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“No tenemos aliados eternos, pero tampoco enemigos perpetuos. Sólo nuestros intereses son eternos y perpetuos, y es nuestro deber ser fieles a esos intereses”.
Dicho principio de Lord Palmerston definió la columna vertebral de la política exterior del Imperio Británico en el siglo XIX, un legado que guió su consolidación como la primera potencia del orbe y dirigió los pasos del propio Winston Churchill en la Segunda Guerra Mundial.
De forma pragmática, y basados en el interés del Estado, los países desarrollados se han conducido para ubicarse en el liderazgo global y con ello influir la dirección que se debe seguir. El resto termina por alinearse al periodo de tiempo que le toca vivir.
¿Cuáles son los intereses que guían la política económica y exterior de México en un momento en el que Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, China y Rusia están modificando el equilibrio mundial generado después de la caída de la Unión Soviética?
La globalización se encuentra en shock, el gobierno de Estados Unidos se ha encargado de mostrar que sus intereses ya no son los de la “luna de miel” de globalización que se vendió al resto del mundo. Hoy es claro, salvo para quienes viven atrapados en los años 80 y 90 del siglo XX.
Hoy, los gobiernos de Rusia y de Estados Unidos tienen un vínculo que no pueden hacer público, una relación que genera problemas al interior de una sociedad estadounidense que fue educada para pensar en que los rusos no comparten sus valores. Hoy se muestra que no hay “enemigos perpetuos”.
Al mismo tiempo, Alemania y Estados Unidos viven uno de los peores momentos de su relación desde la Segunda Guerra Mundial, el nuevo gobierno estadounidense ha provocado una abierta ruptura. No hay “aliados eternos”.
Angela Merkel fue contundente al señalar que Europa debe valerse por sí misma, el presidente norteamericano “no es un socio confiable”. Su declaración fue provocada por la afirmación de Trump respecto a que “los alemanes son malos, muy malos”, una lamentable frase derivada de su preocupación por el desequilibrio comercial que Estados Unidos mantiene con Alemania.
El déficit es producto de una política industrial alemana que le permite exportar bienes de alta tecnología hacia Estados Unidos: el país que envió su manufactura a otras naciones y que por ello perdió el liderazgo en innovación y desarrollo tecnológico.
Las grandes trasnacionales estadounidenses disfrutan de los beneficios de la globalización: mano de obra barata en países con una regulación laboral y ambiental laxa, y en donde hay facilidades fiscales muy atractivas. Parte de Estados Unidos carga con los costos en forma de desempleo y bajos salarios.
Hay una ruptura de dimensión superior a la que Trump tiene con otras naciones: su gobierno enfrenta los intereses de las trasnacionales estadounidenses: lo presionan por su decisión de renegociar el TLCAN y salirse tanto del TPP como del Acuerdo de París contra el cambio climático.
Sin embargo, en este momento dicha decisión favoreció una declaración conjunta de Angela Merkel y Li Keqiang: “Los dos estamos dispuestos a contribuir en la estabilidad del mundo”, fue la afirmación del premier chino respecto al tema climático y en referencia a la incertidumbre geopolítica y geoeconómica que se vive.
Sin lugar a dudas que Estados Unidos causó otra fractura en el precario orden global: al retirarse de los acuerdos para combatir el cambio climático dejó solos a aquellos países que se comprometieron con dicha estrategia, particularmente para aquellos, como México, que se comprometieron más allá de sus capacidades: piensan que con impuestos y regulaciones restrictivas sobre las empresas podrán combatir el problema.
China y Alemania desarrollan una industria manufacturera propia para no solo combatir el cambio climático, también tendrán beneficios por desarrollar la tecnología de vanguardia que luego venderán a los países poco desarrollados que la importarán para imponérsela a sus empresas nacionales.
Alemania y China hacen una alianza para convertirse en líderes en donde Estados Unidos ha dejado un vacío de poder.
El país asiático avanza en la construcción de su proyecto One Road, One Belt, con fuertes inversiones en infraestructura, financiamiento, desarrollo de capital humano, transferencia de tecnología y acuerdos comerciales. China genera una zona de influencia económica que llegará hasta Europa, pasando por Rusia, India, los países del sudeste asiático y África.
Frente a ello Estados Unidos no tiene una propuesta. La iniciativa de Japón de impulsar el TPP solo tiene una lógica comercial, un modelo económico con una lógica de hace 30 años. Los tiempos han cambiado. Gran Bretaña vive su Brexit.
En México aún no se entiende la nueva dinámica, busca adaptarse firmando acuerdos comerciales, pero “la repetición de lo conocido conduce al estancamiento” afirmó Henry Kissinger.
Nuestro país se encuentra atrapado por el pasado, por los pendientes no resueltos por la aplicación de un modelo económico improductivo y por la insistencia de mantenerse en el mismo camino.
Los cambios globales vendrán cuando México aún no puede superar las etapas previas.
Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico