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El secretario del Tesoro de Estados Unidos, Steven Mnuchin, presentó ayer una propuesta para una reforma fiscal que consiste en una enorme reducción de impuestos, que consiste fundamentalmente de tres partes. Primero, y la más importante, es una reducción de 20 puntos a la tasa impositiva corporativa, pero incluye todo tipo de negocios, desde los más pequeños hasta los más grandes.
La reducción es de 35% actual a 15%. Para las familias, incrementa los montos deducibles y también reduce la tasa máxima de casi 40% a 35%, e incluye un solo impuesto, de una vez por todas, a la repatriación de fondos en el exterior. Y, en principio, los ingresos o utilidades por exportaciones estarían exentos del pago de impuestos.
Este paquete implicaría una enorme pérdida de ingresos para el Tesoro estadounidense, de alrededor de 200 mil millones de dólares al año, lo que implica que en 10 años, que es lo que normalmente duran las modificaciones fiscales, representaría una pérdida de 2 billones de dólares. La recaudación anual es de alrededor de 4 billones de dólares, por lo que estos 200 mil millones representan una pérdida de 5%.
En 10 años, el mismo porcentaje se mantendría y esos 2 billones de pérdida representarían 5% de los 40 billones recaudados en ese periodo. Adicionalmente, están las reducciones de impuestos para las familias y otras más.
Hay una característica importante en la propuesta: no se propone gravar las importaciones que, como sabemos, era uno de los componentes del impuesto fronterizo: gravar las importaciones y no a las exportaciones. Se suponía que este impuesto compensaría precisamente la reducción en la recaudación del impuesto a la renta.
Esto plantea varias preguntas. La primera es cómo se compensaría esta reducción en sus ingresos. La respuesta del Tesoro es sencilla. De acuerdo con la posición de la Casa Blanca, sin el impuesto a las importaciones, lo que resolvería este faltante sería un mucho mayor crecimiento de la economía.
De acuerdo con el planteamiento, al reducirse los impuestos crecería la actividad económica y, por lo tanto, la recaudación también. De acuerdo con los cálculos, la economía estadounidense tendría que crecer a alrededor de un punto más por año para lograr compensar ese faltante. ¿Es factible? Difícilmente, ya que no se iniciaría el crecimiento inmediatamente, pues pasarían no menos de dos años para lograr tasas cercanas, lo que implicaría tener que vivir con un déficit creciente. Esto además, supone que con la economía creciendo, se crearía más empleo. Pero, dadas las tasas actuales de desempleo (recordemos que en Estados Unidos hay casi pleno empleo), difícilmente se incrementaría ese renglón de recaudación. La aritmética no parece cumplirse.
¿De veras estarán los republicanos y los demócratas dispuestos a pasar una propuesta tan ambiciosa? Difícilmente. Es probable que sea fuertemente modificada o rechazada por el Congreso. La experiencia más clara en Estados Unidos fue la reducción de impuestos llevada a cabo por el presidente Ronald Reagan, quien redujo los impuestos bajo el supuesto de que la economía crecería y que la nueva recaudación por el crecimiento compensaría las menores tasas. Lejos de que esto sucediera, en los años siguientes hubo los déficit más altos de la historia fiscal. No ha funcionado.
Si sucediera, muy probablemente se definiría un límite de tiempo, no los 10 años tradicionales, sino tal vez sólo dos. Ninguna empresa tomará decisiones de inversión sin la certeza de continuidad fiscal por mucho más tiempo.
México no tiene el espacio fiscal para llevar a cabo una medida similar, pero tampoco lo requerimos. Nuestra fortaleza interna, que viene mejorando, nos hará menos vulnerables al exterior. Certeza jurídica reforzada, ese es nuestro principal blindaje. La propuesta del presidente Trump no puede ofrecer esa certeza.
Director del Centro de Estudios Económicos del Sector Privado