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El incremento en los precios al consumidor tiene su origen en la decisión de política económica adoptada por el gobierno federal al final de 2016.
El Índice Nacional de Precios al Consumidor que mide el Inegi registró una variación anual de 5.4% durante marzo, una cifra que se encuentra fuera del objetivo del Banco de México y lo cual, por sí solo, es preocupante.
No obstante, aún existen aspectos que podrían exacerbar la evolución de la inflación en las próximas semanas, particularmente en la parte clasificada como Energéticos y Tarifas Autorizadas por Gobierno: una variación de 12.6%. El incremento más significativo se dio en los Energéticos, ahí se elevó 17.1%.
Si bien el Banco de México espera que la presión inflacionaria disminuya durante el resto del año, la trayectoria de la inflación subyacente, es decir de aquella que descuenta el efecto de la parte más volátil, señala que esto no se verá durante el primer semestre del año.
Los analistas consultados por el banco central no comparten la visión optimista de la institución, la mayor parte de ellos espera que la inflación se encuentre más cercana a 5.5% a finales del año.
Ya existe un efecto adverso para las familias, particularmente para las más pobres, aquellas que destinan más de 50% de su gasto a la parte de Alimentos, Bebidas y Tabaco, ahí la inflación llegó a 6.5%.
Sin lugar a dudas que la inflación observada en el primer trimestre ha mermado el aumento de sueldo que se dio a la mayor parte de los trabajadores mexicanos, alrededor de 4%, un hecho que muestra los efectos nocivos de perder el control de la inflación.
Las empresas tampoco viven un entorno favorable, la inflación derivada del Índice Nacional de Precios Productor permite observar que en marzo se mantuvo en 9.5%. El sector industrial es el más afectado con 13.2%. Gran parte de esto último es causado por la incidencia de las mercancías y servicios intermedios, el aumento fue de 20.8%.
Esto último es atribuible a la dependencia que el sector industrial tiene de insumos importados. La depreciación del tipo de cambio ha expuesto la fragilidad del modelo económico mexicano: un sector exportador de bajo contenido nacional y altamente dependiente de los insumos extranjeros, así como un creciente sector productor y comercializador orientado al mercado interno pero que utiliza bienes extranjeros que hoy le son más costosos.
Adicionalmente, y al igual que en el caso de los hogares, el incremento en la parte energética ha representado una fuerte presión para la industria. El aumento de precios en generación, transmisión y distribución de energía eléctrica, suministro de agua y de gas por ductos fue de 30.6%.
El efecto de esto último se traduce en una merma en la productividad de las empresas industriales, justamente en un momento en donde lo que se necesita es elevar el ritmo de crecimiento de dicho sector.
No se debe olvidar que en 2016 la industria no creció, un estancamiento que se extendió al primer mes de 2017. El aumento en el precio de los energéticos no ayuda.
Una consecuencia directa de lo anterior es el endurecimiento de la política monetaria. Las tasas de referencia rebasarán la previsión del gobierno federal contenida en los pre criterios de política económica presentados hace menos de dos semanas, seguramente no se detendrán en 7%.
Lo anterior no solo será producto de la presión interna, en Estados Unidos la inflación también se encuentra por arriba del objetivo de la Reserva Federal y ello incidirá en un incremento en sus tasas de interés y el efecto respectivo sobre México.
El endurecimiento de la política monetaria se vinculará con el de la política fiscal. La contracción de la inversión pública y el destinar los recursos excedentes disponibles al pago de deuda se traducen en una austeridad que dañará la capacidad de crecimiento económico. El mismo error que se cometió en los años
80 y cuyas consecuencias estamos viviendo.
Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico.
Twitter:@jldg71