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El crecimiento de la inversión durante el primer trimestre del año resume lo que ocurre en la economía nacional. El aumento del PIB de 2.6% fue acompañado por una variación de solamente 0.6% en la inversión.
Los empresarios confían en la economía pero no encuentran las condiciones propicias para invertir y tomar mayores riesgos. No hay contradicción en ello, como lo hemos mencionado el empresario es optimista por definición, confía en que las cosas irán bien, de otra forma no arriesgaría su patrimonio ni enfrentaría todo el proceso administrativo y legal que en México implica abrir un nuevo negocio. Además de los elementos de inseguridad y corrupción que privan en algunas regiones de país.
El empresario busca estabilidad y certeza, es la única forma en que se pueden planear inversiones que involucran años de maduración; construir nuevas plantas productivas, capacitar empleados e instalar maquinaria y equipo implican costos que darán rendimientos en el futuro, no hoy. Si todo sale conforme a lo planeado.
Durante los primeros meses del año el crecimiento del PIB se dio gracias al mercado interno y a las inversiones ya realizadas, los empresarios no ven condiciones óptimas para invertir, así lo indica el componente respectivo de confianza empresarial.
El sector externo no fue factor de crecimiento, por el contrario fue el mecanismo por el cual se transmitieron los efectos de la desaceleración mundial, tanto de las menores compras de Estados Unidos como de la búsqueda frenética de China para ubicar sus excedentes de producción ahora que su economía sigue frenándose.
Durante el primer trimestre del año la inversión en maquinaria y equipo importada fue la más afectada, el retroceso de (-) 3.1% se encuentra asociado a la desaceleración de las exportaciones manufactureras, en especial del sector automotriz. Un país exportador de importaciones como lo es México depende de maquinaria extranjera para producir, por eso al debilitarse las exportaciones se ha dejado de invertir en bienes de capital foráneos. Decisión fundamentalmente vinculada a las grandes empresas trasnacionales.
El mejor ejemplo lo constituye el sector automotriz. La joya de la corona de la apertura comercial ha entrado en una fase de letargo productivo asociado con lo que ocurre en el mercado de Estados Unidos. Además su perspectiva no es favorable, la información sobre la generación de empleo en la economía norteamericana muestra un debilitamiento que llegará a su consumo privado y que limitará a un más a las exportaciones de México en este sector.
La depreciación del tipo de cambio no ayudará, salvo en algunos casos. En general las exportaciones mexicanas dependen del comportamiento del mercado norteamericano y no de la cotización del peso frente al dólar.
Por tanto, las cifras de inversión del Inegi muestran una realidad respecto a la confianza empresarial. En la práctica los inversionistas productivos tienen mucha cautela sobre las perspectivas de la economía nacional.
Sin lugar a dudas que esto también muestra lo que ocurre en el propio gobierno. La reducción de su pronóstico de crecimiento se encuentra asociada a los nubarrones que se observan en la economía nacional e internacional, los cuales se han visto exacerbados por la especulación inducida por la Reserva Federal de Estados Unidos.
Durante más de un año los encargados de la política monetaria norteamericana han amagado con el fin del dinero barato. No obstante la debilidad industrial, el bajo crecimiento de su PIB en el primer trimestre (0.8%) y la menor generación de empleo en un lustro permiten cuestionar la conveniencia de encarecer el costo del dinero.
El país enfrenta un entorno complejo que inhibe la inversión, es momento de un programa contingente de reactivación económica basado en la producción interna.
Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico