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Cada vez más analistas coinciden en calificar el repunte de la volatilidad financiera internacional como el nuevo episodio de la larga crisis que tuvo su apogeo en 2008. De lo que no hay duda es que ningún país debe desentenderse del curso de los acontecimientos, menos aún los emergentes, donde está el nuevo centro de gravedad de la vulnerabilidad.
China es el punto neurálgico. Al tercer trimestre del año que acaba de concluir, su deuda llegó a 240% como porcentaje del PIB, sumando un crecimiento de casi 80 puntos desde 2008. Esto refuerza la hipótesis de que estamos viendo otra secuela de esa crisis internacional.
Hay que tener en cuenta que se trata de la segunda mayor economía, “la fábrica del mundo” que, por su crecimiento a una tasa promedio cercana al 10% anual desde los años 80, propició una prolongada fase alcista en los precios de las materias primas, incluyendo el petróleo.
Hoy es evidente que su modelo de desarrollo basado en la inversión y la exportación se agotó. Si todavía en diciembre pasado había analistas que proyectaban que China terminaría 2015 con un crecimiento de 6.8%, ahora muchos lo ubican inclusive por debajo del 6%, con un pronóstico similar para 2016.
México simplemente no puede soslayar este contexto, en el que además gravitan otros peligros, como una caída aún más pronunciada del precio del petróleo. Hay que tener claro el mapa de riesgos y las medidas idóneas ante cada uno de ellos. Prudencia y flexibilidad en la política monetaria ante una “guerra competitiva” de tipo de cambio y mayores salidas de capital de cartera. Austeridad y eficiencia en el gasto público, ante la presión en las finanzas públicas. Aliento a la inversión y al mercado interno, como contrapeso a la debilidad del mercado mundial y una eventual moderación en la reactivación de Estados Unidos.
La economía tiene un alto grado de diversificación y los indicadores fundamentales son sólidos, tanto como los mecanismos institucionales de política monetaria y fiscal. Este año podemos crecer cerca de 3% o incluso más, con estrategias y acciones adecuadas.
En cuanto a la inflación, aunque recientemente ha estado en niveles históricamente bajos, tendremos que estar muy al pendiente del efecto general del tipo de cambio en los precios; cada empresa y sector deberá analizar sus escenarios y alternativas de respuesta.
Es momento de implementar políticas, estímulos y facilidades que alienten la inversión, el empleo y el mercado interno. Por eso estamos proponiendo, desde el sector privado, un paquete integral de iniciativas que permitan las mejores condiciones y entorno para la supervivencia, multiplicación y crecimiento de las empresas.
Se requiere de medidas y metas de reducción de costos y tiempos en trámites y requisitos, lo cual incluye avanzar en la reforma hacendaria. Igualmente, ampliar el acceso a capital con el desarrollo de todo el potencial de alternativas como la banca de desarrollo; incentivos competitivos y facilidades para la inversión, mejorando esquemas como el de las Asociaciones Público Privadas; a la vez, generar una estrategia nacional de innovación y desarrollo tecnológico, bajo el concepto de triple hélice.
Para potenciar el mercado interno, debemos impulsar una estrategia sólida en materia de encadenamientos productivos sectoriales y regionales; asimismo, mucho contribuiría el que los diferentes niveles de gobierno pagaran los adeudos con sus proveedores.
Los retos inmediatos deben ser atendidos puntualmente, mas no deben distraernos de los desafíos y grandes áreas de oportunidad de carácter estructural. Es el caso de la implementación de reformas como la energética, donde existen enormes nichos de inversión, así como los esfuerzos que hay que hacer en materia de capital humano y en el tema crucial del Estado de derecho y la confianza.
Es en tales factores donde estamos obligados a hacer la diferencia en 2016 y en el largo plazo.
Presidente del Consejo Coordinador Empresarial