Ana Gabriela Guevara decidió, después de la golpiza de hace unos días, que su rostro se difundiera por todos los medios para generar conciencia. Esta mujer, emblema de triunfo, está siendo de nuevo valiente para enfrentar la cobardía del montón y de lo oscuro. Paradójicamente, su propia fama le ha perjudicado porque quienes buscan pretextos para no implicarse argumentan que seguro va a encontrar apoyos institucionales al ser Senadora de la República.

Así como Ana ha roto con los estereotipos de género, también ha mantenido aquellos que caracterizan a la gente del norte. Es directa, franca, clara.

Ana es el prototipo de la mujer empoderada. Antes de la imagen que hoy quiere que retengamos en la mente, estaba aquella otra en la que mostraba el bíceps después de una fenomenal carrera.

Sobre el tartán luchó contra el tiempo. La meta: romper la barrera de los 50 segundos para recorrer 400 metros planos. No sabemos exactamente cuánto duró la agresión de hace unos días, pero seguramente para ella, cada segundo fue eterno.

Su rival en la pista tuvo nombre: Tonique Williams. La tenía estudiada y medida. Hoy su rival es la insensibilidad y habrá que medirla y estudiarla para vencerla.

Las cualidades físicas de Ana sumadas a la disciplina, la dedicación, el compromiso y la entrega la llevaron a ser campeona mundial y subcampeona olímpica. Su imagen con nuestra bandera detrás de la espalda cargando el orgullo nacional es otra de las que quedó consagrada en el recuerdo.

Ana siempre ha creído en sí misma y es tenaz para alcanzar sus objetivos. Hoy, a partir de su propia experiencia, busca sumarse a la lucha para erradicar la violencia contra las mujeres. Lo hace convencida y dolida. Hay quienes reclaman por qué no lo hizo antes, pero normalmente un suceso, agradable o duro es justamente el que te coloca en un frente de lucha.

El nuevo reto no es sencillo porque han sido años en donde el mundo entero tomó conciencia del problema y ha buscado avanzar sin mucho éxito. La ONU instituyó el 25 de noviembre como Día de la No Violencia contra la Mujer. En México, además de las Convenciones que hemos ratificado, de las leyes que se han expedido y de las instituciones que se han creado, a través de campañas se ha pretendido lograr un impacto masivo. Vale recordar la lanzada en el 2005 que se denominó “el que golpea a una nos golpea a todas” con los logos del PNUD e Inmujeres, Ana María Lomelí, Lolita Ayala, Consuelo Duval, Angélica Aragón, Denisse Dresser y Carmen Aristegui aparecían en espectaculares y vallas publicitarias con huellas de golpes en el rostro. Un 01800 aparecía invitando a denunciar. La línea telefónica bajo el nombre de vida sin violencia recibió miles de llamadas.

Los expertos en comunicación sugirieron, años más tarde, que fueran hombres los que lanzaran el mensaje. Esta vez aparecieron Javier Solórzano, Ciro Gómez Leyva, Calos Puig, Pepe Cárdenas y Javier Alarcón buscando con sus conocidas voces e imágenes frenar la violencia contra las mujeres.

En lo personal, me impactó un video donde se les pide a niños italianos que golpeen a la niña que tienen enfrente y no lo hacen. Se desprende un gran mensaje.

Lo cierto es que a pesar de todos los esfuerzos, las cifras no disminuyen. Pareciera que hemos logrado un cambio mínimo porque tal vez el foco no ha sido el correcto. Nos seguimos hablando entre los convencidos.

Ojalá que el rostro de Ana moviera conciencias, pero me temo que no bastará. Su imagen coronada con laureles en Atenas y conmovida hasta las lágrimas con toda su potencia contrasta con la impotencia de la imagen de la reciente rueda de prensa donde narró los hechos.

Las campañas emplearon a personajes famosos a los que les simularon golpes. Los de Ana son de verdad y la solidaridad no ha sido suficiente.

Directora de Derechos Humanos de la SCJN

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