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En los umbrales del miedo están aquellos factores que percibimos como riesgos o amenazas a nuestra seguridad y/o a nuestros intereses. El miedo a las oleadas migratorias en Europa detonó un movimiento político en Gran Bretaña, que derivó en la decisión de dejar la Unión Europea. Al final, sus propios promotores quedaron en ridículo ante la pobreza de sus argumentos, pero el mal ya estaba hecho. El voto sustentado en los miedos funcionó, sobre todo para la población de mayor edad que no gusta de los riesgos.
En EU el miedo como catalizador y elemento definitorio de políticas se convierte en doctrina a partir de 2001, cuando aparece el terrorismo internacional y G. W. Bush lo coloca en el centro de la agenda. En esta lógica, la probabilidad —baja, alta o media— de un ataque terrorista se convierte en factor definitorio de política.
Los miedos generan políticas y las políticas acciones. El terrorismo internacional llevó a la total reorganización interna de la seguridad de EU y al inicio de dos guerras: Irak y Afganistán. Como si fuera parte de un libreto, en 2008 le estalla a G. W. Bush la peor crisis financiera desde 1929. Su legado no pudo ser más desastroso.
Ocho años de gobiernos demócratas no han logrado revertir la situación. La acumulación del déficit fiscal generado por las guerras, el creciente déficit comercial resultado de la pérdida competitividad económica y la disminución de la participación de EU en el crecimiento económico y comercial del planeta, muestran un mundo que no es ni será lo que era antes.
Y sin embargo, como se percibe el actual proceso electoral, lo último que desaparece son los miedos. En clara alineación con el pasado, millones de estadounidenses, consideran a los inmigrantes la mayor amenaza a la seguridad y a la economía de su país. Y, perciben la globalización económica como un mal mayor.
Trump ha logrado colocar en el mismo repositorio los miedos y prejuicios de una clase política extraordinariamente poderosa, muy exitosa en su labor de convencer al ciudadano común de que sus temores son válidos y justificados. Los demócratas no han logrado contraponer argumentos políticos de altura frente a estos sorprendentes posicionamientos.
En el segundo debate presidencial presenciamos gestos, reacciones y respuestas que llegan al plano de lo grotesco, en el que ciertamente Trump lleva delantera. Una de las contiendas más superficiales, sin contenidos y con poco interés que se han visto en Estados Unidos. Un claro reflejo del empobrecimiento de la vida política de ese país. En estas condiciones habrá elecciones el 8 de noviembre. Trump lleva ya demasiadas manchas en la culata como para no pagar el costo. Clinton no asusta, pero tampoco logra convencer. Cada elector será responsable de lo que hace con sus miedos.
Los miedos pierden fuerza como factor de decisión cuando otros factores toman preeminencia. Las fronteras del miedo se agotan cuando las zangolotean el conocimiento y la claridad de pensamiento. ¿Prevalecerán las reflexiones sobre las emociones?
Interesante destacar que mientras esto sucede en EU o Gran Bretaña, las reflexiones en torno a las verdaderas amenazas a la seguridad internacional han avanzado a mayor velocidad que la emancipación política de los miedos. Dentro del pensamiento filosófico, la aproximación de Byung-Chul Han resulta por de más interesante: la fortaleza inmunológica frente a la otredad, en la globalización del siglo XXI, está destinada al fracaso. La otredad se ha convertido en parte inherente de nuestra cotidianeidad.
Especialista en temas de seguridad y política exterior
lherrera@coppan.com