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La primera llamada oficial llegó el pasado mes de febrero cuando, en una presentación en la Universidad Panamericana, el gobernador del Banco de México indicó que sin una reducción del gasto público, particularmente en Pemex, no tendría otra alternativa que incrementar las tasas de interés. La autoridad hacendaria inició los recortes al gasto sin embargo eso no evitó que el banco central elevara los réditos.
La segunda llamada oficial arribó con la presentación del presupuesto para el 2017. El ajuste contractivo se profundizó en la inversión física, particularmente en Pemex y Comunicaciones y Transportes.
El anuncio de que se planea alcanzar un superávit primario no fue suficiente para que las calificadoras estuvieran conformes, siguen pensando que la deuda del gobierno presiona la viabilidad de sus finanzas y que el rendimiento a los inversionistas extranjeros es bajo. Por eso su amago de bajar la calificación de la deuda mexicana.
La tercera llamada la dio el Banco de México, a pesar de la mayor restricción fiscal la autoridad monetaria decidió aplicar un nuevo aumento a las tasas de interés. Junto con ello volvieron los paralelismos que hacen referencia a posibles “tormentas” financieras.
Para la autoridad monetaria los problemas no terminarán con la elección de Estados Unidos, no importa quien gane, México deberá prepararse para una “tormenta”.
El problema es que la combinación de los ajustes fiscales y monetarios aplicados en el país no construyen un dique contra las tempestades anunciadas, solamente es el camino de política económica que de manera ortodoxa ya se ha aplicado en otros momentos de la historia reciente de México. En el mejor de los casos el resultado será un crecimiento económico de 2.5% pero en donde los riesgos de que eso no ocurra son superiores.
Se debe recordar que el presupuesto del 2017 está elaborado con un supuesto de que el PIB aumentará en esa cantidad y en donde el tipo de cambio promedio será de 18.2 pesos por dólar. De igual forma se planteó que la tasa de interés para fines del 2016 debería ubicarse en 4.5%.
Con el último aumento anunciado por el banco central la tasa de interés ya superó la expectativa presupuestal. Además no se debe olvidar que la Reserva Federal de Estados Unidos aún tiene una reunión pendiente, si decide incrementar sus réditos Banco de México también lo deberá hacer. Con ello el costo financiero del gobierno mexicano será superior a lo estimado. La Reserva Federal también disminuyó su pronóstico de crecimiento para el principal socio comercial de nuestro país, en estos momentos ya es inferior a lo prospectado en los Criterios Generales de Política Económica para el 2017.
El tipo de cambio también se encuentra fuera del rango oficial, la salida de capitales motivada por la incertidumbre política en Estados Unidos y la pérdida de atractivo de la deuda del gobierno representan una presión sobre la moneda mexicana que ha sobrepasado los pronósticos oficiales: aun con la evidencia de la desaceleración económica y los ajustes al presupuesto que frenarán a la economía se prefirió encarecer el costo del dinero.
La medida tendrá un efecto negativo sobre el costo del endeudamiento privado. Su efecto en el crédito al consumo podría desacelerar al pilar de la economía, a la variable que ha mantenido el ritmo de crecimiento por arriba del 2%.
No se puede soslayar que falta por observar el efecto inflacionario de la depreciación del peso. Los precios que enfrentan los productores son mayores que los del consumidor. Las empresas no han trasladado todos los costos al mercado interno, y aunque no lo hagan la economía lo resentirá a través de menor empleo e inversión.
La oportunidad de transformar a la economía se fue con el gasto improductivo que se hizo de los excedentes petroleros que se generaron desde el 2003. Durante el siguiente año enfrentaremos la consecuencia de mantener un modelo económico que ya ha mostrado sus límites estructurales.
Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico