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Se equivocan quienes argumentan que la aplicación del marco jurídico establecido por la Organización Mundial de Comercio (OMC) es proteccionismo.
El obligado cumplimiento de los acuerdos firmados por las naciones integrantes de la OMC es la única garantía de que el libre comercio pueda sobrevivir ante el embate de las naciones que utilizan el dumping y el comercio desleal para ganar mayor posicionamiento en el mercado global.
Las reglas de la OMC son obligatorias para sus integrantes, y garantizan que los productores de cada país no se vean afectados por los intereses de quienes distorsionan el mercado global.
Lamentablemente existen fundamentalistas económicos que parecen no entender la esencia del libre comercio y en un ejercicio extremista claman por eliminar todos los aranceles y medidas jurídicas que la OMC autoriza utilizar cuando se demuestra que uno de sus integrantes no cumple con el marco institucional que da vida al comercio internacional.
Así se pudo apreciar en el foro “Política comercial para la competencia y productividad en México".
No entienden lo que la propia OMC reconoce: “El propósito primordial del sistema es contribuir a que el comercio fluya con la mayor libertad posible”.
La OMC reconoce que hay límites impuestos por quienes hacen trampa, y ha diseñado medidas para contrarrestarlo, no es proteccionismo, es cumplir la ley.
No obstante, en México hay fundamentalistas de los años 90 que siguen peleando con fantasmas y molinos de viento de su pasado, de los años setenta, para justificar su postura.
Ver hacia atrás y eso les impide observar el futuro. No dan cuenta de que el sistema global se reconstruye con nuevas condiciones y actores, se modifica la estructura geoeconómica y geopolítica. El salmón muere porque nada a contracorriente.
Más de 30 años han pasado desde que México se integró a la OMC. El objetivo original: Reactivar el crecimiento económico. La situación era crítica, existían pocas alternativas, el país se había endeudado improductivamente y el alza de las tasas de interés provocó el quebranto económico y del sistema financiero nacional.
Los errores de quienes diseñaron la política económica de los años 70 e inicios de los 80, así como la corrupción, propiciaron una crisis cuya magnitud condenó a la nación a un subdesarrollo del que no se avizora una pronta salida.
Apertura comercial, privatización y desregulación económica se vieron como la solución.
En Asia del este se había comenzado antes, bajo la regulación del Capitalismo de Estado. Hoy es la región más dinámica del mundo. Un logro basado en innovación, educación, progreso tecnológico, gestión pública eficaz y educación de calidad mundial.
Con más de una década de rezago, México se vio obligado a instrumentar un proceso de liberalización económica que no fue integral, no tuvo una base productiva y educativa que se encontrara libre del flagelo de la corrupción.
El modelo se basó en la exportación de maquila y en la creciente importación de bienes intermedios, maquinaria y equipo: se desmanteló a la industria mexicana transformadora.
El objetivo inicial de acelerar el crecimiento era irrealizable bajo el modelo implementado: el valor agregado representa el fundamento del crecimiento, abrir la economía sin una vocación productiva no lleva a la tierra prometida.
Hoy es claro que exportar importaciones, maquilar, no genera crecimiento. Sin valor agregado, encadenamientos y empresas nacionales altamente productivas no hay mayor crecimiento.
Parte del problema es el fundamentalismo económico que facilitó la entrada de importaciones baratas sin garantizar que se respetaran las condiciones básicas del libre mercado y la normatividad de la OMC: Tácitamente se permite la competencia desleal y se atenta contra el libre comercio.
También se subestimó que en el Pacífico asiático se estaba implementando un modelo basado en una estrecha colaboración entre las políticas públicas del sector público y la estrategia del sector privado.
Hoy los fundamentalistas quieren más de lo mismo, pero México requiere un modelo económico vinculado a las necesidades de su población, no en la discusión entre los fundamentalistas aperturistas y sus fantasmas del pasado.
Director del Instituto para el Desarrollo
Industrial y el Crecimiento Económico