cómplice, como ha sido tradicionalmente, o que éste tenga un Congreso contrapeso?
Si queremos cambiar a nuestro país, debemos dejar de pensar que “va a venir un salvador”, y con madurez reconocer que el próximo presidente o gobernador será un ser humano, con virtudes y defectos, y que por tanto quien sea, requerirá de contrapesos y centinelas que vigilen su actuar.
Estos centinelas deberán ser los Congresos, los medios de comunicación y la sociedad organizada.
Tristemente hoy los tres vigilantes están jodidos…
Diputado federal independiente.
@ ClouthierManuel